viernes, 4 de noviembre de 2022

Momentos en la definición del concepto de Desarrollo


Hermosillo, Sonora a 4 de noviembre de 2022.

Conferencia presentada en la Cátedra de Administración Pública Dr. Omar Guerrero Orozco 2022, en la Mesa de Análisis: El desarrollo sustentable. Un proceso multidimensional. Actividad realizada el jueves 3 de noviembre de 2022, a las 16:00 horas, en el Auditorio Gilberto Gutiérrez Quiroz de la Universidad de Sonora.


Proemio

 En las últimas décadas las Ciencias Sociales han integrado a su bagaje conceptual el término Desarrollo.

Esto también ocurre en el campo de la Administración Pública. Si bien, en el pasado en nuestra disciplina se argumentaba que el propósito de la acción del gobierno tenía como destino la solidez de la institución estatal y la felicidad de los súbditos, o bien se consideró como tarea el logro de la riqueza de las naciones, o bien se planteó que la prosperidad y el progreso social eran el camino a seguir por los esfuerzos gubernamentales. Más adelante se planteó que la finalidad era la de llevar el bienestar a la comunidad.

No hace mucho que, debido al celo parcelario en el que se percibían las diferentes disciplinas, se consideraba que el tema del desarrollo como concepto y proceso era objeto propio y exclusivo de la Ciencia Económica.

Hoy las cosas han cambiado. De esto tratan estas líneas. Presentar algunos momentos ocurridos en la definición del concepto del Desarrollo.

 

El origen economicista

Las reflexiones acerca del Desarrollo se precipitaron a mediados del siglo XX, con la conclusión de la Segunda Guerra Mundial.

Si bien, como consecuencia de la Gran Depresión del 29 y la aplicación de las prescripciones Keynesianas, a partir de la década de los treinta los Estados asumieron un rol protagónico en la solución de la crisis y la reactivación de la economía.

Concluida la guerra mundial a mediados de los cuarenta, el reto era la reconstrucción posbélica. Surgieron entonces el Plan Marshall para Europa y el Plan MacArthur para Japón; más adelantes se instrumentaría la Alianza para el Progreso con el fin de apoyar el desarrollo de América Latina.

Es en estos tiempos cuando inician los primeros desarrollos teóricos de un nuevo campo de conocimiento conocido como Economía Política del Desarrollo o bien Teoría del Desarrollo. Dado el intervencionismo gubernamental que se vivía, estas ideas consideraron el papel relevante de las políticas económicas impulsadas por los gobiernos.

Las primeras ideas se concibieron desde una fuerte perspectiva economicista. La preocupación se concentró en detonar el “punto de despegue” para el desarrollo económico del país, o en su caso el punto desde que daría inicio la recuperación nacional.

Por otra parte, interesaba el modo en que fluirían las inversiones desde las instancias financieras mundiales hacia los países necesitados; si esto se aseguraba, se impulsaría su industrialización y modernización.

El resto, desde un punto de vista teórico, desencadenaría el derrame de los beneficios hacia otros sectores del país; por goteo, como hoy en día se justifica el privilegiar al empresariado francés, considerando que su fortaleza es necesaria para asegurar las condiciones económicas que hacen posible el empleo y el ingreso de los miembros de la sociedad.


Simon Kuztnes


La heterodoxia 

Sin embargo, pronto la realidad evidenció lo limitado de esta visión. La atención tenía que colocarse, además de la dimensión económica, en todos los ámbitos de la vida social. El desarrollo sólo se limitaba a la generación del crecimiento económico, pero el grueso de la población siguió inmerso en condiciones de vulnerabilidad y exclusión. Los derrames positivos del crecimiento económico no se concretaron.

Albert O. Hirschman, señaló que la teoría económica tradicional sustentaba la noción del desarrollo en bases sumamente cuestionables, ya que «La economía, en cuanto ciencia del comportamiento humano, se ha basado en un postulado extraordinariamente parsimonioso: el del individuo aislado y centrado en sus propios intereses, quien libre y racionalmente escoge entre diversas alternativas de acción luego de sopesar sus presuntos costos y beneficios.» (Hirschman, 1986: 135).

El análisis soportado por sofisticados y simplificados modelos matemáticos sólo permitió una aproximación reducida de la realidad social. Pueden resultar útiles en la comprensión de los fenómenos económicos, sin embargo, éstos que son reflejo de la dinámica social no pueden reducirse a fórmulas matemáticas delimitadas por supuestos convencionales de cómo debe operar la realidad.

En este sentido, Dudley Seers asumió la postura de que los problemas del desarrollo se encuentran asociados a otros factores diferentes a la escasez de divisas para la inversión o bien a la presión inflacionaria que incide negativamente en el sistema económico; reconoció que las capacidades estatales no han reducido la dependencia, pero de igual manera las relaciones en las que se imponen los grandes monopolios y los poderosos sindicatos a favor de sus ingresos influyen en el incremento de la inflación primaria con efectos ulteriores en toda la economía. El vínculo de dependencia entre Centro y Periferia, es decir, entre naciones dominantes y naciones de la periferia dependientes, generaba nuevas formas de dependencia como resultado del proceso de sustitución de importaciones propuesto como parte de la dinámica de industrialización.

El papel del Estado asumió un papel central en la actividad económica, incrementando su presencia en la vida social. Como lo argumenta Gerald M. Meier, una vez concluida la Segunda Guerra Mundial, se «formularon grandes modelos de estrategias de desarrollo que involucraban transformaciones estructurales y el correspondiente papel para la participación extensiva del gobierno en planeación o programación del desarrollo» (Meier, 2002: 2). Se reconoció que el intervencionismo estatal era un componente básico para impulsar el desarrollo.

Albert O. Hirschman 


Propuestas de la Dependencia y el Estructuralismo

Paul Baran (1997), intelectual de la Teoría de la Dependencia, argumentó en el mismo sentido de que en el proceso de desarrollo subyace el conflicto de clases en donde prevalece el interés de las clases dominantes de preservar el statu quo en el que se sustentan sus privilegios. Estas contradicciones se extienden a la relación que existe entre países del centro, desarrollados, y países subdesarrollados o dependientes.

            Por tal razón, se consideró que el proceso de sustitución de importaciones impulsado desde el exterior para promover una dinámica de industrialización, genera nuevas formas de dependencia

            En este tiempo también se promueve la propuesta estructuralista desde la Comisión Económica para América Latina y el Caribe. La crítica a los magros resultados de las estrategias de la ortodoxia económica argumentó a favor del reconocimiento de las condiciones particulares de cada país como fundamento de toda acción que se impulse para el desarrollo, considerando que éste es una construcción social, con rasgos estructurales y coyunturales propios de cada país y que, como tal, se requerirá una estrategia del desarrollo propia más elaborada que la propuesta por el reduccionismo económico.

La propuesta estructuralista se concibió como una estrategia centrada en el análisis histórico de las condiciones materiales de vida de cada país. Para Celso Furtado (1989), el desarrollo implica un cambio social deliberado, el cual persigue como fin último «… la igualación de las oportunidades sociales, políticas y económicas, tanto en el plano nacional como en relación con sociedades que poseen patrones más elevadas de bienestar material. Sin embargo, esto no significa que dicho proceso de cambio social tenga que seguir la misma trayectoria, ni deba conducir necesariamente a formas de organización social y política similares a las que prevalecen en los países actualmente industrializados o desarrollados de uno u otro tipo.» (Furtado, 1989: 39)

 

Celso Furtado

Neoliberalismo y desarrollo

Después de varias décadas de vigencia del Keynesianismo y el Estado interventor, a mediados de la década de los setenta se impulsa la necesidad de reformar al Estado y convertirlo de una institución majestuosa y omnipresente en un Estado mínimo, como uno de las medidas para dar solución a la crisis mundial conocida como una crisis de “estanflación”. Se asumieron entonces las prescripciones de la Escuela de Chicago, las recomendaciones provenientes de la retórica de Margaret Thatcher en Gran Bretaña y de la administración Reagan en Estados Unidos.

            El Proyecto Neoliberal se fundamentó en los principios del laissez faire y se tradujo en amplios y drásticos procesos de privatización de empresas y servicios gubernamentales, en la descentralización de organismos y procesos administrativos y operativos del Estado, la simplificación y desregulación de mecanismos para facilitar la inversión y hacer más competitivos a los capitales y mercados, y una progresiva integración a la economía internacional mediante la configuración de bloques económicos regionales y el aprovechamiento de los avances científicos y tecnológicos en un contexto de globalización cada vez más complejo y cambiante.

            Este proyecto se reforzó en 1989 con el programa del Consenso de Washington, promovido por el Banco Mundial y el gobierno de Estados Unidos. Sus prescripciones se extendieron a toda la región latinoamericana reclamando la disciplina presupuestaria, la reorientación del gasto público, el impulso de una reforma fiscal, el control del tipo de cambio, la liberalización comercial, el impulso de una política de apertura para la inversión extranjera directa, continuar con la política de privatizaciones y las medidas de austeridad gubernamental, impulsar una política desreguladora para fomentar la competencia, así como garantizar los derechos de propiedad.

             La acción de los gobiernos se orientó hacia la promoción de una nueva administración o gestión pública, con la que se impulsó la aplicación de estrategias de negocios privados, prestando atención en los aspectos culturales y comportamentales de los servidores públicos mediante pautas de la filosofía empresarial.

Según el premio Nobel Joseph Stiglitz, el Consenso de Washington se centró en asuntos económicos y no puso atención a temas tan relevantes como la pobreza. Por ello, considera la necesidad de sustituir «…ese enfoque restringido que se preocupa únicamente de combatir la inflación, por un criterio más amplio que apunte a fomentar el crecimiento y generar empleos…» (Stiglitz, 2003: 33)

            Los resultados limitados del generados por el neoliberalismo demandan la atención a dimensiones sociales no previstas en el modelo economicista: se requiere atender la equidad y la lucha contra la pobreza con programas educativos y de salud, combatir el uso de estupefacientes, consumir una dieta balanceada, llevar a cabo reformas sociales y en particular rurales para reorientar la economía de estos sectores, entre otras acciones.

 

Joseph Stiglitz

El desarrollo multidimensional con rostro humano

Paralelamente a la implementación del proyecto neoliberal se produjeron avances significativos en la concepción del desarrollo. Dudley Seers (1987) planteó el compromiso con un estudio realista del desarrollo que incluyese tanto factores demográficos y geográficos como económicos y culturales.

            Por su parte, Salvatore Schiavo-Campo y Hans W. Singer (1977) definieron que el desarrollo es un proceso que significa crecimiento más cambio, cambios que deben darse en las diferentes dimensiones de la actividad humana. A su vez, Michael P. Todaro (1987) afirmó que el desarrollo comprende el progreso económico, pero no es el único componente. Concibe el desarrollo como un proceso multidimensional que involucra la reorganización y reorientación de todos los sistemas económicos y sociales.

            Álvaro Cálix Rodríguez (2016), por su parte considera que las sociedades no son estáticas, por lo que es necesario gestionar su complejidad y propensión al cambio. Por ello es necesario atender tres grandes orientaciones de ese proceso de cambio: a) satisfacer las necesidades fundamentales de la población tales como alimentación, vivienda, vestido, saludo, educación, transporte, empleo y recreación; b) respetar los equilibrios biosistémicos que permiten la diversidad de formas de vida en el planeta; y, c) fomentar la convivencia horizontal entre diferentes tipos de sociedades humanas, al interior del país y con otras naciones, asumiendo que el proceso de desarrollo significa avanzar en colectividad mediante el esfuerzo conjunto de instancias gubernamentales con organismos privados y sociales.

            En 1987 se dio un salto exponencial en la concepción del desarrollo al aprobarse el documento "Nuestro futuro común" (el Informe Brundtland), en el cual se introdujo la idea del desarrollo sostenible, es decir, el que satisface las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones. Su relevancia radica en que, a nivel mundial, se empezó a discutir y reconocer que el desarrollo tiene que considerar junto a los elementos económicos, la dimensión social, así como la sustentabilidad, ecológica. La incorporación de estas premisas permitió más tarde avanzar sobre el concepto de un desarrollo con rostro humano.

El fracaso del modelo neoliberal de desarrollo afectó a grandes segmentos de la población. Los problemas más graves derivados de su aplicación se presentan en términos de la exclusión y la desigualdad social. La pobreza se ha constituido en el problema más preocupante a nivel mundial. Esto ha llevado a replantear el concepto de desarrollo desde la misma Organización de las Naciones Unidas, precisándolo en términos de un desarrollo humano. Con esto se reconoce que el origen y destino de este proceso es el mismo ser humano. En el Informe sobre el Desarrollo Humano de 1990, se definió como:

«…un proceso que ofrece a las personas mayores oportunidades y que pone énfasis en la libertad del ser humano para tener salud, educación y disfrutar de condiciones de vida dignas. Pero también hace hincapié en que el desarrollo y el bienestar humano son mucho más que la suma de esas dimensiones y que se traducen en un abanico más amplio de capacidades, que incluyen la libertad política, los derechos humanos y, como dijo Adam Smith, la capacidad de interactuar con otros sin sentirse avergonzado de aparecer en público.» (PNUD, 2010: 2)

Los compromisos asumidos en el año 2000 por los gobiernos de los diferentes países del mundo al suscribir los Objetivos del Milenio, dieron un giro a los esfuerzos por impulsar el desarrollo humano, pues se asumió el firme propósito de atender los retos «…impuestos por la pobreza y los males sociales relacionados, [estableciendo] medidas concretas para evaluar el progreso logrado a través de un conjunto de interrelaciones compromisos, metas y objetivos.» (Bouillon, 2005: vii). En 2015 se ratificaron estos compromisos en el documento Transformar Nuestro Mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, sumando al propósito general de acabar con la pobreza, el trabajo en común para enfrentar la desigualdad, la injusticia, y el cambio climático.

 

Gro Harlem Brundtland


Bibliografía

Baran, Paul A. 1987. La economía política del crecimiento. Sección de Obras de Economía. 2ª. Edición, 2ª Reimp. México: Fondo de Cultura Económica.

Bouillon, Cesar P. (Coordinador). 2005. The Millennium Development Goals in Latin America and the Caribbean: Progress, Priorities and IDB Support for Their Implementation. Washington, D.C.: Inter-American Development Bank

Cálix Rodríguez, J. Álvaro. 2016. Los Enfoques de Desarrollo en América Latina – hacia una Transformación Social-Ecológica. Análisis. No. 01/2016. México: Fundación Friedrich Ebert en México.

Furtado, Celso. 1989. Dialéctica del desarrollo. Diagnóstico de la crisis de Brasil. Sección Economía Latinoamericana. México: Fondo de Cultura Económica.

Hirschman, Albert O. 1986. “En contra de la parsimonia: tres formas fáciles para complicar algunas categorías del discurso económico”. Colección Estudios CIEPLAN No 19. junio de 1986, Estudio No 115. Pp. 135-147. Santiago de Chile: Corporación de Estudios para Latinoamérica. CIEPLAN.

Meier, Gerald M. 2002. “La vieja generación de economistas del desarrollo y la nueva”. En Gerald M. Meier y Joseph E. Stiglitz (Editores). Fronteras de la economía del desarrollo. El futuro en perspectiva. Pp. 1-38. Bogotá: Banco Mundial y Alfaomega Colombiana S. A.

Organización de las Naciones Unidas. 1987. Informe de la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo. "Nuestro futuro común". Documentos Oficiales de la Asamblea General, cuadragésimo segundo período de sesiones, Suplemento No. 25 (A/42/25). Nueva York: Organización de las Naciones Unidas.

Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). 2010. Informe sobre Desarrollo Humano 2010. La verdadera riqueza de las naciones: Caminos al desarrollo humano. Edición del Vigésimo Aniversario. Nueva York, USA: Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

Schiavo-Campo, Salvatore y Hans W. Singer. 1977. Perspectivas de desarrollo económico. Sección Obras de Economía. México: Fondo de Cultura Económica.

Seers, Dudley. 1987. La teoría de la dependencia. Una revaluación crítica. Sección Economía Contemporánea. México: Fondo de Cultura Económica.

Seers, Dudley. 1969. The Meaning of Development. IDS Communication 44, Institute of Development Studies. Brighton, UK: University of Sussex.

Stiglitz, Joseph E. 2003. “El rumbo de las reformas. Hacia una nueva agenda para América Latina”. Revista de la CEPAL, Agosto, 2003. Pp. 7-40.  Santiago de Chile: Naciones Unidas.

Todaro, Michael P. 1987. Economía para un mundo en desarrollo. Introducción a los principios, problemas y políticas para el desarrollo. Sección Obras de Economía. Economía Contemporánea. México: Fondo de Cultura Económica.

 


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