AOA. El Escultor. Punta seca. 2013
Hermosillo Sonora, Abril 2 de 2014.
La definición del Artista plástico presenta un
cambio cualitativo durante el Renacimiento. Si bien su sujeción a la Iglesia y
los monarcas es la relación que define su subsistencia y la temática de sus
obras, el desarrollo científico y la disputa por el poder político entre el
Estado y la Iglesia le brindará un sinfín de posibilidades de explicarse como individuo
creador y miembro de una sociedad que se asombra por los descubrimientos de
nuevos mundos y nuevas explicaciones de la relación del hombre con la
naturaleza y la divinidad. Durante el Renacimiento, el artista creador surge
del anonimato: la luz de la obra de Leonardo, Miguel Ángel y Rafael, entre
otros, emerge de las sombras, definiendo cánones que servirán de base a las
expresiones artísticas de los siguientes siglos.
Michelangelo Buonarroti. La creación de Adán. 1511
Desde el siglo XVI hasta fines del siglo XVIII
el poder absoluto de los monarcas y su asociación con el Vaticano seguirá
siendo fundamental en el derrotero de la sociedad occidental. El movimiento
manierista, secuela del Renacimiento exagerado,
primero, y luego el barroco y el rococó, serán el reflejo de una estética
particularmente cargada de la ideología prevaleciente: son una imagen del poder
absoluto de los gobernantes y de la Iglesia.
Los artistas del barroco responden a la
necesidad que tienen los poderosos de mostrar su poder en un escenario teatral
en el que se muestran los signos de dominación y que reflejan las disparidades
de la estructura social: las grandes construcciones urbanísticas atienden las
necesidades de ese poder absoluto; la pintura y la escultura se integran a
dicho escenario como elementos distintivos de la forma en que se concibe la
realidad distante de la del pueblo, desarrollando en sí mismas pequeños
espacios donde la teatralidad determina la composición de la obra y la
disposición de los elementos que ellas integran. El éxito social del artista
del barroco lo define su cercanía al poder, tal como ocurrió con el Cavaliere Bernini, el gran arquitecto y
escultor del Vaticano, protegido de siete Papas. La temática, por supuesto,
estará determinada, principalmente, por los símbolos de una religiosidad que
quiere recuperar terrenos perdidos en el proceso de Reforma-Contrarreforma, y
del poder terrenal detentado por los monarcas absolutos. Son tiempos del
claroscuro, y en ese camino se llega al tenebrismo. También, son tiempos de
austeridad luterana, pero coincidentes con las ornamentaciones excesivas y
retorcidas del barroco y el churrigueresco.
Gian Lorenzo Bernini. Autorretrato. 1623
Rembrandt van Rijn. Autorretrato. 1661
La luz del rey
sol es la oscura sombra de sus gobernados. La consolidación del Estado
moderno y la política de masas surgida de la Revolución de 1789, traslada el
interés del artista hacia temas asociados al nuevo contexto socioeconómico y
política de Europa: los temas históricos asumen una posición privilegiada en la
obra plástica de la época, incorporando los valores republicanos que requieren
ser divulgados al pueblo para consolidar la ideología revolucionaria y una
nueva vida fundada en la razón. Así se expresa en la pintura de Louis David o
en la de Ingres, igual en la escultura de Canova como en la de Houdon. El gran
mecenas es el Estado, y reclama del artista el transmitir los ideales relativos
al interés público que él representa, así como los principios de libertad,
fraternidad e igualdad surgidos del movimiento revolucionario.
Jean-Antoine Houdon. Retrato de Denis Diderot. 1773
Jean-Auguste-Dominique Ingres. Autorretrato. 1804
El arte se convierte, a su vez, en un bien
social, por lo que la creación de Museos públicos le dará al artista el espacio
para presentar su obra al escrutinio del pueblo. Paulatinamente, este cambio de
rumbo dará al artista una relativa independencia que permitirá su acceso al
movimiento del mercado del arte impulsado por promotores y marchantes entre la
clase burguesa.
Por su parte, el artista
romántico, en un contexto en el que se privilegia la libertad individual, es
considerado un individualista, creador espontáneo que sucumbe a sus
sentimientos y pasiones. Pijoan y Gaya Nuño (2004) hicieron referencia del
carácter retraído del pintor Delacroix, quien sucumbía fácilmente a sus
pasiones sexuales: “Se enamoraba de toda hembra que iba a ofrecérsele al
taller” (P. 24). En la vida cotidiana, el sustento de vida se diversifica, pues
se sigue trabajando para los viejos mecenas, la iglesia y la nobleza, igual se
responde a las comisiones estatales, pero cada vez mayor recurrencia, son los
ricos empresarios los que asisten a los ateliers
para requerir la realización de un retrato personal o de familia, o bien la
adquisición de algún paisaje o de una escena bucólica. Del mismo Delacroix se
recuerda que: “Antes de cumplir los treinta años, Delacroix ya ha conseguido
una reputación y grandes encargos del Gobierno. Es invitado por gentes de alta
categoría o posición y allí encuentra quienes pueden comprenderlo; sobre todo,
en los salones pierde gozar de la música que es su arte favorito.” (Ibíd.: 26)
El Romanticismo, sin duda, es un fiel reflejo del mundo burgués que se vive a
mediados del siglo XIX.
Eugène Delacroix. Autorretrato. 1837
Joseph Mallord William Turner. La mañana después del diluvio.Moisés escribiendo el libro del Génesis. 1843
Al tono crepuscular del Romanticismo se le
contrapone la luz vívida y luminosa que se encuentra en la naturaleza, en la
realidad objetiva. El artista Realista surge como reacción a las expresiones
exageradas del Romanticismo. Los conflictos sociales y las guerras de mediados
del siglo XIX, así como las contradicciones de una sociedad dividida en clases
y de la llamada revolución industrial, son causa del desarrollo de una
conciencia social en el artista de ese tiempo. Esta realidad objetiva es el
tema de los artistas realistas, tanto los movimientos nacionalistas, como los
movimientos sociales, así como las costumbres del pueblo y de las regiones dan
pauta para la denuncia como para la expresión artística; el artista se
convierte en un comunicador de las condiciones marginales de la clase obrera y
del campesinado, sustituye el sentimentalismo individualista por el compromiso
social, lo feo es un motivo de su pintura pues esta categoría sólo es el
reconocimiento de una realidad cruda y desigual entre los miembros de una
sociedad que cada vez más depende de la explotación del trabajo y del libre
mercado.
Gustave Coubert. El taller del pintor. 1855
Jean-Baptiste Carpeaux. Niño Pescador Napolitano. Detalle. 1857
El empirismo debe desentrañar las causas
naturales de la realidad objetiva, así también, el artista debe suprimir el
idealismo artístico para enfocarse a comprender y difundir la realidad
concreta, por cruda que ella sea: “En efecto, el pintor tiene una misión que
cumplir, que ya no es alimentar las ilusiones del pueblo o adular los apetitos
de los ricos: tiene una misión concreta, reformista, da de copiar las costumbres
y usos de la sociedad para mejorarla. Como el naturalista, analiza para
corregir, para hacer imposibles defectos e injusticias.” (Gállego, 2004b:
29-30)
El movimiento Impresionista se desarrolla en el
último tercio del siglo XIX. El artista impresionista surge como un rechazado
por la comunidad establecida de pintores y por el arte oficial. Esta
circunstancia los lleva a definir una nueva relación entre artistas y de éstos
con el mercado del Arte. Se establece una comunidad que incluso pretende
asumirse como una Sociedad Anónima Cooperativa de Artistas (Gállego, 2004a:
90), como lo promovió inútilmente en su momento el mismo Monet. El
impresionista es un creador por excelencia, constantemente explora caminos que
le den nuevas alternativas de creatividad, como sucede con el cine y la
fotografía que son vistos como nuevos instrumentos que pueden ser aprovechados
en la creación artística y en la definición y tratamiento de sus temas. Se
convierte en un artista que busca romper los límites de la naturaleza y alcanzar
con sus obras diversas impresiones de la realidad a partir de su estudio y el
efecto que el movimiento y la luz tienen en ella. El arte, además, es para él
una forma de expresión, pues el artista impresionista se propone transmitir con
su obra todo lo que lleva consigo, lo
que siente e imagina, lo que sueña, lo que se encuentra tanto en su mente como
en su corazón, tal como lo pretendió Rodin en su obra escultórica.
Oscar-Claude Monet. Impresión, sol naciente. 1872
El artista impresionista se esfuerza por
resolver el sustento de su cotidianeidad y la posibilidad de adquirir los
materiales para elaborar su obra. Atiende tanto pedidos oficiales como de los
ricos y poderosos, pero también coloca su obra en las galerías particulares y
con coleccionistas. Esta manera de vivir, le permite dedicarse a la creación,
aprovechando las tecnologías del momento, así como el desarrollo de materiales
–la pintura al óleo entubada-, o bien las teorías emergentes, como la del
color, que es la base reflexiva de su creación. Con esta relativa
independencia, asume una actitud moral diferente al artista de otros tiempos:
“En adelante, el impresionismo puede dejar de lado las convenciones
tradicionales sobre el arte de pintar, el dibujo, la perspectiva y la
iluminación del estudio; sugiere las formas y las distancias por las
vibraciones y contraste de colores; no considera el tema más que en su
atmósfera luminosa y en la mutaciones de la iluminación. Un paisaje bañado de
luz es el resultado de mil combates vibrantes, de descomposición prismática y
de toques de pincel irregulares que, desde lejos, se funde y crean la vida.” (Lassaigne, 1989: 576)
François-Auguste-René Rodin. El pensador. 1880
Referencias:
Cogniat, Raymond.
1989. “El Romanticismo”, en Historia de
la Pintura, Tomo 3. Bilbao: Asuri de Ediciones. Pp. 539-573.
Daudy, Philippe.
1989. “El Siglo XVII”, en Historia de la
Pintura, Tomo 3. Bilbao: Asuri de Ediciones. Pp. 439-503.
Elsen, Albert Edward. 1985. The Gates of Hell by
Auguste Rodin. Redwood City: Stanford University Press.
El-Wakil, Leila. 1989. “El Siglo XVIII”, en Historia de
la Pintura, Tomo 3. Bilbao: Asuri de Ediciones. Pp. 505-537.
Gállego,
Julián. 2004a. “La Pintura Europea del Siglo XIX, El Impresionismo y sus
consecuencias”, en Suma Artis. Historia
general del arte. Antología. Selección de textos de Miguel Cabañas Bravo,
Tomo IX. Arte Europeo y Norteamericano del Siglo XIX. Madrid: Espasa Calpe, S. A. Pp. 75-104.
Gállego,
Julián. 2004b. “La Pintura Europea del Siglo XIX, El Realismo Francés”, en Suma Artis. Historia general del arte.
Antología. Selección de textos de Miguel Cabañas Bravo, Tomo IX. Arte
Europeo y Norteamericano del Siglo XIX.
Madrid: Espasa Calpe, S. A. Pp. 29-44.
Grimme, Karin H. 2006. Jean-Auguste-Dominique Ingres. Colonia: Benedikt Taschen Editorial.
Lassaigne, Jacques 1989. “El Impresionismo”, en Historia de la Pintura, Tomo 3. Bilbao: Asuri de Ediciones. Pp.
575-613.
Pijóan,
José y Juan Antonio Gaya Nuño. 2004. “La Pintura del Sentimiento”, en Suma Artis. Historia general del arte.
Antología. Selección de textos de Miguel Cabañas Bravo, Tomo IX. Arte
Europeo y Norteamericano del Siglo XIX.
Madrid: Espasa Calpe, S. A. Pp. 17-28.
No hay comentarios:
Publicar un comentario