martes, 22 de diciembre de 2015

Las estrategias reformistas del gobierno

AOA. Hermosillo Sonora, vista panorámica. 2014

Hermosillo Sonora, Diciembre 22 de 2015.

Enfoques de la reforma
 
Los programas de reforma estatal implementados a partir de la década de los ochenta han generado diferentes interpretaciones de procedimiento. Dos han sido los enfoques tradicionalmente involucrados en dichos procesos: por una parte la percepción denominada progresista y que se centra en soluciones desde el Estado, mientras que la otra se reconoce como la estrategia reformista conservadora basada en políticas de mercado. Así lo plantea José Luis Ayala Espino (1992: 141), quien dijo que en relación con la reforma estatal “se han desarrollado distintos enfoques y marcos conceptuales. Entre ellos existen diferencias instrumentales y valorativas. Sin embargo, la reforma es concebida generalmente como un medio para lograr la modernización, elevar la eficiencia y competitividad globales, ampliar la democracia y garantizar la justicia social.”
 
La orientación de las políticas del primer enfoque de la reforma buscaría corregir las fallas de la participación estatal en la vida económica, dotándolo de una nueva racionalidad. La idea es reconocer el papel del Estado en la conducción de la economía, probablemente ajustándolo pero sin desmembrarlo.
 
El neointervencionismo planteó adecuar al Estado a las nuevas condiciones mundiales, aprovechar los avances de la ciencia y la tecnología, e integrar a la sociedad al ejercicio de las políticas públicas. Considera construir una nueva economía mixta que responda a la globalización, en la que el Estado aumente su papel en la esfera pública y eleve su eficiencia administrativa. Ello implica reconocer el aprovechamiento de avances administrativos que en otras organizaciones han tenido éxito, pero no significa relegar el papel político del Estado en la conducción social, ni dar paso a medidas que impliquen su desaparición.
 
El segundo enfoque, el de las soluciones de mercado, es el que ha imperado en las últimas tres décadas. Considerado como una perspectiva Neoliberal, se ha colocado al Mercado por encima del Estado.
 
Los arreglos de esta estrategia plantean la reducción de la participación estatal en la vida económica, exigiéndole revalorar su papel y funcionamiento, redimensionándolo y exigiéndole una mayor eficiencia y eficacia en el manejo de los recursos públicos. En esta óptica, coinciden las siguientes medidas: la privatización, fusión y desregulación, la descentralización y la desconcentración.
 
Asimismo, esta estrategia asimila la injerencia de los modernos sistemas de gestión privada a los asuntos de gobierno, por considerar que la nueva cara del gobierno debe caracterizarse por un ejercicio honesto, con calidad y orientado al público; de esta manera se plantea el someterse a procesos de reingeniería, manejo de estándares de calidad, administración del tiempo, planeación estratégica y contingencial, desarrollo organizacional, entre otros aspectos.
 

AOA. Cerro de la Campana. 2014
 
El nuevo manejo público
 
A partir de la década de los noventa se impulsaron otras estrategias de cambio. En la misma lógica de los planteamientos neoliberales, la atención se colocó en la transformación de la cultura organizacional, el funcionamiento eficiente de las estructuras organizacionales, la operatividad de los sistemas y procesos administrativos y la mejora regulatoria. Es decir, se plantearon modificaciones en las bases institucionales en todos sus niveles: jurídico, normativos, de planeación y programación, de coordinación y de administración y organización.
 
Esta estrategia ha venido impulsando como modelo de gobierno el llamado nuevo manejo o gestión pública, el cual se rige, según lo plantea Omar Guerrero Orozco (2004: 53-69): por su orientación al cliente-ciudadano; el impulso de la política de privatización (exoprivatización cuando se dirige a la reducción del tamaño del Estado, o endoprivatización cuando se promueven pautas gerenciales de la iniciativa privada al interior de las organizaciones gubernamentales); la distinción del mercado como referente no solo de la economía sino también de la política y del comportamiento de los organismos estatales; y la promoción de la competencia como proceso esencial característico del funcionamiento del sistema capitalista.
 
La base organizativa y operacional de esta estrategia incluye tres componentes: a. la aplicación del enfoque empresarial-gerencial, mediante el ejercicio de dos libertades fundamentales: la de elección y la del manejo; b. la aplicación de la gerencia por objetivos y resultados, caracterizada por el empleo de estándares y medidas, metas e indicadores de rendimiento gubernamental, bajo los cuales se llevan a cabo los planes, programas y proyectos de gobierno; y c. la agenciación, que implica la desagregación de la burocracia en las agencias que sean necesarias para brindar el servicio a sus clientes (como forma de descentralización y desconcentración administrativa). (Guerrero Orozco, 2004: 66-68)
 
La reforma del Estado a través de estos mecanismos ha significado ajustes estructurales en el desarrollo de muchos países que han derivado en grandes sacrificios de su población. Hoy se revisan estos postulados, planteándose que el “fundamentalismo” de mercado representa un riesgo al pretender “abolir la toma de decisiones colectivas e imponer la supremacía de los valores del mercado sobre todos los valores políticos y sociales.” según (Soros,1999: 29) Igual, desde los países latinoamericanos (Bustelo y Minujin, 1998) se señala que el modelo se tiene que modificar y plantearse propuestas para sociedades incluyentes, orientadas al logro, junto con el crecimiento económico, de una mayor igualdad social, la protección del medio ambiente y la configuración de condiciones para enfrentar a la globalización.
 
Además, cuando se revisa la Reforma Estatal en donde se da preeminencia al Mercado, se tiene que considerar la importancia de dar reconocimiento a los asuntos públicos como tarea primordial del Estado, y su necesaria participación para el desarrollo del país. Hacia el interior de las organizaciones estatales, también es fundamental el colocar en un lugar prioritario los programas de formación de los recursos humanos y de desarrollo de la infraestructura necesarios para impulsar una cultura, tanto empresarial como social, orientada a la inversión, asumiendo riesgos compartidos y el compromiso con el desarrollo social. La agregación de medidas de eficiencia administrativa de los órganos estatales resulta conveniente en términos de mejorar el servicio público, más no como mecanismos para avasallar al Estado y a sus partes constitutivas.
 

AOA. Museo y Biblioteca. 2014
 
 
Nuevas Tecnologías
 
Con las reformas estatales impulsadas durante los ochenta y noventa, se redefinió el perfil y funcionalidad del Estado, pasando de un Estado altamente interventor y omnipresente a una institución política orientada a sus funciones básicas, y restringido, en el plano económico, al papel de promotor y regulador. Esta nueva figura ha sido definida por Ricardo Uvalle Berrones (1994) como el Estado socialmente necesario; los rasgos de esta nueva expresión estatal corresponden a la revaloración de la vida pública y a la delimitación de fronteras entre lo que el Estado debe desarrollar y aquello que es propio de la vida social.
 
Esta perspectiva del Estado corresponde a una propuesta teórica que recupera principios y categorías de naturaleza política y, además, sin dejar de ponderar la incorporación del avance científico y tecnológico y valores de emprendimiento y responsividad, coloca atención a la conducción que el Estado hace de la sociedad y al compromiso que tiene para promover y conciliar estrategias para un desarrollo más equilibrado y equitativo.
 
La vigencia del Estado socialmente necesario requiere generar un estilo de gestión administrativa moderna, en la cual la publicidad y racionalidad se asumen como los rasgos distintivos; para desarrollar el buen gobierno, se ha propuesto la conjugación de tres tecnologías que sirvan para mejorar e incrementar la aptitud gubernamental en el logro de sus fines; estas tecnologías de gobierno son la gerencia pública, la gerencia social y las políticas públicas.
 
En un marco de pluralismo político y cívico que supone una sociedad democrática, se define que las políticas públicas propician una racionalidad progresiva en las decisiones y cursos de acción que instrumenta el gobierno. Se advierte que los asuntos públicos en sociedades plurales requieren de modelos de gestión que vayan más allá de la planeación y programación burocratizada, de las decisiones autoritarias y de la organización centralizada.
 
El diseño, implementación y evaluación de las políticas públicas requiere, además de la racionalidad administrativa, el involucramiento de los intereses sociales y la presencia activa y deliberada de los ciudadanos.
 
En cuanto a la gerencia pública, se considera que ésta, si bien puede recuperar prácticas de la gerencia privada, no olvida que su atención se finca en la vida pública, teniendo a los intereses públicos y los compromisos sociales como fines de dicha gestión. De esta manera, privilegia como sus propósitos a “la gobernabilidad, la democracia política, la descentralización, la participación ciudadana y su responsabilidad en los asuntos gubernamentales y públicos.” (Uvalle Berrones, 1994: 119)
 
Como tecnología del buen gobierno, la gerencia pública se presenta con un nuevo perfil de carácter estratégico, donde la función pública se mide en términos de la calidad de sus resultados, que trasciende los círculos cerrados de la administración tradicional, y que fomenta una intensa vida pública con la participación activa y abierta de la sociedad. Se trata, además de una tecnología que enfrenta con sensibilidad política y social la complejidad de la vida contemporánea.
 
Por su parte, la gerencia social se considera como otra modalidad de la acción gubernamental. El centro de atención de esta tecnología responde a uno de los principales males de la actualidad, la pobreza. Al respecto, el Informe sobre el Desarrollo Humano 1999 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) observó que al centrarse la reforma estatal en las políticas macroeconómicas, los aspectos sociales y políticos quedaron subordinados a dichas políticas, bajo un fuerte control que derivó en la concentración del poder y la riqueza en un grupo selecto de la población en detrimento de las grandes mayorías.
 
En este sentido se ha insistido en la idea de que el Estado recupere su papel de dirección del desarrollo socioeconómico y político. Pero un Estado replanteado en términos de reconocerse, según Kliksberg (2001: 167) como un Estado social inteligente. Este nuevo Estado conlleva también un nuevo estilo de gestión preocupada por los asuntos de orden social: sin ser paternalista, este tipo de gestión se basa en el realismo de la vida social y económica, se muestra como una práctica gerencial en la que concurren las energías del gobierno en comunión con las de los grupos sociales.
 
Bernardo Kliksberg, quizás el intelectual que mayor énfasis ha dado a este tipo de gestión, apunta que se trata de “…gerenciar proyectos para poblaciones carenciadas en campos como la nutrición, la educación, la salud, el empleo, la vivienda, el desarrollo rural, etc. Se muestra en la práctica como una actividad gerencial muy particular, que no puede manejarse con los enfoques de administración de empresas privadas o de administración pública tradicional. Se requiere un enfoque diferenciado, un enfoque de Gerencia Social.” (Kliksberg, 2002: 95)
 
 
Conclusión
 
La acción de gobierno debe encaminarse a la atención del interés público implicado en las necesidades, demandas y expectativas de la sociedad. Se considera el desarrollo como un tema de orden público, al igual que las diferentes dimensiones en que puede ser desagregado.
 
La capacidad de respuesta del gobierno precisa de un conjunto de esfuerzos orientados a resolver los problemas atingentes de la sociedad.
 
La administración pública tiene un papel relevante como rector del desarrollo nacional y como actor fundamental en la estructuración de estrategias para lograr mejores condiciones de vida y desarrollo de la sociedad en los diferentes sectores en que este último se desagrega.
 
Se requiere un replanteamiento del marco institucional de operación de la administración pública, considerando que la aplicación del Estado de derecho y el desarrollo de las conductas de los servidores públicos con base en los principios fundamentales de actuación puede permitir que los programas y proyectos de gobierno puedan cumplir con los cometidos para los que fueron diseñados.
 
El desarrollo debe asumirse como un proceso cuyo destinatario es el ser humano, de otra manera no tiene sentido. También debe ser considerado como un proceso donde lo que se privilegia es el interés público, es un proceso en donde se debe beneficiar a todos los miembros de la sociedad y no discriminar llevando los frutos del crecimiento económico a las mesas de pocos miembros de esa sociedad.
 
 
Referencias:

Ayala Espino, José Luis, (1992) Límites del Mercado, Límites del Estado. México, Instituto Nacional de Administración Pública, A. C.
Bustelo, Eduardo y Alberto Minujin (Editores), (1998) Todos Entran. Propuesta para sociedades incluyentes. Colección Cuadernos de Debate. Santa Fe de Bogotá, Colombia, United Nations Children's Fund (UNICEF).
Guerrero Orozco, Omar, (2004) La nueva Gerencia Pública. Neoliberalismo en Administración Pública. México, Distribuciones Fontamara.
Kliksberg, Bernardo, (2001) El nuevo debate sobre el desarrollo y rol del Estado. Mitos y realidades en la América Latina de hoy. México, Instituto Nacional de Administración Pública, A. C.
Kliksberg, Bernardo, (2002) Hacia una economía con rostro humano. México, Fondo de Cultura Económica.
Lora, Eduardo (Editor), (2007) El estado de las reformas al Estado en América Latina, Prólogo de Francis Fukuyama. Washington, Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo y Mayol Ediciones.
Uvalle Berrones, Ricardo (1994) Los Nuevos Derroteros de la Vida Estatal. México, Instituto de Administración Pública del Estado de México, A. C.
 

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