I. El escenario y sus cambios
El conde Alfred de Nieuwerkerke, directeur général des Musées Nationaux
durante la Segunda República de Napoleón III, definió la obra de los
paisajistas de la Escuela de Barbizón de la siguiente manera: «Eso es pintura
de demócratas, de esa gente que no se muda de ropa interior y que trata de
imponerse a la gente decente. Me disgusta y me asquea…» (Citado por Gállego,
2004: 31). Tal definición, que trasciende lo estrictamente estético de la obra
de estos pintores franceses, es el reflejo de los tiempos que se vivían en la
Europa del siglo XIX tras los hechos asociados a la revolución de 1789.
El realismo en las artes, en el que se inscribe la
Escuela de Barbizón, la cual fue «la rama más delicada y poética del Realismo»
(Ibíd.), y entre cuyos integrantes fundadores destacan Théodore Rousseau,
Jean-Baptiste Camille Corot, Jean-François
Millet y Charles-François
Daubigny, irrumpió en el escenario de las artes como una reacción
a otros movimientos plásticos vigentes durante la primera mitad del siglo XIX
como el neoclasicismo, el romanticismo y el simbolismo.
Las condiciones materiales de vida se transformaron
tras la expansión del proceso de la primera industrialización llevado a cabo
durante el siglo XVIII y la primera parte del siglo XIX. José Pijoan escribió
al respecto: «La industrialización, el desarrollo de los medios de comunicación
terrestre y marítima (gracias al empleo de la máquina de vapor) determinan, de
hecho, la desaparición del antiguo artesanado, y la formación de una
numerosísima población obrera que se acumula en los grandes centros. Con ello,
las condiciones de la vida económica y social sufren una alteración
profundísima, que se refleja en las ideologías.» (Pijoan, 1979: 193).
Este desarrollo de las fuerzas productivas y de las
relaciones sociales de producción reconfiguraron la contradicción de las clases
sociales durante esta etapa del sistema capitalista: la confrontación frontal
entre la burguesía y el proletariado se expresa en las deplorables condiciones
en las que se desarrolla el trabajo en las fábricas: extensión ilimitada de la
jornada de trabajo, explotación no sólo del trabajo del obrero sino también de
su mujer y sus hijos, insalubridad y ausencia de sistemas de seguridad en el
trabajo y de prestaciones sociales; el salario que perciben los trabajadores
concreta la generación, en su máxima expresión, de la plusvalía absoluta
característica de esta etapa del capitalismo.
Por otra parte, los ecos de la revolución francesa
también se extendieron a todo el continente europeo. La caía del absolutismo y
el eventual ascenso de democracias parlamentarias dio un giro a la concepción
del Estado, ya liberal, y de su forma de operar para atender los asuntos de
gobierno. Durante la primera mitad del siglo XIX Francia vio como la Primera
República, instaurada tras la abolición de la monarquía de los Luises, dio paso
al Primer Imperio instituido por Napoleón Bonaparte; después del fracaso en
Waterloo en 1815 volvió la monarquía, pero tres lustros después, durante la
revolución de 1830 los ciudadanos franceses establecieron una monarquía
constitucional, derrocando al autocrático Carlos X y llevando al trono a Luis
Felipe I, el rey de las barricadas.
Esta insurrección de las clases medias y populares
se repetiría durante la revolución popular de 1848, cuando se constituye la
Segunda República y se logra la abdicación de Luis Felipe; las crisis
económicas, el atraso en el proceso democratizador del país y las exigencias
republicanas y de los grupos socialistas llevó al clamor popular que exigía la
caída de Luis Felipe I, a un nuevo gobierno republicano, y al logro del voto
universal de los varones, el derecho al trabajo para todo ciudadano y la
fijación en 10 a 11 horas de la jornada laboral.
La
Segunda República cayó en 1852 luego del Coup
d’Etat encabezado por Carlos Luis Napoleón Bonaparte quien proclamó el
Segundo Imperio; un año antes este segundo Bonaparte, el pequeño Bonaparte como lo nombró Víctor Hugo, siendo presidente
había disuelto la Asamblea Nacional y, convertido en dictador, al tiempo dio el
siguiente paso al asumirse como el emperador Napoleón III. En el prólogo del 18 Brumario, Karl Marx, pronosticando el
futuro de Francia, sentenció: «Pero si por último el manto imperial cae sobre los hombros
de Luis Bonaparte, la estatua de Bronce de Napoleón se vendrá a tierra desde lo
alto de la Columna de Vendôme, es ya una realidad.» (Marx, 2003:
6).
El Segundo Imperio concluyó con el fracaso de
Napoleón III en la Batalla de Sedán, donde fue detenido, dando fin a la Guerra
Franco-Prusiana. Entonces, el gobierno provisional de la República tuvo que
enfrentar el movimiento insurreccional de la Commune de Paris, que, bajo los influjos de los principios
anarquistas y socialistas, estableció un gobierno autogestivo que duró del 18
de marzo al 28 de mayo de 1871. Es en ese tiempo cuando la previsión de Marx se
vuelve una realidad: por decreto de la Commune, la Columna de Vendôme fue demolida; según
lo consigna Pigoan (1979: 209-2012), el pintor Coubert quien recién había
renunciado al cargo de Delegado de Bellas Artes al que le nombró el gobierno
revolucionario, fue quien pagó las consecuencias del hecho, siendo sentenciado
en 1873 a cobrar los costos de su reparación, lo que le forzó a huir a Suiza
donde murió cuatro años después.
II. Nuevas ideas
Las transformaciones
socioeconómicas y políticas que se vivieron en el siglo XIX tuvieron como
consecuencia el desarrollo y propagación de nuevas ideas con las que se buscaba
interpretar y transformar la realidad prevaleciente. Los trabajos de Auguste
Comte acerca de la Filosofía Positiva
derivan en una concepción a tono con los desarrollos científicos y tecnológicos
de la época: el industrialismo impone una nueva lógica económica, política,
cultural y social que es empujada por las clases sociales emergentes; Fernández ha destacado que para Comte, «…la primacía de lo social se ve expresada en
su idea de la "marcha general de la civilización”. La evolución del
conocimiento es la base del progreso de las sociedades, no está depositada en
los individuos particulares. Las bases de constitución de las sociedades se
encuentran en un movimiento histórico que, sujeto a una legalidad propia,
desborda y seculariza las voluntades individuales, cuyo ámbito de acción es lo
que Comte denomina “combinaciones políticas”, que se despliegan, con éxito, a
partir del reconocimiento de los límites impuestos por una evolución natural a
la que se subordina.» (Fernández, 2008: 29).
Frente
a esta visión optimista del progreso
social, surgen otros planteamientos en los que se da cuenta de la realidad
en que viven las clases populares y trabajadoras. Como respuesta a las
condiciones de pauperismo en que vivía la mayoría de la población, las ideas de
Charles Fourier y Robert Owen, primero, y posteriormente las del francés Henri
de Saint-Simon diagnostican la necesidad de una serie de reformas sociales que
propicien nuevas condiciones de vida. Este programa como lo recuerda Lanfranco
para el caso de los argumentos de la teoría social de Owen, tiene como
principios sustantivos «…la
estrecha relación entre conocimiento y felicidad en su sistema. En la medida
que el deseo de la felicidad que todos los hombres poseen es dirigido por el
conocimiento, las acciones virtuosas y beneficiosas para el hombre serán
abundantes. Por el contrario, si el hombre es influenciado por falsas nociones,
o por la ausencia de conocimiento, las acciones que prevalecen originarán
crímenes de donde surgiría un sinfín de miserias…». (Lanfranco,
2013: 231).
Estos
argumentos, propios de la Ilustración, colocan a la educación como un propósito
fundamental, a ello agregan las reformas que permitan el cambio en las
condiciones sociales de la población. Se trata de preocupaciones colectivas y
de llevar a cabo propuestas de solución del mismo corte, como la fraternidad y
el cooperativismo de Owen, los falansterios de Fourier, o la transformación
desde el Estado mediante el fomento de la industria (que acaba con los
ociosos), la abolición de las herencias, y la transformación moral y física de
las clases pobres planteadas por Saint-Simon.
De
igual manera, se empiezan a difundir y estar presentes en las movilizaciones
sociales y de trabajadores los planteamientos de anarquistas como Pierre-Joseph
Proudhon y Mijaíl Bakunin, y de los socialistas Karl Marx y Federico Engels.
Desde la revolución francesa empezaron a germinar las ideas que alimentan a
estos pensadores. Rousseau enfatizaba ya la bondad del hombre en naturaleza y
su disposición a la cooperación para la satisfacción de sus necesidades. El
cuestionamiento del poder Estatal, el colectivismo y la planeación comunitaria
de la producción y distribución de bienes y servicios son piedras angulares de
estas ideologías. La dictadura del proletariado como camino al comunismo que
defendía Karl Marx fue uno de los puntos de conflicto ideológico con los
anarquistas, quienes proponían la destrucción inmediata del Estado. Durante la Commune los argumentos de ambos grupos
tuvieron repercusiones considerables entre los insurrectos.
Criticando
a Proudhon, en su Manifiesto del Partido
Comunista, Marx y Engels arremeten en contra de «…los filántropos, los humanitarios, los que pretenden
mejorar la suerte de las clases trabajadoras, los organizadores de la
beneficencia, los protectores de animales, los fundadores de las sociedades de
templanza, los reformadores domésticos de toda laya.» (Marx y
Engels, 2011: 67); la dictadura del proletariado, como necesidad histórica que
se distingue de otros movimientos de transformación reconoce que «Todos los movimientos han sido hasta ahora realizados por
minorías o en provecho de minorías. El movimiento proletario es un movimiento propio
de la inmensa mayoría en provecho de la inmensa mayoría. El proletariado, capa
inferior de la sociedad actual, no puede levantarse, no puede incorporarse sin
hacer saltar toda la superestructura formada por las capas de la sociedad
oficial.» (Ibíd.: 45).
Los
movimientos sociales no sólo se expresaron en Francia, en otros países Europeos
como Alemania, Austria, Hungría e Italia, por ejemplo, hubo repercusiones de la
revolución de 1848, mientras que la Commune
suscitó amplias repercusiones acerca de la posibilidad de reivindicaciones
sindicales e, incluso, del triunfo de una revolución de corte socialista.
También
en el ámbito cultural se dieron cambios de perspectiva sobre el contexto de la
época. El Positivismo influyó para promover una visión realista de la vida social: en contraposición a la nostalgia en la
que se desenvolvía el romanticismo,
la ciencia y la tecnología se constituyeron en elementos para tener una
comprensión más realista de realidad
material, sobre la cual el hombre puede incidir y transformarla.
A
partir de la década de los cincuenta, ya elaborados los fundamentos comteanos y
verificados los movimientos revolucionarios que instalaron la Segunda República
e hicieron posible las reivindicaciones sociales, el idealismo romántico cedió
su lugar al positivismo cuya primera manifestación en las artes plásticas se
plasmó en el realismo de Gustave Courbet
y el paisajismo de la Escuela de
Barbizón.
III. El artista belga Constantin
Meunier
Para José Pijoan (1979: 212), la influencia del realismo sobre la escultura fue
limitada, dado que ésta estaba más vinculada a los proyectos surgidos en las
oficinas gubernamentales. Al respecto, sin embargo, rescata tres casos
singulares que destacan en la historia del arte: en principio, acentúa la
influencia que Gustave Courbet ejerció en la obra del escultor francés Aimé-Jules
Dalou (1838-1902), quien, por cierto, lo acompañó en su capítulo como Delegado
de Bellas Artes durante la Commune siendo
nombrado por el pintor como Subdirector Interino del Louvre; Jean-Baptiste
Carpeaux (1827-1875), el mejor escultor de la época, recibió la influencia de
Daumier, en particular en lo que hace a los retratos realistas del escultor; y,
agrega Pijoan, por su parte Millet y su sentido social se percibe en la obra
pictórica y después en las esculturas del belga Constantin Meunier.
Constantine
Émile Meunier nació en Etterbeek el 12 de abril de 1831 y falleció en Ixelles,
en su casa estudio, el 4 de abril de 1905; ambos sitios vecinos que junto con
otros 17 municipios forman una de las tres regiones que conforman Bélgica: la
Región de Bruselas-Capital, cuya ciudad capital es Bruselas. Su primer contacto
con el arte es con su hermano Jean-Baptiste Meunier, grabador quien le enseña
los principios de esa especialidad plástica. Posteriormente, realizó sus
estudios de arte en la Académie des Beaux-Arts de Bruselas entre 1845 y
1854, donde aprendió del pintor Jean-François
Navez y escultura con Louis Jehotte y Charles-Auguste Fraikin, maestros que
introdujeron a Meunier en la visión neoclásica; en ese mismo tiempo tomó clases
de pintura con el francés Charles de Groux, quien influyó fuertemente en
Meunier, en cuanto a los temas sociales en el arte.
Entre 1857 y 1859 hizo una estancia en la Abadía
Trappist de Westmalle (cerca de Amberes), donde se sintió atraído por la vida
claustral y por los personajes religiosos e históricos; esta inclinación de
Meunier ya se había manifestado tres años antes, cuando realizó sus primeras
pinturas inspiradas en temas religiosos y de género.
En 1862 contrajo matrimonio con Léocadie Gorneaux, con quien procreó cinco
hijos.
En 1868, junto con sus amigos Louis Dubois y
Félicien Rops, fundaron la Société Libre des Beaux-Arts en Bruselas, cuya
orientación plástica se ubica en el realismo de vanguardia.
Un momento trascendental en la vida de Meunier es
la visita que hizo en 1878 a la fábrica
de vidrio Val-Saint-Lambert y la acería de Cockerill en Seraing, poniéndolo en
contacto con las áreas industriales y sus trabajadores; desde entonces la
temática de sus obras se ligará al realismo
social. Dos años después presentará las primeras escenas del trabajo
industrial con motivo de la celebración del cincuenta aniversario de la
independencia de Bélgica, la cual se había logrado tras la revolución de julio
de 1830. El mismo artista asumió como inspiración el
mundo obrero de las minas belgas, convirtiéndose en «…el
maestro de un nuevo tipo de arte realista social que vino a llenar un vacío en la representación de la realidad de la época,
y dando un rostro al trabajador, corazón del desarrollo económico industrial.» (Galerie Edouard Ambroselli, 2012: 14).
Posteriormente, Meunier
fue comisionado para realizar unas reproducciones pictóricas en Sevilla España,
donde permaneció entre los años 1882 y 1883; el artista aprovechó para realizar
bocetos y pinturas sobre la vida cotidiana de Andalucía. Ana María Preckler
ha dicho que ese contacto con el arte español llevó al artista belga a
desarrollar su vocación escultórica dentro de un realismo que plasma a
campesinos y trabajadores en «…figuras idealizadas y en las que predomina la
estética sobre el contenido ético, a pesar del sentido claramente social de su
producción. La dinámica con la que estos operarios de Meunier realizan su labor
y tarea es pausada y no parece conllevar esfuerzo ni penuria, a la manera como
lo hacía Millet con su campesinos.» (Preckler, 2003: 219). En relación a las
cualidades plásticas de la obra escultórica del artista belga, Preckler agrega
que «Las esculturas de Meunier posee volumen, robustez y densidad, un modelado
pulido y suave y una técnica elegante y delicada; sus trabajadores respiran
honra y sencillez, y resultan de una gran belleza formal y plástica y de una
impresionante modernidad.» (Ibíd.: 219-220).
A su regreso a Bruselas, Meunier modela sus
primeras esculturas sobre la vida de los mineros; crea entonces El pudelador en 1884; luego da vida a
una versión en cera de El descargador (El
estibador) en 1885; en el año 1886 presenta El martillador también conocido como El forjador; El grisú lo
realiza en 1889, escultura también conocida como La explosión de grisú una escena grupal basada en un accidente
minero; también realizó Caballo al agua
(Caballo en el abrevadero) en 1899.
Desde 1890 Meunier empezó a trabajar en el Monumento
al trabajo «…Sin embargo, el terraplén, al cual da nombre la Bélgica
industrial del siglo XIX, sería erigido hasta después de la muerte del
escultor, por el arquitecto Mario Knauer, en 1930. (…) Meunier trata su tema en
un estilo que combina el Naturalismo y la pericia de la vanguardia del siglo
XIX.» (Manca, Bade y Costello, 2007:
498); este monumento fue instalado en la plaza de Troopz en Bruselas.
Meunier también realizó
labor docente: desde 1887, fungió como profesor de pintura en la Academia
de Bellas Artes de Lovaina, más adelante lo sería también de la Academia de
Bruselas. En 1896 realizó una exitosa exposición retrospectiva de su obra en la
galería L'Art Nouveau en París; al año siguiente visitaría Dresde y Berlín
donde sería reconocido por la vanguardia alemana. En 1898 participará en la
Sezession de Viena. Un año después Meunier fue elegido Miembro de la Real Academia de Bélgica. El
artista belga fue reconocido en varias ocasiones, así, como pintor se hizo
merecedor de la medalla de bronce en la Exposición Universal de 1889 y como escultor
recibió el Gran Premio en las Exposiciones Universales de 1889 y 1900; también
fue nombrado Oficial de la Orden de Leopoldo y Caballero de la Legión de Honor
en 1889.
Meunier construyó una casa-estudio en Ixelles en 1890, lugar donde vivió
hasta su muerte, en 1905. Posteriormente, el Estado belga adquirió este edificio
para convertirlo en el Museo Meunier,
donde se albergan sus obras producidas en el periodo de 1875 hasta 1905.
Viendo más allá de su
trayectoria artística, se reconoce la militancia de Meunier como miembro del
Partido Obrero Belga, al cual se afilió después de su contacto con los mineros
de la región de Valonia. La industrialización belga de esos años propició el
surgimiento de grupos de obreros organizados en sindicatos y la participación
política de los mismos en partidos políticos de izquierda. La tradición
socialista belga brotó con el nacimiento del Partido Obrero Belga en el año de
1885; sus objetivos centrales eran organizar a las diversas corrientes socialistas
del país y forjar la unidad de la clase obrera en la lucha por sus intereses: una
preocupación del escultor belga, que sirvió de argumento en la confección de su
obra plástica.
En el mismo sentido,
resulta interesante la participación del escultor como miembro notable de la
Logia Les Amis Philanthropes de El Gran
Oriente de Bélgica; es decir, de la gran logia masónica de Bélgica, la cual
fue fundada en 1833 cuando apenas el país cumplía tres años de independencia.
Es importante apuntar, desde el punto de vista ideológico, que en la década de
los setenta del siglo XIX, El Gran
Oriente Belga rompió relaciones con la Gran Logia Unida de Inglaterra,
uniéndose al Gran Oriente de Francia y otras logias del continente, lo que
implicó que la iniciación de nuevos miembros no requiriera que estos creyesen
en un Ser Supremo.
Cabe recordar que la
Francmasonería se considera como «…un movimiento del espíritu, dentro del cual tienen cabida todas las
tendencias y convicciones favorables al mejoramiento moral y material del
género humano. La Francmasonería no se hace órgano de ninguna tendencia
política o social determinada. Su misión es la de estudiar desinteresadamente
todos los problemas que conciernen a la vida de la humanidad, para hacer su
vida más fraternal. La Francmasonería declara reconocer, por base de su
trabajo, un principio superior e ideal, el cual es generalmente conocido por la
denominación de Gran Arquitecto del Universo. No recomienda ni combate ninguna
convicción religiosa, y añade que ni puede, ni debe, ni quiere poner límite,
con afirmaciones dogmáticas sobre la Causa Suprema, a las posibilidades de
libre investigación de la verdad.» (Perales, 1985: 38). En este sentido,
se puede considerar El Gran Oriente como
un ámbito propicio para una personalidad como la de Meunier, esto si se toman
en cuenta sus inclinaciones religiosas de juventud, e, incluso, si con su
vocación política dentro del socialismo le hayan distanciado de sus creencias
en un Ser Superior.
IV. El
descargador del Puerto de Amberes y el País Negro
Históricamente el Puerto de Amberes se ha
considerado uno de los más importantes de Europa y del mundo en lo que hace al
tráfico de mercancías y de buques de carga de gran tamaño; de acuerdo al
movimiento de contenedores, en Europa es el segundo en importancia después del
Puerto de Rotterdam y el número 15 a nivel mundial. A principios del siglo XIX
el emperador Napoleón Bonaparte reconoció su potencial y ordenó la construcción
de la primera esclusa y el primer muelle del puerto en 1811. El desarrollo de
Amberes se vio fortalecido con la conclusión del Muelle Kattendijk en 1860 y con
la construcción del ferrocarril conocido como Rin de Acero hacia el Ruhr, la región industrial más importante de
Europa, el cual se concluyó en 1879. Amberes incrementó su importancia
económica con la construcción de otros ocho muelles a principios del siglo XX.
Como se señaló, Meunier descubrió el mundo de la
industria alrededor de 1880, durante su visita a la Provincia de Hainaut en la
Región Valona, cuando la recorría en búsqueda de temas para sus obras
plásticas. El mismo Meunier destacó este momento, por su
relevancia en cuanto al sentido de su obra, el significado de su temática y el
giro que daría hacia la escultura, como por lo que representaba para su vida
personal y familiar: «Entonces el azar me llevó al país negro,
el país industrial.
Me llamó la atención esta belleza
trágica y salvaje. Sentí en mí como una
revelación de una vida de trabajo
por crear. Una inmensa piedad
me cautivó. Todavía no había pensado en
la escultura. Con 50 años sentí en mí
fuerzas desconocidas, como una nueva
juventud, y con valentía empecé la obra.
Era audaz, por desgracia! Yo tenía una familia numerosa.» (Treu, 1889: 23).
En 1881 volvió al País negro, en un viaje de mayor duración que el primero,
completando varios estudios y dibujos que sirvieron de base a futuras pinturas
al óleo. Meunier centró su atención en los interiores de las fábricas y las
minas, revelando las penurias, desolación y exigencias del trabajo industrial.
Al estudiar la obra pictórica de Meunier, Weinsberg describe la compasión por
los trabajadores que el artista plasma en sus pinturas, dice: «En
algunas, el obrero surge como un héroe monumental,
de pie con la silueta afilada ante los fuegos de la industria.
En otras obras, los mineros penosamente resignados a
su trabajo descienden a las minas de carbón. También
representa a estos hombres, con
los rostros cubiertos de mugre,
sus expresiones lindantes con la desesperación, tratando de relajarse en
una taberna local después de horas de mano de obra. Incluso
en este intento de la
sociabilidad, la monotonía de
sus vidas es manifiestamente
evidente.» (Weisberg, 1992: 227).
Cuando
a mediados de esa década Meunier fue dando mayor atención a la creación escultórica
que a la pintura, el significado del trabajo y de los trabajadores empezó a
cobrar una nueva visión; el mismo Weisberg lo reconoce así, al hablar de las
esculturas producidas por Meunier en ese tiempo: «Aquí,
como en su pintura, creó obras de
considerable fuerza que lo estableció como el portavoz visual para los oprimidos. Produjo numerosas piezas que se centraron en los trabajadores de las
fábricas de mineral de hierro o en las minas. A
partir de 1890, estas esculturas, de figura ennoblecida se observaron continuamente en Bruselas o en las exposiciones
anuales de la Société Nationale des
Beaux-Arts de París.» (Ibíd.).
El reconocimiento que recibió la obra escultórica
de Meunier y su talante fue tanto por las clases populares como por la
oficialidad. El artista belga fue el primer escultor cuya obra fue adquirida
por el gobierno francés: en 1890 en el primer Salón Nacional de Bellas Artes,
sociedad secesionista de los Artistas franceses, se compararon dos
esculturas de bronce: El descargador del
Puerto de Amberes y El martillador,
ambas se destinaron al Museo de Luxemburgo. El
martillador, obra que también se conoce como El forjador, remite a las obras que el artista realiza sobre los
trabajadores de las minas y la industria del acero. El descargador del Puerto de Amberes es la representación de los
trabajadores del norte del país, de los trabajadores portuarios.
Estas esculturas que representan al trabajo y a los
trabajadores del campo y la ciudad, entre ellos a los trabajadores portuarios,
comenzaron a asumir el papel de iconos emblemáticos de las clases obreras y
campesinas, así como de los gremios sindicales y los partidos políticos de
izquierda. En el caso de la estatua de El
descargador, el Estado Belga encargó a Meunier una reproducción de tamaño
real, la cual fue erigida en la Plaza principal de Amberes, convirtiéndose en el monumento que honra al trabajador del
puerto, al estibador o descargador que hace posible el movimiento de los
productos que llegan y salen del puerto, pero también en el símbolo de la
ciudad; incluso, posteriormente, en 1893, el escultor realizará un busto de El descargador al que dará el nombre Amberes, cuyas reproducciones circularán
por la ciudad, el país y todo el continente europeo.
La ficha de catalogación que presenta el Musée d'Orsay de París define a los
descargadores como aquellos «…hombres que cargan y descargan los buques, éstos
que llaman ahora con mayor frecuencia estibadores. Todo y salvándose del
miserabilismo, el Descargador del Puerto de Amberes, esculpido por Meunier,
se ha convertido en una representación arquetipal de la alienación de los
individuos por el trabajo.» El mismo documento agrega en su comentario el
recibimiento del cual fue objeto cuanto se presentó públicamente la primera
versión del monumento, apunta que «Cuando se presenta el gran yeso en París, en el
Salón de la Sociedad Nacional de Bellas Artes, en 1889, la crítica es
entusiasta: "...jamás se había figurado, con semejante intensidad, tanta
expresión trágica y emocionante, de energía, de aplastamiento, de sufrimiento y
de resignación".»
De la obra de Meunier, de manera singular El descargador del Puerto de Amberes ha sido valorado de manera muy
positiva. Se ha reconocido en la obra del escultor belga un acento clásico en
su tratamiento plástico, una cualidad obvia en la figura de El descargador. Pero, a diferencia de
sus otros trabajos, en El descargador se
reconoce una monumentalidad clásica aunada a la validación de la nobleza y
orgullo de la clase trabajadora. Es indudable el carácter social y
reivindicativo que se aprecia en el monumento, rasgos apreciados por la
izquierda socialista belga que aún en el presente le reconocen en términos de
su significado emblemático.
El
descargador es un trabajador físico que pertenece a los estratos más bajos de
Amberes. Se le presenta con su ropa de faena. El escultor lo ha plantado con un
marcado contrapposto que si bien le
da reposo también le imprime un cierto dinamismo derivado de la oposición
armónica de las partes del cuerpo. Es una figura atlética, forjada en el
trabajo; la dureza del cuerpo se marca con la síntesis con la que el artista
privilegia el trato del modelado, sin que la ausencia del detalle evite la
identificación del papel social del personaje que se representa. El descargador es una figura épica con
la que se honra el trabajo, en el que se aprecia un claro contenido social y
político.
Admirado por Van Gogh y reconocido por Rodin, la escultura de Meunier se
ha comparado con las pinturas de Millet. Meunier es conocido como el más
importante representante de la escultura
social. La relevancia de El
descargador del Puerto de Amberes dentro del realismo social ha sido
comparada en Francia con la de El
campesino, obra de Jules Dalou; de esta obra, en la ficha del Musée d'Orsay se ha descrito que la
escultura, «produce una profunda impresión. No representa a un
bello atleta en una pose a la antigua, sino a un auténtico campesino, con el
cuerpo deformado por el cultivo de la tierra, captado en un momento de
descanso. La actitud, no obstante, es noble y digna. El escultor,
partidario de la Comuna de París y republicano convencido, denuncia la alienación
del hombre por el trabajo.»
El realismo en el arte quedó circunscrito a los intereses de las clases
subordinadas. De igual manera, se asoció a las ideologías socialistas y
anarquistas de la segunda mitad del siglo XIX que cuestionaban duramente el
pauperismo y las críticas condiciones de trabajo del proletariado. Recuperó y
revaloró rasgos estéticos asociados a lo cotidiano, lo feo, lo sórdido y lo
marginal (Fiscer, 2011:
8). La representación del trabajo y el trabajador, asumida como tema central,
fue realista y en ocasiones cruda, pero también majestuosa y ennoblecedora. La
escultura de Meunier refleja el sólido compromiso político y social del
artista, convirtiéndose en un referente para el realismo socialista y otras
expresiones de la plástica en la primera mitad del siglo XX. El descargador del Puerto de Amberes es
la mejor representación del proletariado en el que se sincretiza el reflejo de
la realidad social de las clases desposeídas, una estética de lo cotidiano, el
enaltecimiento épico de la escultura social y la evidencia para el argumento
ideológico de la izquierda.
Fuentes bibliográficas:
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2011. Málaga: IES Juan de la Cierva. Vélez-Málaga.
http://www.claseshistoria.com/revista/2011/articulos/fiscer-arte-clases.pdf.
Galerie
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sur la sculpture XVIIe - XXe siècles. Invitación para la Exposición. París:
Galerie Edouard Ambroselli.
Gállego, Julián. 2004. “La pintura del siglo XIX. El
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Pp.29-44.
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sociedad en el pensamiento de Robert Owen como base del socialismo británico
(1813-1816)”, En Revista Historia Crítica
No. 50, Bogotá, mayo-agosto 2013, de la Facultad de Ciencias Sociales de la
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estado de México. Editorial Numen.
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del Arte. T. 9. Cap. 12 Pintura francesa posromántica. Realismo. San Mateo
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Editorial Complutense.
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Weisberg, Gabriel P. 1992. Beyond Impressionism. The Naturalist impulse. New York: Harry N.
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Portales de internet:
Biografías y Vidas. La Enciclopedia Biográfica en Línea: http://www.biografiasyvidas.com/
Constantin Meunier. Exposición. 20.09 2014 > 11.01 2015: http://www.expo-meunier.be/
Grand Palais. Musée d'Orsay: http://www.musee-orsay.fr/
Juventudes Socialistas de Chamberí: http://www.jschamberi.org/blog/
La espina roja: http://espina-roja.blogspot.mx/
Musée Meunier: http://www.fine-arts-museum.be/fr/les-musees/musee-meunier-museum
Museu Nacional d'Art de Catalunya: http://www.museunacional.cat/
Wikipedia.
La enciclopedia libre: https://es.wikipedia.org/, https://en.wikipedia.org/ y https://fr.wikipedia.org/