martes, 12 de noviembre de 2024

La construcción de teoría en Administración Pública. Obra inédita de Omar Guerrero

 

 Hermosillo, Sonora a 12 de noviembre de 2024.

Texto completo del artículo elaborado por el Dr. Omar Guerrero Orozco. Este trabajo se encuentra en el sitio del Dr. Guerrero Orozco: https://omarguerrero.org/docs/ineditos.html. El link de descarga está disponible en la sección de Trabajos Inéditos, los cuales se encuentran archivados en el repositorio de la Social Science Research Network, el cual debe citarse de la siguiente manera: Guerrero Orozco, Omar, La Construcción de Teoría en Administración Pública (2024). Available at SSRN: https://ssrn.com/abstract=4686397. El texto se ha editado para publicarse en este portal. Se ajustaron algunos aspectos de forma y las referencias que aparecen en el original al pie de página se han colocado al final del texto.

 

 

LA CONSTRUCCIÓN DE TEORÍA EN ADMINISTRACIÓN PÚBLICA

Omar Guerrero

     CONTENIDO

INTRODUCCIÓN

1.   CONOCIMIENTO Y SENTIDO COMÚN

Ciencia Política

2.   LA REVOLUCIÓN EN METODOLOGÍA Y LA CIENCIA DE LA DMINISTRACIÓN PÚBLICA

La Metodología. La Lógica. Las “Escuelas”

3.   PROBLEMAS DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA COMO CIENCIA

Definición de Ciencia. El Hecho

4.   PENSAMIENTO ADMINISTRATIVO Y LA CIENCIA DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA

5.   LA CONSTRUCCIÓN TEÓRICA EN ADMINISTRACIÓN PÚBLICA

Hechos y Conceptos. Hecho y Valor. La Descripción. La Generalización. La Teoría. Los Sistemas Teóricos. Las Teorías Intermedias. La Explicación 

 

INTRODUCCIÓN

Aquí nos proponemos tratar cinco problemas relativos a la administración pública: cómo se establece la línea divisoria entre el conocimiento científico y el sentido común: qué efectos provocó la "revolución metodológica" en el conocimiento administrativo; cuál es el significado de la administración pública como ciencia; cómo se puede superar la dicotomía entre pensamiento y ciencia administrativos; y cómo se formó la administración pública como disciplina académica.

      CIENCIA POLÍTICA. Este camino ha sido adelantado por su disciplina hermana, la ciencia política, donde existe la preocupación por tomar conciencia de sus debilidades teóricas, no sólo atender los problemas inherentes a la creación teoría. Es decir, hay un afán por analizar a la teoría política como tal. En la ciencia política se ha puesto especialmente la atención sobre la función de la lógica en su formación, de modo que junto con la arquitectura teórica de grandes constructores de conocimiento como Talcott Parsons, David Easton o Karl Deutsch, por citar a algunos, existe un esfuerzo por desentrañar los misterios de la anatomía y fisiología de sus métodos.

Como es sabido, la metodología no construye teoría. Trata más bien con los métodos por medio de los cuales se construye la teoría, de modo que está ocupada en el estudio de los procedimientos al través de los cuales los científicos sociales establecen una imagen sistemática y clara del mundo social, económico, político o administrativo. Para hacer un paragón con las ciencias naturales, podríamos decir que la metodología no trata con la arquitectura de las ciencias sociales, sino con su fisiología, motivo por lo cual está interesada por la explicación de los procesos que llevan a la producción del conocimiento.

Tal es la razón que explica la frecuente e íntima relación de la metodología y la filosofía de la ciencia, y sus constantes y fundamentadas evocaciones de la obra de Abraham Kaplan, Karl Popper o Ernest Nagel.

Un buen principio consiste en iniciar el examen de la metodología en administración pública, a partir de la distinción entre ciencia y sentido común.


CONOCIMIENTO Y SENTIDO COMÚN

El sentido común o "conocimiento corriente", está cobijado por la vivencia cotidiana del ser humano porque como parte del equipo cultural del hombre en su contacto perenne con la naturaleza, de modo que es un producto de las relaciones humanas. Fue gracias al sentido común que el hombre primitivo, sensible a la naturaleza y la tierra, como su laboratorio natural, pudo superar los obstáculos de un ambiente enérgico, despiadado, y a veces, brutal.1 Sus sentidos, operando como medios esenciales del sentido común, percibieron lo duro y lo blando, lo frío y lo caliente, en fin, las expresiones físicas captadas sensorialmente, formándose una imagen "evidente" del mundo circundante: el universo real era, entonces, un producto de sus sentidos.

Fue de esta manera que el hombre primitivo pudo descubrir el efecto de las cosas y con su trabajo construir artificios, para poner la naturaleza a su disposición. Encontró que la tierra produce más con el uso del abono y que sus transportes son más rápidos sobre ruedas. Pero no siendo capaz de advertir el empobrecimiento gradual de la tierra y los resultados desgastadores de la fricción, desconoció los límites de su saber, de sus causas y de alcances. Sólo pudo jugar con los efectos materiales que percibe y los explota a su favor.

El hombre primitivo no estaba interesado en las raíces de los fenómenos, sino en sus efectos, esto es: en aquello que incidía en su vida cotidiana. El hombre de ciencia, en contraste, aspira en todo momento al acceso del por qué de las cosas, desea llegar al origen de los fenómenos y desentrañar los motivos que les dan sentido.

El hombre primitivo a que hemos hecho alusión es una figura, una analogía del hombre contemporáneo igualmente equipado con el sentido común a modo de mecanismo de vivencia, como forma de manipulación más plena de la naturaleza y como medio idóneo de comunicación con sus semejantes en un mundo gradualmente más complejo. No obstante, ayer, en el pasado histórico, como hoy, al hombre común no le preocupan las causas de los hechos; por el contrario, en la ciencia, los hombres consagrados a ella buscan respuestas que normalmente los demás hombres dan como supuestos. Pero no debe descartarse el hecho de que algunas disciplinas, como la geometría, la biología, la química y la economía, emergieron a partir de problemas prácticos como medición topográfica de los campos de cultivo, la salud humana y la cría de ganado, así como la industria y la administración doméstica.2 Sobre estos supuestos, equívocamente algunos pensadores han tratado de distinguir el sentido común y la ciencia, por cuanto a la última la encuentran organizada y clasificada. Estos atributos, sin embargo, común a ambos tipos de conocimiento, son inherentes a la ciencia sólo y exclusivamente cuando atañen a la forma específica de su conocimiento; ahora bien, ¿cuál es esta forma específica? Es la explicación.

Ernest Nagel explicó que "es el deseo de hallar explicaciones que sean al mismo tiempo sistemáticas y controlables por elementos de juicios fácticos lo que da origen a la ciencia; y es la organización y clasificación del conocimiento sobre la base de principios explicativos lo que constituye el objetivo distintivo de las ciencias. Más específicamente, las ciencias tratan de descubrir y formular en términos generales las condiciones en las cuales ocurren sucesos de diverso tipo, y las explicaciones son los enunciados de tales condiciones determinantes. Sólo es posible lograr este objetivo distinguiendo o aislando ciertas propiedades en el terreno estudiado y discerniendo los esquemas de dependencia reitera dos que vinculan esas propiedades unas con otras".3

Es la búsqueda del por qué del conocimiento lo interesante para el investigador. A la ciencia de la administración pública no le interesa simplemente saber que los griegos resistieron a Ciro y su ejército por tener mejor sistema logístico, y no así a los romanos y sus legiones a pesar de esas capacidades, sino explicar las causas de los hechos: explicar consiste en establecer cierta relación de dependencia entre proposiciones aparentemente desvinculadas, es decir, poner de manifiesto sistemáticamente las conexiones existentes entre temas de información variados. Estas son las características distintivas de la investigación científica.4

A la física no le interesa el calor como efecto perceptible, sino las causas que lo generan; a la administración pública no interesa la existencia de administradores y administrados como un hecho dado, sino explicar los motivos del fenómeno remontándose a sus causas: la protección y la obediencia.5

Es evidente que la administración pública, en lo posible, deberá desembarazarse de las expresiones del sentido común, de las puras manifestaciones de la opinión pública. Deberá, en contraste al sentido común, establecer límites a su conocimiento, es decir, ser consciente de sus alcances. Tenderá, como condición insoslayable a superar el prejuicio de la valoración omitiendo los efectos que, al incidir en las cuestiones que los hombres aprecian, atraen la atención de los interesados sobre problemas de la vida cotidiana y desplazan otros hechos y relaciones valiosos para el conocimiento. Habrá de establecer un lenguaje preciso que exprese clara y realmente los conceptos señalados por los términos empleados. Consolidará su validez como ciencia al superar los valores inmediatos a la vida cotidiana y que la presentan como algo "alejado" del mundo de la realidad; es decir, justificará la necesidad de su naturaleza abstracta. Y, finalmente, someterá a comprobación sus afirmaciones cognoscitivas mediante condiciones cuidadosamente controladas.6

Sobre esta base, la administración pública puede establecer los límites que le separan del conocimiento común, y que, en el universo administrativo, tan íntimo para la vida del hombre social, se erige como un elemento de vital importancia. Todo esto implica considerar la revolución en metodología y su impacto en la administración pública.

 

LA REVOLUCIÓN EN METODOLOGÍA Y LA CIENCIA DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA

Hacia mediados de la primera mitad del siglo XX dio comienzo una "revolución intelectual", una revolución en metodología, principalmente vigente en la física, las matemáticas y la lógica. Esta revolución estuvo encabezada por Bertrand Russell, Ernest Nagel y Carl Hempel, por cuanto de lógica de trata. En la física y las matemáticas, como en la lógica, la revolución se evidenció claramente en tres disciplinas de enorme impacto en las ciencias sociales: la teoría de juegos, la cibernética y la teoría general de sistemas.

Pensadores prominentes, como Norbert Wiener,7 y Ludwig von Bertalanffy,8 pronto sacudieron las conciencias de los científicos sociales, poniendo en crisis sus disciplinas y estimulando el desarrollo de nuevas perspectivas.9

LA METODOLOGÍA. En este nuevo clima de desarrollo científico las ciencias físicas marcaron la pauta, y delinearon un camino emulable por las ciencias sociales. Ese camino es la metodología, mas no como una copia de la propia de las ciencias físicas ni como un orden general, sino como problema inherente a las ciencias en lo particular.

Aquello fue visible en las ciencias sociales, en cuyo seno emergió un profundo descontento con la investigación y la enseñanza social, política y administrativa, especialmente con aquella clase que se esfuerza en concebir el estudio de la política dentro de una más rigurosa disciplina científica modelada sobre la metodología de las ciencias naturales. Las ciencias sociales no deben configurarse en base a la metodología de las ciencias naturales, pero debe considerar sus experiencias y avances.

Hay que destacar que las tareas de la metodología no son una atribución del físico o administrativista, sino del filósofo de la ciencia, pues "la función del filósofo de la ciencia es simplemente hacer explícito lo que está ya implícito en trabajo práctico de los científicos. El descubre y clarifica; él no produce".10

La ciencia y la metodología tienen importancia para la administración pública sólo en la medida en que ayudan a definir sus cualidades, y contribuyen a distinguir los fenómenos administrativos de los no-administrativos. La revolución metodológica, al sacudir la conciencia de los científicos sociales, desmitificó el tradicional sentido de ciencia que enunciaba un estatus, un prestigio, mas no "un conjunto de cualidades que identifican un particular modo de actividad intelectual"; y esto también fue una tarea de los filósofos de la ciencia.11

LA LÓGICA. Por su parte, la lógica no se limita a la formulación de los sistemas axiomáticos de Euclides: en su significado amplio, la tarea de la lógica es hacer explícitas las estructuras de los métodos y proposiciones empleados en la exploración, para hacer más confiable el conocimiento en todos los campos de la indagación. La lógica así construida busca evaluar los eslabones conectados por aquellos medios, que, flotando en el pensamiento, pueden convertirse en elementos esenciales en el desempeño de creencias dignas de confianza. Así entendida, la lógica articula los principios implícitos en críticas responsables de demandas cognoscitivas".12

Sin la lógica, la administración pública pierde la capacidad de que sus proposiciones estén relacionadas, probadas o hechas más comprensibles; cada disciplina en lo particular puede desarrollar sus métodos de investigación, sus principios explicativos, más con la lógica de explicación no cambia al mutar el objeto de estudio, es decir, es independiente frente a cualquier disciplina.

LAS “ESCUELAS”. Es por medio de la metodología como la administración pública pudo superar uno de sus grandes males: los enfoques.13 Estos, más parecidos a las fortalezas inconmovibles, inexpugnables almenas de castillos medievales, que puentes tendidos para estimular la comunicación en pro de la unificación de la disciplina, hicieron de su campo una especie "poliarquía" en la que cada enfoque elevó su indómita bandera de autoridad académica. La metodología así concebida fue principio del fin para las "escuelas" de la administración pública, porque desentrañó la estructura de su formación teórica poniendo al descubierto sus errores de base.


PROBLEMAS DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA COMO CIENCIA

No debemos olvidar que el desarrollo de las ciencias físicas y biológicas es mayor que el desarrollo de las ciencias que estudian al hombre como ser social. Se podría esperarse, entonces, que los científicos sociales pudieran recorrer un camino similar al de sus colegas de las otras ciencias, por cuanto al rigor, pero no de las ciencias mismas, ni de su metodología, sus teorías, sus modelos y sus técnicas.14 El científico social debe ser riguroso como sus colegas por cuanto a su concepto de ciencia, porque: "es tarea de la ciencia la explicación de fenómenos en una forma particular de acuerdo a un criterio definido, y, por supuesto, el descubrir nuevos fenómenos que requieran investigación.15

Se debe reconocer que la revolución en metodología enunciada promovió cambios sustanciales en las ciencias sociales, destacándose el movimiento "conductualista" por su perseverante empeño en pro de una ciencia más rigurosa.16

Debemos también insistir en el desarrollo de la administración pública con independencia a la revolución en metodología, y por supuesto, al conductualismo. Sin hacer una separación entre pensamiento administrativo y ciencia de la administración pública, o entre teoría y ciencia administrativas, tema del capítulo siguiente, debemos hacer énfasis en una "revolución científica" ocurrida mucho tiempo antes, que implicó el abandono del viejo "paradigma" tripartita de poderes,17 y la propuesta de un esquema diverso, fundado en la abstracción de las funciones políticas, trascendiéndose la rigidez de las estructuras. Fue la época de Woodrow Wilson y Frank Goodnow. A los dos les preocupaba esencialmente la realidad política como acción, no tanto como esquemas formales.

La administración pública como ciencia, entraña en la explicación de fenómenos la secuencia de un cierto número de actividades cuya jerarquización está determinada por la validación de teorías en un elevado nivel. En este continuom la selección de los datos implica el primer paso, mientras que la explicación señala su conclusión, su coralario. En este sentido, al publiadministrativista interesan los criterios de evidencia, el proceso explicativo, y el cuerpo concreto de hechos y teorías que se dan como resultado final de la ciencia.18 Le interesa acceder a las causas, desentraña el por qué; él explica. No son los hechos los que determinan y definen a la ciencia, pero la ciencia debe considerar los fenómenos bajo investigación: la administración pública no se construye en el aire ni en el puro pensamiento del teórico, sino sobre los hechos. Se trata es explicar conceptualmente al mundo de los fenómenos de la administración pública.

* DEFINICIÓN DE CIENCIA. En este sentido es aleccionadora la definición de ciencia formulada por Eugene Meehan, como "la producción de explicaciones sistemáticas, basadas en datos empíricos unidos lógicamente en forma de patrones regulares".19 Tal definición, aún con toda su claridad, puede eventualmente ser distorsionada cuando existe la confusión entre el fenómeno y el concepto, es decir, cuando se cae en el empiriocriticismo tan criticado por Lenin,20 cuando confundimos un fenómeno aparentemente real, con una construcción teórica destinada a producir explicaciones acerca del universo de los hechos.

EL HECHO. Como bien lo señaló David Easton, un hecho es un orden particular de la realidad, en términos de interés teórico.21 La noción de ciencia en administración pública debe dejar sentado que los hechos no son sino un basamento empírico que obtiene significación gracias al eslabonamiento de patrones de regularidad, es decir, son el sustrato de las explicaciones.

Cabe señalarse que la ciencia de la administración pública busca establecer relaciones. Tiene un alcance particular y parcial, es decir, no tiene una estructura total y final, ya que su validez se restringe únicamente a la extensión del propósito al que sirve, estableciéndose así un reemplazo constante de las viejas teorías por aquellas que las han rebasado. Es empírica, demanda el fundamento de hechos, definidos directa o indirectamente de manera empírica. “La ciencia trata con hechos, pero los hechos no son por sí mismos evidentes".22 Es sistemática y lógica, e incluso, en el mínimo nivel de generalización, se requiere la ordenación sistemática y la clasificación de datos empíricos. Es una actividad generalizante, pues "sin generalizaciones -declaraciones que enlazar a un número separado de observaciones- la explicación no es posible".23 Se encuentra libre de valores en el sentido de que no puede expresar preferencia por unos en detrimento de otros. Es analítica al tener un método específico de investigación.24

Tales atributos de la ciencia, de la ciencia administración pública también, marcan el compás que debe atender la investigación cuando se apresta a desentrañar las obscuridades del mundo de la realidad.


PENSAMIENTO ADMINISTRATIVO Y LA CIENCIA DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA

El pensamiento administrativo constituye uno de los grandes problemas de las ciencias sociales más complejo, toda vez que ha sido lastimosamente abandonado. Uno de los puntos más débiles de la ciencia de la administración pública radica, precisamente, en la carencia de un mapa cognoscitivo del devenir del pensamiento administrativo.

En otro lugar señalamos que esta ha sido una fatalidad onerosa que impidió a la administración pública, como ocurrió en la economía, que prosperara y consolidara una escuela clásica. Que, en su lugar, en fin, se incubara una disciplina frágil y titubeante a pesar de la antigüedad de su fundación y la fortaleza de sus contribuciones. Le faltó su pilar central, una espina dorsal que a lo largo de los tiempos sostuviera a las generaciones de estudiosos, del mismo modo que Adam Smith afianzó a David Ricardo, y Robert Malthus, y después a John Stuart Mill y Alfred Marshall, hasta llegar John Keynes y los economistas contemporáneos. Keynes mismo, a pesar de haber tomado distancia del laissez faire clásico, dijo orgulloso ser el hijo espiritual de Smith, Malthus y Ricardo, autores que le inspiraron algo más que sentimientos ordinarios.25

El caso de la ciencia política tampoco se parece al de la economía, pues sus vicisitudes,26 harto dramáticas, más se asemejan a la administración pública. Las soluciones que encontró pueden, obviamente, servirle de lección.

Los politólogos contemporáneos han dedicado hondas reflexiones a ese problema, el cual parece ser de poderosa gravitación sobre toda la ciencia política, porque el pensamiento político es indebidamente entendido como su "prehistoria".27 De Platón a Marx, pasando por Aristóteles, Maquiavelo, Bodin, Hobbes, Locke, Montesquieu y Tocqueville, la "teoría política" no ha sido sino la "letra muerta" que precede a la "verdadera" ciencia de la política; es decir, aquella que nace hacia finales del siglo XIX.28 En la ciencia política el modo tradicional de definir y enseñar el pensamiento político implica una curiosa bifurcación de la disciplina, una separación del pensamiento político y de la ciencia política injustificada equívoca.29 La historia de las ideas, el pensamiento político, o como también se le llama: la filosofía política, desde esta perspectiva constituye la etapa que, al anteceder a la ciencia política tiene una implicación no científica. En efecto: la obra producida entre las épocas de Platón y Marx, concebida como filosofía política "precientífica", sería la antesala de la verdadera ciencia: aquella producida por Gaetano Mosca, Arthur Bentley o David Truman. Nada más errado: la ciencia y el pensamiento políticos fluyen paralelos desde la época de Platón.30

La ciencia política es estudiada, según la opinión tradicional, para adquirir un conocimiento de la política, en tanto que el pensamiento político se estudia por razones frecuentemente no explícitas.31 El pensamiento político, como el continente de todo y nada, usualmente se liga a una influencia “humanizadora” o “ampliadora”, o al estudio de las evaluaciones políticas, es decir, como si la obra individual o colectiva de los filósofos políticos debiera ser estudiada per se. Ciencia Política, es decir, lo consecuente al pensamiento político, estudiaría los fenómenos políticos.

Conciliar con tesis de tal naturaleza equivale a aceptar que el pensamiento político no estudió en ningún momento la realidad de su tiempo; sería dudar que Aristóteles hubiera tratado con fenómenos reales de la política griega o que Locke no hubiera considerado las realidades subyacentes en la estructura del poder en Inglaterra, es decir, el rey, la nobleza y la burguesía. Sería, en el mismo modo, asignar a la ciencia política la exclusividad del análisis político y congelar este análisis solamente al siglo XX - y lo que va del siglo XXI-, omitiendo la historia precedente.

El pensamiento político es el pensamiento de la política - aunque sea una tautología-, es decir: el análisis del estudio sobre la política, el análisis de la disciplina. El pensamiento político es una rama de la ciencia política que estudia a la ciencia política como una disciplina académica. Visto de este modo, el pensamiento político no corresponde necesariamente con la obra producida de Platón o Marx, o sea, con aquello conocido tradicionalmente como filosofía política o como historia de las ideas políticas, sino el pensamiento político de ayer y hoy. Bajo esta perspectiva, la obra de Platón, como la de David Easton, tratan con la ciencia política, del mismo modo que el pensamiento de Platón y de Easton son, ambos, pensamiento político. La división establecida entre pensamiento político y ciencia política no la fija el tiempo, sino una división del trabajo con arreglo por cual el pensamiento político estudia a la política con arreglo al análisis de la ciencia política como disciplina, en tanto que esta última trata con el "cómo" y el "por qué" de la política.

En todo caso, "es insultar a Aristóteles leerlo como un trozo de historia muerta. La cuestión no está en lo que se lee sino en cómo se lee. En el contexto en que se inserta".32 Pero eso fue lo que se hizo, cuando se abandonó el cultivo de la teoría política, la cual, hacia mediados de la década de 1950, se decretaba en decadencia. El renacimiento de la teoría política se debió al empeño de filósofos políticos de la talla de Eric Voeglin y Leo Strauss, así como Hanna Arendt y Carl Friedrich, entre otros distinguidos hombres de ciencia. En fin, como el Ave Fénix, la teoría política ha resurgido de las cenizas.33

Lo dicho para la ciencia política es todavía más cierto para la administración pública.

La administración pública es un campo de estudios, hasta el momento, con sistematizaciones parciales en el tiempo y el espacio, un área de investigación que apenas está desarrollando su “historia de las ideas”. Igualmente, por lo general las obras de administración pública consisten en libros de texto que tienen el sello de su nacionalidad, de modo que entre sus páginas se destacan las aportaciones que se han realizado en cada país. Con frecuencia los estudios administración pública son difundidos sin fondo histórico, hacienda que aparezcan como surgidos por “generación espontánea”. Entre muchos académicos persiste un espíritu pragmático, el cual, a menudo basado en la enseñanza de la administración privada, la economía neoclásica o alguna otra disciplina, ciñe a la administración pública en calidad de arte, negando su carácter de ciencia.

La teoría de la administración pública ha estado parcialmente implicada, hasta nuestros días, en una serie de consideraciones erráticas y tergiversadas. Estas consideraciones tienen como causa última la ignorancia de las fuentes históricas e intelectuales en las que tiene su origen, es decir, “el pensamiento administrativo”. Asimismo, los particularismos nacionales han coloreado los desarrollos locales de la ciencia de la administración pública y con frecuencia son importados irreflexivamente de unos países a otros. No faltan profesores que todavía creen que la ciencia de la administración pública acaba de nacer, y otros más la siguen considerando ajena al conocimiento científico.

En suma: no ha existido un cuadro completo y sintético que establezca una genealogía del desenvolvimiento de la ciencia de la administración pública, de modo como lo han establecido la economía política y la ciencia política.

Todavía más equivocada es la versión que asigna a la ciencia de la administración pública un carácter multi, poli o interdisciplinario, que al hacer concurrir en su seno disciplinas diversas, asemeja una agregación sucesiva de conocimientos definidos como enfoques especializados sobre la administración pública. De este modo, hay tantos enfoques sobre la administración pública, como disciplinas acudan a ella para formarla, habiendo entonces aproximaciones tales como la escuela sociológica, la psicológica, la económica y hasta la ¡política! Si esto fuera cierto, entonces también la sociología sería pluridisciplinaria y tendría un enfoque psicológico, otro económico y uno más administrativo. Pero esto no es así, ni la sociología ni la ciencia de la administración son disciplinas de encrucijada, ni tampoco residuales.

Próxima a la idea anterior es la de la aplicación de metodologías multidisciplinarias, esencialmente las analógicas, como la cibernética, la teoría general de sistemas y el análisis de las organizaciones. Estas metodologías, de indudable utilidad para la investigación, se han transformado de herramientas del conocimiento, en el conocimiento en sí, mutando su condición instrumental en patrón o modelo que se cree ser capaz de interpretar a la realidad. Todas las ciencias sociales han sido influenciadas por estas metodologías, lo que incluye a la ciencia de la administración.

Más equivocadas son las versiones de la administración pública al través de la administración privada, que desplazaron el interés de los científicos de la administración pública hacia el examen de las funciones adjetivas, abandonando las funciones sustantivas que le dan su razón de ser. Esta versión ha propiciado que algunos cultivadores de la ciencia de la administración se retiraran del análisis de la actividad del Estado y se introdujeran en el estrecho pasillo de la gestión interna del Estado.

Hasta nuestros días hemos sido testigos del desarrollo de la ciencia de la administración pública, como teoría de la administración del Estado. En su desarrollo existe un proceso el ascenso y ocaso, perceptible cuando en Europa fue sustituida por el derecho administrativo y en Estados Unidos por la administración privada. Este movimiento histórico de la ciencia de la administración no ha sido, de ningún modo, un proceso evolutivo pacíficamente desenvuelto. Todo lo contrario: ha obedecido más bien a un desarrollo dialéctico en el que los opuestos han chocado para llegar a la síntesis de la actualidad. La ciencia de la administración pública no sólo ha defendido sus principios, sino su existencia.

La ciencia de la administración pública fue olvidada dos veces: la primera ocurrió cuando el cameralismo, formado durante en el siglo XVIII, se perdió durante la centuria siguiente. Con cuánta razón Albion Small lo ha llamado el capítulo perdido de la historia de las ciencias sociales. La segunda vez fue cuando Charles-Jean Bonnin fue olvidado, junto con Lorenz von Stein y otros muchos pensadores administrativos. La historia se repitió dos veces, no como dice Marx, como tragedia y comedia, sino sólo como tragedia.

Hoy en día, una vez recuperada y gozando de plena salud, la ciencia de la administración pública está saliendo airosa de su lid con la nueva gerencia pública, la cual ha sido sugestiva y convincente para muchas personas, produciéndose la sensación de que se trata de un paradigma dominante bajo la óptica de Thomas Khun. Pero ciertamente las tesis neogerenciales ha inspirado una gran cantidad de bien fundadas dudas sobre la validez del modelo neogerencial, así como de su alcance. Debido a que el nuevo manejo público ha sido propuesto como la personificación gerencial de un destino manifiesto, cuya misión planetaria es estandarizar a la administración pública universalmente considerada bajo el cobijo de la globalización económica, se dio por supuesto que el modelo neogerencial habría asumido ya el carácter de paradigma dominante.

Con respecto a su condición preponderante, desde la perspectiva del modelo neogerencial observamos principalmente los cambios en la teoría de la administración pública en el Reino Unido y Estados Unidos de América, países donde podría ser dominante. Allí los profesantes del modelo neogerencial alegaron una crisis de identidad de la administración pública y que esta crisis no tenía solución, a menos que entre a su salvamento en modelo neogerencial. Este anuncio es antiguo, se remonta a la época en la cual apareció el libro pionero de Vincent Ostrom sobre opción pública, a principios de la década de 1970.34 Pero en el Reino Unido, cuna del modelo neogerencial, no existió una confrontación directa entre la administración pública y la neogerencia pública, ni una guerra entre modelos hostiles ni entre el viejo y el nuevo paradigma. Hoy en día, el paradigma de administración pública continúa predominando en Albión, así como en Estados Unidos de América.

Quizá el más grande fracaso en la nueva gerencia pública globalizadora consista en que, siendo originalmente un enfoque de "dentro hacia afuera" que enfatizaba la interfase entre Estado, sociedad y mercado, ahora se está reorientando de "fuera hacia adentro". Ha dejado de soslayar el reconocimiento de que los problemas centrales en la administración pública clásica consisten en el estudio de las organizaciones del servicio público, desplazándose hacia los problemas de gobernancia, que es un tema central en ciencia política y administración pública. Esta tendencia estaría asimilando la neogerencia pública como un campo más de la administración pública, con la cual compartiría sus temas centrales, disipándose de tal modo el objeto de estudio y su razón de ser. Dejaría de ser, brevemente hablando, la opción a la administración pública y la medicina para sus males, tal como se está proponiendo todavía.


LA CONSTRUCCIÓN TEÓRICA EN ADMINISTRACIÓN PÚBLICA

La perspectiva del pensamiento político es una lección digna de ser considerada en administración pública, pues como lo hace saber Meehan, "considerado como subdisciplina de la ciencia política, el pensamiento político puede convertirse en el instrumento de consolidación y organización necesario para conseguir una acumulación sistemática de nuestro conocimiento sobre la política".35 Es decir, puede contribuir en forma determinante a la consolidación de la ciencia política como una disciplina académica, porque el pensamiento político se encuentra ligado íntimamente a la investigación, la construcción teórica y la enseñanza, esto es, a las universidades donde se cultiva su saber.36

HECHOS Y CONCEPTOS. Un problema central en administración pública es la relación entre el hecho y el concepto, problemas frecuentemente confundidos. Esto también ha sido uno de los desafíos centrales en la ciencia política, donde la reconceptuación del pensamiento político ha servido para comenzar a superarlo desee tiempo atrás. Por consiguiente, los efectos visibles en el pensamiento político son igualmente observables en el pensamiento administrativos tratándose de este punto.

En efecto, el pensamiento social se puede mover en tres ámbitos: las descripciones, las explicaciones y las evaluaciones. Sin soslayar la importancia que tiene la descripción y la evaluación, la tarea central es acceder a la explicación de los fenómenos sociales. Hay que hacer notar, sin embargo, que las descripciones son el punto de partida para llegar a las explicaciones. Este papel de la descripción es útil porque ayuda a superar la confusión entre hecho y concepto, toda vez que los sentidos son insuficientes para transmitir y acumular conocimientos.

No está de más diferenciar, de una vez, al hecho y al concepto: "en sentido estricto, un hecho es un conjunto de propiedades observadas, en tanto que el concepto es un artificio para manipular con tales observaciones" (...) “los conceptos son deducciones elaboradas por los hombres para sus propios propósitos y que no son perceptibles en la naturaleza”.37 Los hechos son establecidos en términos de espacio, tiempo y distancia, porque incluso otras propiedades como la textura o el color son reducibles a ellos. Tal es el motivo por el cual, en política y administración pública los hechos se reducen a aspectos subjetivos u objetivos de la conducta humana, en tanto que los conceptos que los ponen en relación no son susceptibles de observación.

HECHO Y VALOR. Uno de los casos más notables de confusión, además de la habida entre hecho y concepto, es la intrincación entre hecho y valor, que desde diversas perspectivas ha alimentado la dicotomía política-administración. Hacia fines del siglo XIX, época de integración de la ciencia política como una disciplina académica en Estados Unidos, Woodrow Wilson y Frank Goodow hicieron un intento por distinguir conceptualmente la administración y la política. Ambos, politólogos de origen, estaban empeñados en deslindar teóricamente sus campos respectivos: Wilson definió a la política como la formulación de planes generales y la administración como los medios específicos. Por su parte, Goodnow entendió a la primera como la "voluntad” del Estado y a la segunda como la "expresión" de esa voluntad.38 Ambos autores construyeron teóricamente una dicotomía que, sin embargo, fue por muchos catalogada como un intento por diferenciar hechos; el resultado ha sido una polémica histórica que ha perdurado hasta la actualidad.

LA DESCRIPCIÓN. Volviendo a la descripción, hay que añadir que como construcción teórica implica en sí misma un esquema conceptual. En efecto, tanto el significado como la observación de los hechos derivan de la estructura conceptual utilizada. Ello obedece a que la descripción siempre es parcial y selectiva, porque cada científico social está interesado en problemas concretos: las élites, los partidos, los grupos de presión, los ministerios, los gabinetes o los servidores públicos. No obstante, el científico social tiene como meta superior acceder a las explicaciones. Debido a que los hechos carecen de significación por sí mismos, deben estar relacionados sistemáticamente para tener esa significación. Esta es la tarea de la explicación. A la inversa, las generalizaciones tampoco por  mismas tienen alguna significación si no están ligadas de algún modo concreto al acontecimiento o fenómeno particular que pretende explicar. Hay que hacer notar que los "generalistas" y metodólogos son la excepción de la regla.

LA GENERALIZACIÓN. En efecto, "formalmente una generalización es una proposición que relaciona dos o más clases de acontecimiento, de tal manera que algunos o todos los miembros de una de las clases son también miembros de la otra". Existen tres clases de generalizaciones: universales, probabilísticas y enunciados tendenciales.

En la generalización universal todo A es B, por ejemplo, no existe una relación reversible: en Estados Unidos todos los negros son un grupo minoritario, pero no todas las minorías son de negros. En la generalización probabilística N% de A son B se aplica a clases, pero no a individuos aislados. En los enunciados tendenciales, como A tiende a ser B, a menos que algo lo impida, se aplica a clases enteras, pero su fuerza deriva de nuestra capacidad para determinar factores impeditivos. La ciencia política tiende a situarse en las dos últimas, no así la administración pública, como es notorio en la obra de Luther Gulick y Lyndall Urwick publicada en 1937,39 donde se formulan leyes generales. Hay que hacer notar que esta actitud no es excepcional, sino corriente, tal como se puede observar en la “revolución de los gerentes” de Burnham,40 y de un modo carente de todo rigor, en el gobierno empresarial de David Osborne y Ted Gaebler.41 Sobre el libro de ambos autores, puede decirse, sencillamente, adoptando el pensamiento de Meehan, que "el problema es, por tanto, el de lograr lo más que se pueda de lo que se dispone, no de sentarse a esperar a que aparezcan generalizaciones universales o, aún peor, el de creer que puede disponerse de generalizaciones universales cuando de hecho no lo son".42

LA TEORÍA. La generalización sustenta a la teoría, pues "hablando en sentido estricto, una teoría es un conjunto de generalizaciones deductivamente entrelazadas que pueden utilizarse para explicar otras generalizaciones".43 Con cierto pesimismo, pero con objetividad, Meehan se inclina por creer en la inexistencia de teorías en ciencias sociales porque, además de no consistir en el mero hecho de explicar, también deben predecir. Las ciencias sociales no explican del todo, y casi no pueden predecir. Tal es el motivo por el cual en las ciencias sociales existen otras estructuras conceptuales que, sin estar deductivamente entrelazadas, realizan las funciones de explicación y predicción: la cuasi-teoría o marco conceptual.

En efecto: la teoría “es una formulación de variables, relaciones entre las variables, y predicción de las consecuencias de las interacciones de las variables”.44 Las relaciones y predicciones son formuladas en forma deductiva, en tanto que las hipótesis resultantes se establecen en términos funcionales para ser confirmadas o negadas mediante los métodos empíricos adoptados. El factor decisivo de una teoría es la existencia de hipótesis deductivas rigurosamente formuladas, presentadas en forma tal que puedan ser sometidas a las pruebas inductivas. Siendo la teoría de semejante talante, se puede afirmar que en ciencias sociales se han producido muy pocas de ellas.

Consiguientemente, hay que destacar que los enfoques -de los que trataremos páginas adelante son cuasi-teorías típicas, es decir, no son "teorías" elaboradas plenamente. Por lo tanto, debemos adelantar desde ahora que su utilidad radica más en su productividad, que en su precisión o validez. Sin descontar la importancia de su correspondencia razonable con la realidad, hay que hacer notar que su verdadera cualidad consiste en su productividad en la generación de ideas, de interrogantes para la investigación y de nuevos criterios para la recolección de datos.45

LOS SISTEMAS TEÓRICOS. Los sistemas teóricos agrupan los conceptos y facilitan su relacionamiento, de tal forma que alguna categoría o concepto que actúe por separado pierde eficiencia. Un sistema teórico opera como relacionador lógico entre conceptos, porque su función consiste en producir conocimiento de la realidad. Esta "producción" no es desordenada; por el contrario, el conocimiento producido guarda un orden rigurosamente lógico. El proceso de producción del conocimiento obedece a tres etapas:

a) Análisis. Un sistema teórico rigurosamente diseñado debe operar adecuadamente para facilitar y reforzar el funcionamiento eficiente de un conjunto de métodos y técnicas de investigación empírica o documental, que literalmente "extraiga" el conocimiento de la realidad social.

b) Interpretación. El sistema teórico, después de recibir la carga de información de los métodos y técnicas, la procesa por medio del ordenamiento y selección de los hechos descritos en forma de conceptos. Es cuando, por medio de una estructura rigurosamente lógica, interpreta la riqueza, variedad e importancia de la información que cada hecho contiene; y, la riqueza, variedad e importancia de la información que tienen los hechos en cuanto pueden ser combinados y relacionados.

c) Explicación. Dada la interpretación de los hechos, como conceptos, el sistema teórico es capaz de explicar en cierto grado "lo que ocurre" dentro de la realidad que es objeto de estudio. Hecho esto, la teoría ve cumplidos los postulados y el investigador lograda la meta de "crear" conocimiento sistemático para la ciencia.

El sistema teórico es el instrumento más importante con que cuenta una teoría para extraer, producir y proporcionar conocimiento científico. De acuerdo con John MacKinney, el sistema teórico "es un esquema conceptual que puede ser considerado como un conjunto de conceptos interrelacionados entre sí, en el que cada concepto individual tiene un significado en relación con otros".46

Sólo en la medida en que los conceptos forman un sistema es posible que los datos empíricos puedan ser analizados, interpretados y explicados. La teoría está integra por un cuadro de postulados y un sistema teórico. En tanto que los postulados plantean las metas de conocimiento, el sistema teórico posibilidad en su validación empírica. Aquella teoría que sólo tenga postulados, no así el sistema teórico, no es una teoría, sino simplemente un conjunto de aspiraciones, dogmas o ideas del sentido común.

Por otra parte, como los sistemas teóricos representan la forma más rigurosamente lógica de articular conceptos, ellos mismos deben ser diseñados con un alto grado de rigor científico. En este sentido, MacKinney propone que las características mínimas que un sistema teórico debe contener para cumplir los requisitos de rigurosidad científica deben ser:

a) Generalidad. Deben incluir muchos "particulares" o "específicos" dentro de la misma denominación. En otras palabras, la generalidad se refiere al número de rasgos de un objeto o hecho, que deben incluirse en un concepto y grupo de conceptos.

b) Complejidad. Los conceptos que integran el sistema están imbricados unos con otros, a modo de constituir un complejo inteligible de componentes y relaciones.

c) Integración. Se refiere a la unidad que guardan los conceptos como partes de un todo, de tal modo que de sus relaciones es posible derivar y pronosticar los presupuestos lógicos del crecimiento y acumulación del conocimiento en la teoría.

d) Coherencia. El relacionamiento entre los conceptos guarda una consistencia manifiesta en la correspondencia de unos con otros. Coherencia dignifica la medida lógica de pertenencia de cada concepto respecto de los demás conceptos en cuanto que integran una unidad, de modo tal que sostiene al sistema teórico considerado como un conjunto.

e) Limitación. De acuerdo con lo anterior, el sistema teórico siempre se encuentra limitado. En su interior hay conceptos precisos; fuera de él, categorías residuales excluidas. Desde luego, conforme el sistema teórico extrae, produce y proporciona conocimiento, las categorías residuales tienden a ser incluidas en forma de conceptos; sin embargo, este proceso nunca concluye porque el conocimiento jamás representa en su totalidad a la realidad. La conclusión posible de este proceso de dará conforme a los intereses y alcance de las investigaciones del científico.47

LAS TEORÍAS INTEMEDIAS. No todos comparten esa opinión. Es bien sabido que Talcott Parsons abogó por la formulación de la macroteoría para comprender el fenómeno social globalmente hablando. Al efecto postuló el diseño de la teoría de la acción, que partiendo de las a aportaciones de Vilfredo Pareto, Max Weber, Émile Durkheim, Alfred Marshall y Sigmund Freud, explicaría a la sociedad como un todo.48 En contraste con semejante planteamiento, un grupo de pensadores sociales se inclinaron por las teorías intermedias -o de alcance intermedio- como una solución a los complejos problemas que afrontan las disciplinas por ellos cultivadas. Científicos sociales como Robert Merton, David Easton y Karl Deutsch, pensaron en las teorías intermedias como soluciones concretas para la explicación de hechos sociales específicos.

En realidad, ambas posturas señalan perspectivas similares, pero con alcances distintos. Los defensores de explicaciones concretas abrazan la idea de partir primero de estudios específicos; los apologistas de la gran teoría desean la comprensión cabal de la sociedad. El desacuerdo, entonces, se centra en la posibilidad de que la teoría en ciencias sociales sea capaz de comprender mayor o menor número de hechos sociales.

LA EXPLICACIÓN. En ciencias sociales pueden encontrarse tres tipos de explicaciones: causales, genéticas y teleológicas.49 Explicaciones causales: establecen condiciones necesarias y suficientes, o necesarias o suficientes, para la aparición de determinados fenómenos (la agricultura hidráulica y la patrimonialización de la tierra son las condiciones a partir de las cuales surge el despotismo oriental); genéticas: trazan el desarrollo de un fenómenos al través de estadios sucesivos (comunidad primitiva, esclavismo, feudalismo capitalismo, socialismo, comunismo); y teleológicas: emplean el concepto de intención o finalidad como instrumento (la existencia de los sistemas políticos de los imperios se explica por la función en los mismos de los órganos burocráticos y de lucha política.


___________________

1. Marx afirma que la "tierra es el gran laboratorio; el arsenal que proporciona tanto el medio y la materia de trabajo como el asiento, base de la comuna". Fundamentos de la Crítica de la Economía Política. La Habana, Instituto del Libro. 1970. Dos tomos. Tomo XXXX. p. 362. CHECAR PÁGINA EN EL TEXTO.

2. Nagel, Ernest. La Estructura de la Ciencia, p. 16-17. XXXX BUSCAR LA FICHA.

3. Ibid., p. 17.

4. Ibid., p. 18.

5. Hobbes sintetizó magistralmente esas causas: "de este modo he llegado al fin de mi discurso sobre el gobierno civil y eclesiástico, discurso promovido por los desórdenes del tiempo presente, sin parcialidad, sin personal propósito, y sin otro designio que poner de relieve la mutua relación existente entre protección y obediencia, a los ojos de aquélla personas a quienes tanto la condición de la naturaleza humana como las leyes divinas (naturales o positivas) requieren una observancia inviolable". Hobbes, Thomas. Leviatán. México, Fondo de Cultura Económica. 1980 (1651). p. 587. XXXX BUSCAR LA CITA EN INGLÉS. Hobbes, Thomas. Leviathan. Indianapolis, Bobbs-Merrill Educationals Publishing. 1978.

6. Nagel, obra citada, p. 19-25.

7. Cfr. Wiener, Norbert (1948), Cibernética, Madrid, Guadiana Publicaciones, 1960. Además de ésta, que su obra principal y más acreditada, Wiener dedicó un libro al estudio aplicado de la cibernética a las ciencias sociales: (1958), Cibernética y Sociedad, Buenos Aires, Editorial Sudamericana. Esta última también se publicó en francés: Cibernétique et Societé. Paris, Editions des Deux Rives. 1971.

8. Cfr. Bertalanffy, Ludwig von. General System Theory. New York, George Brasilier. 1968.

9. El impacto de los pensadores precitados fue igualmente poderoso en todas las ciencias sociales. De ese impacto surgieron obras que alcanzaron merecida celebridad, como las siguientes: Deutsch, Karl. The Nerves of Government. New York, The Free Press. 1969 (1963). Easton, David. The Political System. New York, The University Chicago Press. 1960 (1953). Y, también de Easton, David. A System Analysis of Political Life. John Wilwy and Sons. 1965. Beer, Staford. Cibernetics and Management. London, The English University Press. 1970 (1959). Johnson, Richard. Theory and Management of Systems. New York, Mc Graw Hill Book Company. 1963. En administración pública, la obra emblemática preparada bajo el efecto de la revolución científica mencionada fue: Sharkansky, Ira. Public Adminstration. Chicago, Markham Publishing Company. 1970.

10. Meehan, Eugene. Theory and Method of Political Analysis. New York, Dorsey Press. 1965. p.3.

11. Ibid., p. 8.

12. Nagel, citado por Meehan, op cit, p. 16.

13. El libro emblemático sobre las “escuelas” en la administración pública es el preparado por Mosher, Frederick y Salvatore Cimmino. Ciencia de la Administración. Madrid, Ediciones Rialp. 1961 (1960). Allí se pueden estudiar, con cierta profundidad, las “concepciones” jurídica, productivista, política, burocrática, finalista y psicológica. Ver Cap. II. Pedro Muñoz Amato, por su parte, añadió a las “escuelas” señalas, las versiones antropológica y la de las relaciones públicas. Muñoz Amato, Pedro. Introducción a la Administración Pública. México, Fondo de Cultura Económica. 1954. Dos tomos.

14. Hay que recordar que el papel de hacedor general de las estrategias de investigación no es del físico ni del químico, como tampoco el administrativista, sino del conocedor de la lógica: el filósofo de la ciencia.

15. Meehan, obra citada, p. 28.

16. Hay que destacar que el impacto del behavioralismo fue particularmente sensible en administración pública. El mérito principal se debe acreditar a Herbert Simon, cuyo escrito El Comportamiento Administrativo (Madrid, Editorial Aguilar. 1970 - 1947-) provocó una revolución epistemológica que puso en crisis el paradigma dominante, hasta entonces: el Movimiento de Administración Científica, liderado por Luther Gulick. Poco después Simon y sus colegas publicaron su obra Administración Pública. México, Editorial Letras. 1968 (1950), destinada a profundizar particularmente en los problemas de la administración pública. El influjo de esa corriente perduró largamente, tal como es visible en la obra de Robert Presthus, Behavioral Approaches to Public Administration (Alabama, University Alabama Press. 1965).

17. Con relación a los paradigmas, Thomas Khun afirmó lo siguiente: "considero a éstos como realizaciones científicas universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica". Kuhn, Thomas. La Estructura de las Revoluciones Científicas. México, Fondo de Cultura Económica. 1971 (1962). p. 13.

18. Meehan, obra citada, pp. 31-32.

19. Ibid., p. 34.

20. Cfr. Lenin, V. I. Materialismo y Empiriocriticismo. Moscú, Ediciones en Lenguas Extranjeras. Sin año. Sobre la pugna entre Lenin y los empiriocriticistas, ver la obra de Korsch, Karl y Anton Pannekoek. Lenin Filósofo. México, Edit. Hadise. 1972. Y Althusser, Louis. Lenin y la Filosofía. México, Edit. Era. 1969.

21. Easton, The Political System, cap. 2.

22. Meehan, The Theory and Method of Political Analysis, p. 37.

23. Ibid., p. 43.

24. Ibid., p. 35-48.

25. Keynes, John. Introducción. Malthus, Thomas. Principios de Economía Política. México, Fondo de Cultura Económica. 1946 (1820). Edición procedente de la versión inglesa de 1836. p. XXXIX.

26. Esas vicisitudes son narradas, vívidamente, en la obra: Prélot, Marcel. La Science Politique. Paris, Presse Universitaires de France. 1963. Especialmente dramático, vale la pena un vistazo al capítulo III, donde el autor de la obra reseña el destino de una ciencia política “desgarrada y abandonada”.

27. Los politólogos superaron este problema desde principios de la década de 1973, luego de aciagos años de abandono de la teoría política. A través de sus obras ha sido patente una recuperación de los escritos políticos clásicos, los cuales son parte sustancial del renacimiento de la teoría política. Más todavía, dicha teoría comenzó a ser una preocupación de disciplinas de nuevo cuño, como la teoría de la organización, la hechura de decisiones y la teoría general de sistemas. En contraste con el neopositivismo, que parte de la separación entre los hechos y los valores, la teoría política contempla su unidad como se concebía desde la época de Aristóteles. Hay que recordar que su ciencia política (epistemé politiké) tuvo un sentido tanto práctico, como teórico, de modo que, en este sentido, fue una guía que brindó los principios para la acción. Fue de ese modo que la ciencia política se propuso la promoción del arte (areté) de la política entre los ciudadanos. Germino Dante, “Some Observations on Recent Political Philosophy and Theory”, The Annals, march, 1963, 141-148.

28. Como lo hemos señalado, la época postrimera del siglo XIX no es el inicio de una nueva ciencia de la política, sino su maduración al superarse el prejuicio de la división tripartita de poderes.

29. Meehan, Eugene. Pensamiento Político Contemporáneo. Madrid, Revista de Occidente. 1973 (1968). p. 13.

30. Almond sostiene una postura que presume una línea divisoria entre la ciencia y el pensamiento políticos. "Political Theory and Political Science". Sola Pool, Ethiel (edit.) XXXX. Contemporany Political Science: Toward Empirical Theory. New York, Mac Graw Book. 1967. Sobre este problema, cfr: Germino, Dante: “The Revival of Political Theory". Estados Unidos, The Journal of Politics. Vol. 25, num. 3. 1963. pp. 437-460. Y, también de Germino, Dante: “Some Observations on Recent Political Philosophy". Estados Unidos, The Annals. March, 1972. pp. 140-147. Strauss, Leo. “What Political Philosophy". Eulau, Heinz. Behavioralism in Political Science. New York, Artheton Press. 1969. pp. 93-108.

31. Meehan, op. cit., p. 13.

32. Ibid., p. 17. En efecto, Carl Friedrich coincide plenamente con Meehan, cuando afirma que: “Al revés que Platón, el poeta filósofo, Aristóteles tiene mucho más de filósofo científico. Así se observa en el estilo literario de ambos, que es totalmente distinto. Aristóteles escribe de política más o menos como lo hacemos hoy nosotros. El que su libro se parezca a los que nosotros solemos leer constituye una prueba de la gran influencia intelectual de Aristóteles. Él ha formado la mente de los pensadores e investigadores occidentales y los ha enseñado a enfocar los temas intelectuales, incluso la redacción de libros”. Carl Friedrich, Introducción a la política, México, Editorial Roble, 1969 (1967), p. 112.

33. En efecto, hacia mediados de la década de 1950 se había decretado el eclipse de la teoría política. Pero diez años después comenzó lo que, propiamente hablando, se llamó su “renacimiento”. El sustento de la recuperación fueron las obras clásicas de Platón y Aristóteles, para quienes la ciencia política y la teoría política son lo mismo, porque se trata de una disciplina que tiene su base en la observación de la naturaleza humana en sus “aspectos constantes y universales”. Consiguientemente, no se trata de manuales para estadistas, pues consisten en escritos basados en la realidad, aunque por extensión pudieran servir a los hombres de Estado y los ciudadanos. La decadencia de la teoría política no fue natural, sino inducida por la agresión proveniente del neopositivismo al estilo de David Easton, como antaño lo fue por obra de Auguste Comte y su positivismo. Germino Dante, “The Revival of Political Theory”, The Journal of Politics, vol. 25, núm. 3, 1963, 437-460.

34. Ostrom, Vincent. The Intellectual Crisis in American Public Administration. Alabama, The University of Alabama Press. 1973.

35. Meehan, obra citada, p. 18.

36. Uno de los estudios más consistentes sobre la ciencia política como un campo académico es la precitada obra de Deutsch y Rieselbach. Opinan que "no sólo es un campo de investigación concebido como pensamiento abstracto. Es también un cuerpo organizado de actividad humana. Es una sociedad de politólogos, de estudios unidos por intereses comunes", que como "sistema social" -en términos parsonianos-, requiere de funciones de mantenimiento de pautas, adaptación, integración y logro de metas. Deutsch y Rieselbach, op. cit., p. 76.

37. Meehan, obra citada, p. 21.

38. Confr. Wilson, Woodrow. "The Study of Administration". United States, Political Science Quarterly. Vol. 2, núm. 2. 1887, pp. 197-222. Goodnow, Frank. Politics and Administration. New York, Russell and Russell. 1900. En conexión con este asunto, Gabriel Almond explicó que "Wilson y Goodnow explícitamente rechazan la triple distinción de poderes a favor de una doble distinción entre política y administración", y que con Lowell y otros, se inclinaron por una "distinción analítica entre estructura y función". Almond Gabriel, obra citada, p. 9. Martin Landau, en forma similar, afirmó que particularmente Goodnow "estaba empeñado en realizar la diferenciación por 'abstracción'. No establecía distinciones concretas; es decir, no distinguía ramas del gobierno, ni equiparaba determinada operación con determinado organismo (...) establecía diferencias de conducta". Landau, obra citada, p 28.

39. Por ejemplo, Luther Gulick y sus colegas cayeron en la creencia de haber encontrado algo más que generalizaciones, es decir, leyes con validez universal. Gulick, Luther and Lyndall Urwick (eds.). Papers on Science of Administration. New York, Augustus M. Kelly Publishers. 1973 (1937).

40. Burnham, James. The Managerial Revolution. New York, The John Day Company. 1941.

41. Osborne, David and Ted Gaebler. Reinventing Government: How the Entrepreneurial Spirit is Transforming the Public Sector. New York, Addison-Wesley Publishing Company, Inc. 1992.

42. Meehan, obra citada, p. 28-30.

43. Meehan, obra citada, p. 31.

44. Young, p. 188.

45. Young, pp. 184-185.

46. John Mackinney, Tipología constructiva y teoría social, Buenos Aires, Ed. Amorrortu, 1968, p. 48.

47. Ibid., p. 49.

48. Citar a Parsons

49 Meehan, Theory and Method ... p. 166.