Texto
completo del artículo elaborado por el Dr. Omar Guerrero Orozco. Este trabajo
se encuentra en el sitio del Dr. Guerrero Orozco: https://omarguerrero.org/docs/ineditos.html.
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el repositorio de la Social Science Research Network, el cual debe citarse de
la siguiente manera: Guerrero
Orozco, Omar, La Construcción de Teoría en Administración Pública (2024).
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en este portal. Se ajustaron algunos aspectos de forma y las referencias que
aparecen en el original al pie de página se han colocado al final del texto.
LA CONSTRUCCIÓN DE TEORÍA EN ADMINISTRACIÓN
PÚBLICA
Omar Guerrero
CONTENIDO
INTRODUCCIÓN
1. CONOCIMIENTO Y SENTIDO
COMÚN
Ciencia Política
2. LA REVOLUCIÓN EN METODOLOGÍA Y LA CIENCIA DE LA DMINISTRACIÓN PÚBLICA
La Metodología. La Lógica.
Las “Escuelas”
3.
PROBLEMAS DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA COMO CIENCIA
Definición de Ciencia. El Hecho
4.
PENSAMIENTO ADMINISTRATIVO Y LA CIENCIA DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA
5. LA CONSTRUCCIÓN TEÓRICA
EN ADMINISTRACIÓN PÚBLICA
Hechos y Conceptos. Hecho y Valor. La Descripción. La Generalización. La Teoría. Los Sistemas Teóricos. Las Teorías Intermedias. La Explicación
INTRODUCCIÓN
Aquí nos proponemos tratar cinco problemas relativos a la administración pública: cómo se establece la línea divisoria entre el conocimiento científico y el sentido común: qué efectos provocó la "revolución metodológica" en el conocimiento administrativo; cuál es el significado de la administración pública como ciencia; cómo se puede superar la dicotomía entre pensamiento y ciencia administrativos; y cómo se formó la administración pública como disciplina académica.
CIENCIA POLÍTICA. Este camino ha sido adelantado por su disciplina hermana, la ciencia política, donde existe la preocupación por tomar conciencia de sus debilidades teóricas, no sólo atender los problemas inherentes a la creación teoría. Es decir, hay un afán por analizar a la teoría política como tal. En la ciencia política se ha puesto especialmente la atención sobre la función de la lógica en su formación, de modo que junto con la arquitectura teórica de grandes constructores de conocimiento como Talcott Parsons, David Easton o Karl Deutsch, por citar a algunos, existe un esfuerzo por desentrañar los misterios de la anatomía y fisiología de sus métodos.
Como es sabido, la metodología no construye teoría.
Trata más bien con los
métodos por medio de los cuales se construye la teoría, de modo que está
ocupada en el estudio de los procedimientos al través de los cuales los
científicos sociales establecen una imagen sistemática y clara del mundo
social, económico, político o administrativo. Para hacer un paragón con las
ciencias naturales, podríamos decir que la metodología no trata con la
arquitectura de las ciencias sociales, sino con su fisiología,
motivo por lo cual está interesada por la explicación de los procesos que
llevan a la producción del conocimiento.
Tal es la razón que explica
la frecuente e íntima relación
de la metodología y la filosofía de la ciencia, y sus constantes y
fundamentadas evocaciones de la obra de Abraham
Kaplan, Karl Popper o Ernest Nagel.
Un buen principio
consiste en iniciar el examen de la metodología en administración pública, a
partir de la distinción entre ciencia y sentido común.
CONOCIMIENTO Y SENTIDO COMÚN
El sentido común o "conocimiento corriente", está cobijado por la vivencia cotidiana del ser humano
porque como parte
del equipo cultural del
hombre en su contacto perenne con la naturaleza, de modo que es un producto de las relaciones humanas. Fue gracias
al sentido común que el hombre
primitivo, sensible a la naturaleza y la tierra, como
su laboratorio natural,
pudo superar los obstáculos
de un ambiente enérgico, despiadado, y a veces, brutal.1 Sus
sentidos, operando como medios esenciales del sentido común, percibieron lo duro y lo blando,
lo frío y lo caliente, en fin, las expresiones físicas captadas sensorialmente, formándose una imagen "evidente" del mundo circundante: el universo real era, entonces, un producto de sus sentidos.
Fue de esta manera
que el hombre primitivo pudo descubrir el efecto de las cosas y con su trabajo
construir artificios, para poner la naturaleza a su disposición. Encontró que
la tierra produce más con el uso del abono y que sus transportes son más
rápidos sobre ruedas. Pero no siendo capaz de advertir el empobrecimiento gradual de la tierra y los resultados desgastadores
de la fricción, desconoció los límites de su saber, de sus causas
y de alcances. Sólo pudo jugar con los efectos materiales que percibe y los
explota a su favor.
El hombre
primitivo no estaba
interesado en las raíces de los
fenómenos, sino en sus efectos,
esto es: en aquello que incidía en su vida cotidiana. El hombre de
ciencia, en contraste, aspira en todo momento al acceso del por qué de las
cosas, desea llegar al origen de los fenómenos y desentrañar los motivos que
les dan sentido.
El hombre primitivo a que hemos hecho alusión es una figura, una analogía del hombre contemporáneo igualmente equipado con el sentido común a modo de mecanismo de vivencia, como forma de manipulación más plena de la naturaleza y como medio idóneo de comunicación con sus semejantes en un mundo gradualmente más complejo. No obstante, ayer, en el pasado histórico, como hoy, al hombre común no le preocupan las causas de los hechos; por el contrario, en la ciencia, los hombres consagrados a ella buscan respuestas que normalmente los demás hombres dan como supuestos. Pero no debe descartarse el hecho de que algunas disciplinas, como la geometría, la biología, la química y la economía, emergieron a partir de problemas prácticos como medición topográfica de los campos de cultivo, la salud humana y la cría de ganado, así como la industria y la administración doméstica.2 Sobre estos supuestos, equívocamente algunos pensadores han tratado de distinguir el sentido común y la ciencia, por cuanto a la última la encuentran organizada y clasificada. Estos atributos, sin embargo, común a ambos tipos de conocimiento, son inherentes a la ciencia sólo y exclusivamente cuando atañen a la forma específica de su conocimiento; ahora bien, ¿cuál es esta forma específica? Es la explicación.
Ernest Nagel
explicó que "es
el deseo de hallar explicaciones que sean al mismo
tiempo sistemáticas y controlables por elementos
de juicios fácticos lo que da origen a la ciencia; y es la organización y
clasificación del conocimiento sobre la base de principios explicativos lo que constituye el objetivo distintivo de
las ciencias. Más específicamente, las ciencias tratan de descubrir
y formular en términos generales las condiciones en las cuales ocurren
sucesos de diverso tipo, y las explicaciones son los enunciados de tales
condiciones determinantes. Sólo es posible lograr este objetivo distinguiendo o aislando ciertas
propiedades en el terreno
estudiado y discerniendo los esquemas de dependencia
reitera dos que vinculan esas propiedades unas con otras".3
Es la búsqueda del
por qué del conocimiento lo interesante para
el investigador. A la ciencia
de la administración pública no le
interesa simplemente saber
que los griegos
resistieron a Ciro y
su ejército por tener mejor sistema logístico, y no así a los romanos y sus legiones
a pesar de esas capacidades, sino explicar las
causas de los hechos: explicar consiste en establecer cierta relación de
dependencia entre proposiciones aparentemente desvinculadas, es decir, poner de manifiesto sistemáticamente las
conexiones existentes entre temas de información variados. Estas son las
características distintivas de la investigación científica.4
A la física no le interesa
el calor como efecto perceptible, sino las causas que lo
generan; a la administración pública no interesa la existencia de administradores y administrados como un
hecho dado, sino explicar los motivos del fenómeno remontándose a sus causas: la protección y la obediencia.5
Es evidente que la
administración pública, en lo posible, deberá
desembarazarse de las expresiones del sentido común,
de las puras manifestaciones de la opinión
pública. Deberá, en contraste
al sentido común, establecer límites
a su conocimiento, es decir, ser consciente de sus alcances.
Tenderá, como condición insoslayable a superar
el prejuicio de la valoración omitiendo los
efectos que, al incidir en las cuestiones que los hombres
aprecian, atraen la atención de los interesados sobre problemas de la
vida cotidiana y desplazan otros hechos y relaciones valiosos para el
conocimiento. Habrá de establecer un lenguaje preciso
que exprese clara y realmente
los conceptos señalados por los términos empleados. Consolidará su validez como
ciencia al superar los valores inmediatos a la vida
cotidiana y que
la presentan como
algo "alejado" del mundo de la realidad; es decir, justificará
la necesidad de su naturaleza abstracta. Y, finalmente, someterá a comprobación
sus afirmaciones cognoscitivas mediante condiciones cuidadosamente controladas.6
Sobre esta base, la
administración pública puede establecer los límites que le separan del conocimiento
común, y que, en el universo administrativo, tan íntimo para la vida del hombre
social, se erige como un elemento
de vital importancia. Todo esto implica considerar la revolución en
metodología y su impacto en la administración pública.
LA REVOLUCIÓN EN METODOLOGÍA Y LA CIENCIA DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA
Hacia mediados de la primera mitad
del siglo XX dio comienzo una "revolución
intelectual", una revolución en metodología, principalmente vigente
en la física, las matemáticas y la lógica. Esta revolución estuvo encabezada
por Bertrand Russell, Ernest Nagel y Carl Hempel, por cuanto de lógica de trata. En la física y
las matemáticas, como en la lógica, la revolución se evidenció claramente en
tres disciplinas de enorme impacto en las ciencias sociales: la teoría de juegos, la cibernética y la teoría
general de sistemas.
Pensadores
prominentes, como Norbert Wiener,7 y Ludwig von Bertalanffy,8 pronto
sacudieron las conciencias de los científicos sociales, poniendo en crisis
sus disciplinas y estimulando el desarrollo de nuevas perspectivas.9
LA METODOLOGÍA.
En este nuevo
clima de desarrollo científico las ciencias físicas marcaron la pauta, y delinearon
un camino emulable por las ciencias sociales. Ese camino es la metodología, mas no como una copia de la propia
de las ciencias físicas ni como
un orden general, sino como problema inherente a las ciencias
en lo particular.
Aquello fue visible
en las ciencias sociales, en cuyo seno emergió
un profundo descontento con la investigación y la enseñanza social, política y administrativa, especialmente con aquella
clase que se esfuerza
en concebir el estudio de la política
dentro de una más rigurosa disciplina científica modelada sobre la metodología de
las ciencias naturales.
Las ciencias sociales no deben configurarse
en base a la metodología de las ciencias naturales, pero debe considerar
sus experiencias y avances.
Hay que destacar que las tareas de la metodología no son una atribución del físico o administrativista, sino del filósofo
de la ciencia, pues
"la función del
filósofo de la ciencia es simplemente
hacer explícito lo que está
ya implícito en trabajo práctico de los
científicos. El descubre y clarifica; él no produce".10
La ciencia y la
metodología tienen importancia para la administración pública sólo en la medida
en que ayudan a definir sus cualidades, y contribuyen a distinguir los
fenómenos administrativos de los no-administrativos. La revolución metodológica, al sacudir la conciencia de los científicos sociales,
desmitificó el tradicional sentido de ciencia que enunciaba un estatus,
un prestigio, mas no "un conjunto de cualidades que identifican un
particular modo de actividad intelectual"; y esto también fue una tarea de
los filósofos de la ciencia.11
LA LÓGICA.
Por su parte, la lógica no se limita a la formulación de los sistemas
axiomáticos de Euclides: en su significado amplio, la tarea de la lógica
es hacer explícitas las estructuras de los métodos y proposiciones empleados en la
exploración, para hacer
más confiable el conocimiento en todos los campos de la indagación. La lógica así
construida busca evaluar
los eslabones conectados por aquellos medios, que, flotando en el
pensamiento, pueden convertirse en elementos esenciales en el desempeño de creencias dignas
de confianza. Así entendida, la
lógica articula los principios implícitos en críticas responsables de demandas
cognoscitivas".12
Sin la lógica, la administración pública
pierde la capacidad de que sus proposiciones estén relacionadas, probadas
o hechas más comprensibles; cada disciplina en lo particular puede desarrollar sus métodos
de investigación, sus
principios explicativos, más con
la lógica de explicación no cambia al mutar el objeto de estudio,
es decir, es independiente frente a cualquier disciplina.
LAS “ESCUELAS”. Es por medio de la metodología como la administración pública pudo superar uno de sus grandes males: los enfoques.13 Estos, más parecidos a las fortalezas inconmovibles, inexpugnables almenas de castillos medievales, que puentes tendidos para estimular la comunicación en pro de la unificación de la disciplina, hicieron de su campo una especie "poliarquía" en la que cada enfoque elevó su indómita bandera de autoridad académica. La metodología así concebida fue principio del fin para las "escuelas" de la administración pública, porque desentrañó la estructura de su formación teórica poniendo al descubierto sus errores de base.
PROBLEMAS
DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA
COMO CIENCIA
No debemos olvidar que el desarrollo de las ciencias
físicas y biológicas es mayor que el desarrollo de las ciencias que
estudian al hombre como ser social. Se podría esperarse, entonces, que los científicos sociales pudieran recorrer
un camino similar
al de sus colegas
de las otras ciencias, por cuanto al rigor, pero no
de las ciencias mismas, ni de su metodología, sus teorías, sus modelos y sus
técnicas.14 El científico
social debe ser riguroso como sus colegas
por cuanto a su concepto
de ciencia, porque:
"es tarea de la ciencia la explicación de fenómenos en una forma
particular de acuerdo a un criterio definido, y, por supuesto, el descubrir nuevos fenómenos que requieran investigación.15
Se debe reconocer que la revolución en metodología enunciada promovió cambios sustanciales en
las ciencias sociales, destacándose el movimiento "conductualista"
por su perseverante empeño en pro de una ciencia más rigurosa.16
Debemos también insistir en el desarrollo de la administración
pública con
independencia a la revolución en metodología, y por supuesto, al
conductualismo. Sin hacer una separación entre pensamiento administrativo y ciencia de la administración pública, o entre teoría y ciencia administrativas, tema del
capítulo siguiente, debemos hacer
énfasis en una "revolución científica"
ocurrida mucho tiempo antes, que implicó el abandono del viejo
"paradigma" tripartita de poderes,17 y la propuesta de un
esquema diverso, fundado en la abstracción de las funciones políticas,
trascendiéndose la rigidez de las estructuras. Fue la época de Woodrow Wilson y
Frank Goodnow. A los dos les preocupaba esencialmente la realidad política como
acción, no tanto como esquemas formales.
La administración
pública como ciencia, entraña en la explicación de fenómenos la secuencia de un
cierto número de actividades cuya jerarquización está determinada por la validación de teorías en un elevado nivel. En este continuom
la selección de los datos implica el primer paso,
mientras que la explicación señala su conclusión, su coralario. En este
sentido, al publiadministrativista interesan los criterios de evidencia, el
proceso explicativo, y el cuerpo
concreto de hechos
y teorías que se
dan como resultado final de la ciencia.18 Le interesa acceder
a las causas, desentraña el por qué; él explica. No son los hechos los
que determinan y definen a la ciencia, pero la ciencia debe considerar los
fenómenos bajo investigación: la administración pública no se construye en el
aire ni en el puro pensamiento del teórico, sino sobre los hechos. Se trata es
explicar conceptualmente al mundo de los fenómenos de la administración pública.
* DEFINICIÓN
DE CIENCIA. En este sentido es aleccionadora la definición de ciencia
formulada por Eugene Meehan, como "la producción de explicaciones
sistemáticas, basadas en datos empíricos unidos lógicamente en forma de patrones regulares".19 Tal definición, aún con toda su
claridad, puede eventualmente ser distorsionada cuando existe la confusión
entre el fenómeno y el concepto, es decir, cuando se cae en el empiriocriticismo tan criticado
por Lenin,20 cuando confundimos un fenómeno aparentemente
real, con una construcción teórica
destinada a producir explicaciones acerca del
universo de los hechos.
EL HECHO.
Como bien lo señaló David Easton, un hecho es un orden particular de la realidad, en términos de interés teórico.21 La noción
de ciencia en administración pública
debe dejar sentado que los hechos no son sino un
basamento empírico que obtiene significación gracias al eslabonamiento de patrones de regularidad,
es decir, son el sustrato de las explicaciones.
Cabe señalarse que la
ciencia de la administración pública busca establecer relaciones. Tiene un alcance particular y parcial,
es decir, no tiene una estructura total y final, ya que su validez se restringe únicamente a la extensión del propósito al que sirve, estableciéndose así un reemplazo
constante de las viejas teorías por aquellas que las han rebasado. Es empírica,
demanda el fundamento de hechos,
definidos directa o indirectamente de manera
empírica. “La ciencia trata con hechos, pero los hechos no son por
sí mismos evidentes".22 Es sistemática y lógica, e incluso, en
el mínimo nivel de generalización, se requiere la ordenación sistemática y la clasificación de datos empíricos. Es una actividad generalizante, pues "sin
generalizaciones -declaraciones que enlazar
a un número separado de observaciones- la explicación no es
posible".23 Se encuentra libre de valores en el sentido de que
no puede expresar preferencia por unos en detrimento de otros. Es analítica al
tener un método específico de investigación.24
Tales atributos de la ciencia, de la ciencia administración pública también, marcan el compás que debe atender la investigación cuando se apresta a desentrañar las obscuridades del mundo de la realidad.
PENSAMIENTO ADMINISTRATIVO Y LA CIENCIA
DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA
El pensamiento administrativo
constituye uno de los grandes problemas de las ciencias sociales más complejo,
toda vez que ha sido lastimosamente abandonado. Uno de los
puntos más débiles
de la ciencia de la
administración pública radica, precisamente, en la carencia de un mapa
cognoscitivo del devenir del pensamiento administrativo.
En otro
lugar señalamos que
esta ha sido
una fatalidad onerosa que impidió a la administración
pública, como ocurrió en la economía, que prosperara y consolidara una escuela clásica. Que, en
su lugar, en fin, se incubara una disciplina frágil y titubeante a pesar de la antigüedad de su fundación y la fortaleza de sus
contribuciones. Le faltó
su pilar central,
una espina dorsal
que a lo largo de los tiempos
sostuviera a las generaciones de estudiosos,
del mismo modo que Adam Smith afianzó
a David Ricardo, y Robert Malthus, y después a John Stuart Mill y Alfred Marshall, hasta llegar John Keynes y los economistas contemporáneos. Keynes mismo, a pesar
de haber tomado
distancia del laissez faire
clásico, dijo orgulloso ser el hijo espiritual de Smith, Malthus
y Ricardo, autores que le inspiraron
algo más que sentimientos ordinarios.25
El caso de la ciencia
política tampoco se parece al de la economía,
pues sus vicisitudes,26 harto
dramáticas, más se asemejan
a la administración pública. Las soluciones que encontró pueden, obviamente,
servirle de lección.
Los politólogos contemporáneos han dedicado hondas reflexiones a ese problema, el cual parece ser
de poderosa gravitación sobre toda la ciencia política, porque el pensamiento
político es indebidamente entendido como su "prehistoria".27 De Platón a Marx, pasando por Aristóteles, Maquiavelo,
Bodin, Hobbes, Locke, Montesquieu y Tocqueville, la "teoría política" no ha sido sino la "letra muerta" que precede
a la "verdadera" ciencia de la política; es decir, aquella que nace
hacia finales del siglo XIX.28 En la ciencia política el modo
tradicional de definir y enseñar el pensamiento político implica una curiosa
bifurcación de la disciplina, una separación del pensamiento político
y de la ciencia política
injustificada equívoca.29 La historia
de las ideas, el pensamiento político,
o como también se le llama: la filosofía
política, desde esta perspectiva constituye la etapa que, al anteceder a la
ciencia política tiene una implicación no científica. En efecto: la obra producida entre las épocas
de Platón y Marx, concebida
como filosofía política "precientífica", sería la antesala
de la verdadera ciencia: aquella producida por Gaetano Mosca, Arthur
Bentley o David
Truman. Nada más errado: la ciencia
y el pensamiento políticos fluyen paralelos desde la época de Platón.30
La ciencia política
es estudiada, según la opinión tradicional,
para adquirir un conocimiento de la política, en tanto que el pensamiento político
se estudia por razones frecuentemente no explícitas.31 El pensamiento político, como el continente de todo y
nada, usualmente se liga a una influencia “humanizadora” o “ampliadora”, o al estudio
de las evaluaciones políticas, es decir,
como si la obra individual o colectiva de los filósofos políticos debiera ser estudiada per se. Ciencia Política, es decir, lo consecuente al pensamiento
político, estudiaría los fenómenos políticos.
Conciliar con tesis de tal naturaleza equivale a aceptar
que el pensamiento político no estudió en ningún momento
la realidad de su tiempo; sería dudar que
Aristóteles hubiera tratado con fenómenos reales de la política griega o que
Locke no hubiera considerado las realidades subyacentes en la estructura del poder
en Inglaterra, es decir, el rey, la nobleza y la burguesía. Sería, en el mismo
modo, asignar a la ciencia
política la exclusividad del análisis político y congelar este análisis solamente al siglo XX -
y lo que va del siglo XXI-, omitiendo la historia precedente.
El pensamiento
político es el pensamiento de la política
- aunque sea una
tautología-, es decir:
el análisis del
estudio sobre la política, el análisis de la disciplina. El pensamiento político es una rama de la ciencia
política que estudia a la ciencia política como una disciplina académica. Visto
de este modo, el pensamiento político no corresponde necesariamente con la obra
producida de Platón o Marx, o sea, con aquello conocido tradicionalmente como
filosofía política o como historia de las ideas políticas, sino el pensamiento político
de ayer y hoy. Bajo esta perspectiva, la obra de Platón,
como la de David Easton, tratan con la ciencia política, del mismo modo que el pensamiento
de Platón y de Easton
son, ambos, pensamiento político. La división establecida entre pensamiento
político y ciencia política no la fija el tiempo,
sino una división
del trabajo con arreglo por cual
el pensamiento político estudia a la política con arreglo al análisis de la ciencia
política como disciplina, en tanto que esta
última trata con el "cómo" y el "por qué" de la política.
En todo caso, "es
insultar a Aristóteles leerlo como un trozo
de historia muerta. La cuestión no está en lo que se lee sino en cómo se lee.
En el contexto en que se inserta".32 Pero eso fue lo que se hizo, cuando se abandonó
el cultivo de la teoría política,
la cual, hacia mediados de la década de 1950, se decretaba en decadencia. El
renacimiento de la teoría política se debió al empeño de filósofos políticos de
la talla de Eric Voeglin y Leo Strauss, así como Hanna Arendt y Carl Friedrich,
entre otros distinguidos hombres de ciencia. En fin, como el Ave Fénix, la teoría política ha
resurgido de las cenizas.33
Lo dicho
para la ciencia
política es todavía
más cierto para la administración pública.
La administración
pública es un campo de estudios, hasta el momento, con sistematizaciones parciales en el tiempo
y el espacio, un área de investigación que apenas está desarrollando su “historia
de las ideas”. Igualmente, por lo general las obras de administración pública
consisten en libros
de texto que tienen el sello
de su nacionalidad, de modo
que entre sus
páginas se destacan las aportaciones que se han realizado en cada país.
Con frecuencia los estudios
administración pública son difundidos sin fondo histórico, hacienda que
aparezcan como surgidos por “generación espontánea”. Entre muchos académicos
persiste un espíritu pragmático, el cual, a menudo basado en la enseñanza de la
administración privada, la economía neoclásica o alguna otra disciplina, ciñe a
la administración pública en calidad de arte, negando su carácter de ciencia.
La teoría
de la administración pública ha estado parcialmente implicada, hasta nuestros
días, en una serie de consideraciones erráticas y tergiversadas. Estas
consideraciones tienen como causa
última la ignorancia de las fuentes históricas e intelectuales en las
que tiene su origen, es decir, “el pensamiento administrativo”. Asimismo, los
particularismos nacionales han coloreado los desarrollos locales de la ciencia
de la administración pública y con frecuencia son importados irreflexivamente
de unos países a otros. No faltan profesores que todavía creen que la ciencia de la
administración pública acaba de nacer, y otros más la siguen considerando ajena
al conocimiento científico.
En suma: no ha
existido un cuadro completo y sintético que establezca una genealogía del desenvolvimiento de la ciencia
de la administración pública,
de modo como lo han establecido la economía
política y la ciencia política.
Todavía más equivocada es la versión
que asigna a la ciencia de la administración pública un
carácter multi, poli o interdisciplinario, que al hacer concurrir
en su seno disciplinas
diversas, asemeja una agregación sucesiva de conocimientos definidos como enfoques especializados sobre la
administración pública. De este modo, hay tantos enfoques
sobre la administración pública, como disciplinas
acudan a ella para formarla, habiendo entonces aproximaciones tales como la escuela sociológica, la psicológica, la
económica y hasta la ¡política! Si esto fuera cierto, entonces también la sociología sería pluridisciplinaria y tendría un enfoque psicológico, otro
económico y uno más administrativo. Pero esto
no es así, ni la sociología ni la ciencia de la administración son
disciplinas de encrucijada, ni tampoco residuales.
Próxima a la idea
anterior es la de la aplicación de metodologías multidisciplinarias,
esencialmente las analógicas, como la cibernética, la teoría general
de sistemas y el análisis de las organizaciones. Estas
metodologías, de indudable utilidad para la investigación, se han transformado
de herramientas del conocimiento, en el conocimiento en sí, mutando su
condición instrumental en patrón o modelo que se cree ser capaz de interpretar
a la realidad. Todas las ciencias sociales han sido influenciadas por estas metodologías, lo que incluye
a la ciencia de la administración.
Más equivocadas son las versiones de la administración pública al través de la administración privada,
que desplazaron el interés
de los científicos de la administración pública
hacia el examen
de las funciones adjetivas, abandonando las funciones sustantivas que le
dan su razón de ser. Esta versión ha propiciado que algunos cultivadores de la
ciencia de la administración se retiraran del análisis de la actividad del
Estado y se introdujeran en el estrecho pasillo de la gestión interna del
Estado.
Hasta nuestros
días hemos sido testigos del desarrollo de la
ciencia de la administración pública, como teoría de la administración del
Estado. En su desarrollo existe un proceso el ascenso y ocaso, perceptible cuando en Europa
fue sustituida por
el derecho administrativo y en Estados Unidos por la administración
privada. Este movimiento histórico de la ciencia de la administración no ha
sido, de ningún modo, un proceso evolutivo pacíficamente desenvuelto. Todo lo contrario: ha obedecido más bien a un desarrollo dialéctico en el que los opuestos
han chocado para llegar a la síntesis de la
actualidad. La ciencia de la administración
pública no sólo ha defendido sus principios, sino su
existencia.
La ciencia de la
administración pública fue olvidada dos veces:
la primera ocurrió
cuando el cameralismo, formado durante en el
siglo XVIII, se perdió durante
la centuria siguiente. Con cuánta razón Albion
Small lo ha llamado el capítulo perdido de la historia
de las ciencias sociales. La segunda vez fue cuando Charles-Jean Bonnin fue
olvidado, junto con Lorenz von Stein y otros muchos pensadores administrativos.
La historia se repitió dos veces, no como dice Marx, como tragedia
y comedia, sino sólo como tragedia.
Hoy en día, una vez
recuperada y gozando de plena salud, la ciencia de la administración pública está saliendo airosa de su lid
con la nueva gerencia pública, la
cual ha sido sugestiva y convincente para muchas personas, produciéndose la sensación de que se trata de un paradigma dominante
bajo la óptica de Thomas Khun.
Pero ciertamente las tesis neogerenciales ha inspirado una gran cantidad de
bien fundadas dudas sobre la validez del modelo neogerencial, así como de su alcance.
Debido a que el nuevo manejo
público ha sido propuesto como la personificación gerencial de un destino manifiesto, cuya misión
planetaria es estandarizar a la administración pública universalmente considerada bajo el cobijo de la
globalización económica, se dio por supuesto que el modelo neogerencial habría
asumido ya el carácter de paradigma dominante.
Con respecto a su
condición preponderante, desde la perspectiva
del modelo neogerencial observamos principalmente los cambios en la teoría
de la administración pública en el Reino
Unido y Estados Unidos de América, países donde podría ser dominante.
Allí los profesantes del modelo
neogerencial alegaron una crisis de identidad de la administración pública y que esta crisis
no tenía solución, a menos que
entre a su salvamento en modelo neogerencial. Este anuncio
es antiguo, se remonta a la época en la cual apareció el libro pionero de Vincent
Ostrom sobre opción pública, a principios de la década de 1970.34 Pero en el Reino Unido,
cuna del modelo neogerencial, no existió una
confrontación directa entre
la administración pública y la neogerencia pública, ni una guerra entre modelos
hostiles ni entre el viejo y el nuevo paradigma. Hoy en día, el paradigma de administración pública continúa
predominando en Albión, así como en Estados Unidos de América.
Quizá el más grande fracaso en la nueva gerencia pública globalizadora consista en que, siendo originalmente un enfoque de "dentro hacia afuera" que enfatizaba la interfase entre Estado, sociedad y mercado, ahora se está reorientando de "fuera hacia adentro". Ha dejado de soslayar el reconocimiento de que los problemas centrales en la administración pública clásica consisten en el estudio de las organizaciones del servicio público, desplazándose hacia los problemas de gobernancia, que es un tema central en ciencia política y administración pública. Esta tendencia estaría asimilando la neogerencia pública como un campo más de la administración pública, con la cual compartiría sus temas centrales, disipándose de tal modo el objeto de estudio y su razón de ser. Dejaría de ser, brevemente hablando, la opción a la administración pública y la medicina para sus males, tal como se está proponiendo todavía.
LA CONSTRUCCIÓN TEÓRICA
EN ADMINISTRACIÓN PÚBLICA
La perspectiva del pensamiento político
es una lección digna de ser
considerada en administración pública, pues como lo hace saber Meehan,
"considerado como subdisciplina de la ciencia política, el pensamiento
político puede convertirse en el instrumento de consolidación y organización
necesario para conseguir una acumulación sistemática de nuestro conocimiento sobre la política".35 Es decir, puede contribuir en forma determinante a la consolidación de la ciencia política como una disciplina
académica, porque el pensamiento político se encuentra ligado íntimamente a la
investigación, la construcción teórica y la enseñanza, esto es, a las universidades donde se cultiva su saber.36
HECHOS Y CONCEPTOS. Un problema central en administración pública es la
relación entre el hecho y el concepto, problemas frecuentemente confundidos.
Esto también ha sido uno de los desafíos centrales en la ciencia política, donde la reconceptuación
del pensamiento político ha servido para comenzar a superarlo desee tiempo atrás. Por consiguiente, los
efectos visibles en el pensamiento político son igualmente observables en el pensamiento administrativos tratándose de
este punto.
En efecto, el
pensamiento social se puede mover en tres ámbitos: las descripciones, las explicaciones y las evaluaciones. Sin soslayar la importancia
que tiene la descripción y la evaluación, la tarea central es acceder a la
explicación de los fenómenos sociales. Hay que hacer notar, sin embargo, que
las descripciones son el punto de partida para llegar a las explicaciones. Este papel de la descripción es útil porque
ayuda a superar la confusión
entre hecho y concepto, toda vez que los sentidos son insuficientes para
transmitir y acumular conocimientos.
No está de más
diferenciar, de una vez, al hecho y
al concepto: "en sentido
estricto, un hecho es un conjunto de propiedades observadas, en tanto que el
concepto es un artificio para manipular con tales observaciones" (...)
“los conceptos son deducciones elaboradas por los hombres
para sus propios
propósitos y que no son perceptibles en la naturaleza”.37 Los
hechos son establecidos en términos de espacio, tiempo y distancia, porque
incluso otras propiedades como la textura
o el color son reducibles a ellos. Tal es el motivo
por el cual, en política
y administración pública los hechos se reducen a aspectos subjetivos u objetivos de la conducta humana, en tanto que los
conceptos que los ponen en relación no son susceptibles de observación.
HECHO Y VALOR. Uno de los casos más notables de confusión, además de la
habida entre hecho y concepto, es la intrincación entre hecho y valor,
que desde diversas
perspectivas ha alimentado la dicotomía
política-administración. Hacia fines del siglo XIX, época de integración de la
ciencia política como una disciplina académica
en Estados Unidos,
Woodrow Wilson y Frank Goodow
hicieron un intento por distinguir conceptualmente la administración y
la política. Ambos, politólogos de origen, estaban empeñados en deslindar teóricamente sus campos respectivos: Wilson definió a la
política como la formulación de
planes generales y la administración como
los medios específicos. Por su parte, Goodnow
entendió a la primera como la "voluntad” del Estado y a la segunda
como la "expresión" de esa voluntad.38 Ambos autores
construyeron teóricamente una dicotomía que, sin embargo, fue por muchos
catalogada como un intento por diferenciar hechos;
el resultado ha sido
una polémica histórica
que ha perdurado hasta la actualidad.
LA DESCRIPCIÓN.
Volviendo a la descripción, hay que añadir
que como construcción teórica implica en sí misma un esquema conceptual. En efecto, tanto
el significado como la observación de los hechos derivan de la estructura conceptual utilizada.
Ello obedece a que
la descripción siempre
es parcial y selectiva, porque cada científico social está interesado en problemas concretos: las élites, los partidos, los grupos de presión, los ministerios, los gabinetes o los servidores públicos.
No obstante, el científico social tiene como
meta superior acceder
a las explicaciones. Debido
a que los hechos carecen de significación
por sí mismos, deben estar relacionados sistemáticamente para tener esa significación.
Esta es la tarea de la explicación. A la inversa, las generalizaciones tampoco
por sí mismas tienen alguna
significación si no están ligadas de algún modo concreto al
acontecimiento o fenómeno particular que pretende explicar. Hay que hacer
notar que los
"generalistas" y metodólogos son la excepción de la regla.
LA GENERALIZACIÓN.
En efecto, "formalmente una generalización
es una proposición que relaciona dos o más clases de acontecimiento, de tal manera
que algunos o todos los miembros de una de las clases son también miembros
de la otra". Existen tres clases de generalizaciones: universales,
probabilísticas y enunciados tendenciales.
En la generalización universal todo A es B,
por ejemplo, no existe una relación
reversible: en Estados
Unidos todos los negros
son un grupo minoritario, pero
no todas las
minorías son de negros.
En la generalización probabilística N%
de A son B se aplica a clases, pero no a individuos aislados. En los enunciados
tendenciales, como A tiende
a ser B, a menos
que algo lo impida, se aplica a clases enteras, pero su fuerza
deriva de nuestra
capacidad para determinar factores impeditivos. La ciencia
política tiende a situarse en las dos
últimas, no así
la administración pública, como es notorio en la obra de Luther Gulick y Lyndall Urwick publicada
en 1937,39 donde se formulan leyes generales. Hay que hacer notar
que esta actitud no es excepcional, sino corriente, tal como se puede observar
en la “revolución de los gerentes” de Burnham,40 y de un modo carente de todo rigor, en el gobierno empresarial de David Osborne
y Ted Gaebler.41 Sobre el libro de ambos autores, puede decirse,
sencillamente, adoptando el pensamiento de Meehan,
que "el problema es, por
tanto, el de lograr lo más que
se pueda de lo que se dispone, no de sentarse a
esperar a que aparezcan generalizaciones universales o, aún peor, el de creer
que puede disponerse de generalizaciones universales cuando de hecho no lo son".42
LA TEORÍA.
La generalización sustenta a la teoría, pues "hablando en sentido
estricto, una teoría es un conjunto de generalizaciones deductivamente entrelazadas que pueden utilizarse para explicar otras generalizaciones".43 Con cierto pesimismo, pero con objetividad, Meehan
se inclina por creer en la inexistencia de teorías en ciencias
sociales porque, además
de no consistir en el mero hecho de explicar, también deben
predecir. Las ciencias sociales no explican
del todo, y casi no pueden predecir. Tal es el motivo por el cual en las ciencias
sociales existen otras estructuras conceptuales que, sin estar deductivamente
entrelazadas, realizan las funciones de explicación y predicción:
la cuasi-teoría o marco conceptual.
En efecto: la teoría
“es una formulación de variables, relaciones
entre las variables, y predicción de las consecuencias de las interacciones de las
variables”.44 Las relaciones y predicciones son formuladas en forma
deductiva, en tanto que las hipótesis resultantes se establecen en términos
funcionales para ser confirmadas o negadas mediante los métodos empíricos adoptados.
El factor decisivo de una teoría es la existencia de hipótesis
deductivas rigurosamente formuladas, presentadas en forma tal que puedan ser sometidas a las pruebas
inductivas. Siendo la teoría de semejante talante, se puede
afirmar que en ciencias sociales se han producido
muy pocas de ellas.
Consiguientemente, hay que destacar
que los enfoques -de los que trataremos páginas adelante son
cuasi-teorías típicas, es decir, no son "teorías" elaboradas
plenamente. Por lo tanto, debemos adelantar desde ahora que su utilidad
radica más en su productividad, que en su precisión o
validez. Sin descontar la importancia de su correspondencia razonable con la
realidad, hay que hacer notar que su verdadera cualidad consiste en su
productividad en la generación de ideas, de interrogantes para la
investigación y de nuevos criterios para la recolección de datos.45
LOS SISTEMAS TEÓRICOS. Los sistemas teóricos agrupan los conceptos y facilitan su relacionamiento, de tal forma que alguna categoría o concepto que actúe por separado pierde eficiencia. Un sistema teórico opera como relacionador lógico entre conceptos, porque su función consiste en producir conocimiento de la realidad. Esta "producción" no es desordenada; por el contrario, el conocimiento producido guarda un orden rigurosamente lógico. El proceso de producción del conocimiento obedece a tres etapas:
a) Análisis. Un sistema teórico rigurosamente diseñado debe operar adecuadamente para facilitar y reforzar el funcionamiento eficiente de un conjunto de métodos y técnicas de investigación empírica o documental, que literalmente "extraiga" el conocimiento de la realidad social.
b) Interpretación. El sistema teórico, después de recibir la carga de información de los métodos y técnicas, la procesa por medio del ordenamiento y selección de los hechos descritos en forma de conceptos. Es cuando, por medio de una estructura rigurosamente lógica, interpreta la riqueza, variedad e importancia de la información que cada hecho contiene; y, la riqueza, variedad e importancia de la información que tienen los hechos en cuanto pueden ser combinados y relacionados.
c) Explicación. Dada la interpretación de los hechos, como conceptos, el sistema teórico es capaz de explicar en cierto grado "lo que ocurre" dentro de la realidad que es objeto de estudio. Hecho esto, la teoría ve cumplidos los postulados y el investigador lograda la meta de "crear" conocimiento sistemático para la ciencia.
El sistema teórico es
el instrumento más importante con que cuenta una teoría para extraer, producir
y proporcionar conocimiento científico. De acuerdo con
John MacKinney, el sistema
teórico "es un esquema conceptual que puede ser considerado como un
conjunto de conceptos interrelacionados entre sí, en el que cada concepto individual tiene un significado en relación con otros".46
Sólo en la medida en
que los conceptos forman un sistema es posible que los datos empíricos puedan
ser analizados, interpretados y explicados. La teoría está
integra por un cuadro de postulados y un sistema teórico. En
tanto que los postulados plantean las metas
de conocimiento, el sistema teórico
posibilidad en su validación empírica. Aquella teoría que sólo tenga
postulados, no así el sistema teórico, no es una teoría, sino simplemente un conjunto de aspiraciones, dogmas
o ideas del sentido
común.
Por otra parte, como los sistemas teóricos representan la forma más rigurosamente lógica de articular conceptos, ellos mismos deben ser diseñados con un alto grado de rigor científico. En este sentido, MacKinney propone que las características mínimas que un sistema teórico debe contener para cumplir los requisitos de rigurosidad científica deben ser:
a) Generalidad. Deben incluir muchos "particulares" o "específicos" dentro de la misma denominación. En otras palabras, la generalidad se refiere al número de rasgos de un objeto o hecho, que deben incluirse en un concepto y grupo de conceptos.
b) Complejidad. Los conceptos que integran el sistema están imbricados unos con otros, a modo de constituir un complejo inteligible de componentes y relaciones.
c) Integración. Se refiere a la unidad que guardan los conceptos como partes de un todo, de tal modo que de sus relaciones es posible derivar y pronosticar los presupuestos lógicos del crecimiento y acumulación del conocimiento en la teoría.
d) Coherencia. El relacionamiento entre los conceptos guarda una consistencia manifiesta en la correspondencia de unos con otros. Coherencia dignifica la medida lógica de pertenencia de cada concepto respecto de los demás conceptos en cuanto que integran una unidad, de modo tal que sostiene al sistema teórico considerado como un conjunto.
e) Limitación. De acuerdo con lo anterior, el sistema teórico siempre se encuentra limitado. En su interior hay conceptos precisos; fuera de él, categorías residuales excluidas. Desde luego, conforme el sistema teórico extrae, produce y proporciona conocimiento, las categorías residuales tienden a ser incluidas en forma de conceptos; sin embargo, este proceso nunca concluye porque el conocimiento jamás representa en su totalidad a la realidad. La conclusión posible de este proceso de dará conforme a los intereses y alcance de las investigaciones del científico.47
LAS TEORÍAS INTEMEDIAS. No todos comparten esa opinión. Es bien
sabido que Talcott Parsons abogó por la formulación de la macroteoría para
comprender el fenómeno social globalmente hablando. Al efecto postuló el diseño
de la teoría de la acción, que partiendo de las a aportaciones de Vilfredo Pareto,
Max Weber, Émile Durkheim,
Alfred Marshall y Sigmund Freud, explicaría a la sociedad como un todo.48 En contraste con semejante planteamiento, un grupo de pensadores
sociales se inclinaron por las teorías intermedias -o de alcance intermedio-
como una solución a los complejos problemas que afrontan las disciplinas por
ellos cultivadas. Científicos sociales
como Robert Merton,
David Easton y Karl
Deutsch, pensaron en las teorías
intermedias como soluciones concretas para la explicación
de hechos sociales específicos.
En realidad, ambas
posturas señalan perspectivas similares, pero con alcances distintos. Los
defensores de explicaciones concretas abrazan la idea de partir primero de
estudios específicos; los apologistas de la gran teoría desean la comprensión
cabal de la sociedad. El desacuerdo, entonces, se centra en la posibilidad de que la teoría en ciencias sociales
sea capaz de comprender mayor o menor número de hechos sociales.
LA EXPLICACIÓN. En ciencias sociales pueden encontrarse tres tipos de explicaciones: causales, genéticas y teleológicas.49 Explicaciones causales: establecen condiciones necesarias y suficientes, o necesarias o suficientes, para la aparición de determinados fenómenos (la agricultura hidráulica y la patrimonialización de la tierra son las condiciones a partir de las cuales surge el despotismo oriental); genéticas: trazan el desarrollo de un fenómenos al través de estadios sucesivos (comunidad primitiva, esclavismo, feudalismo capitalismo, socialismo, comunismo); y teleológicas: emplean el concepto de intención o finalidad como instrumento (la existencia de los sistemas políticos de los imperios se explica por la función en los mismos de los órganos burocráticos y de lucha política.
___________________
1. Marx afirma que
la "tierra es el gran laboratorio; el arsenal que proporciona tanto
el medio y la materia
de trabajo como el asiento, base de la
comuna". Fundamentos de la Crítica
de la Economía Política. La Habana, Instituto del Libro. 1970.
Dos tomos. Tomo XXXX. p. 362.
CHECAR PÁGINA EN EL TEXTO.
2. Nagel,
Ernest. La Estructura de la Ciencia, p. 16-17. XXXX BUSCAR LA FICHA.
3. Ibid., p. 17.
4. Ibid., p. 18.
5. Hobbes
sintetizó magistralmente esas causas: "de
este modo he llegado al fin
de mi discurso sobre el gobierno civil y eclesiástico, discurso promovido por
los desórdenes del tiempo presente, sin parcialidad, sin personal propósito, y
sin otro designio que poner de relieve la mutua relación existente entre protección
y obediencia, a los ojos de aquélla personas
a quienes tanto la condición de la naturaleza humana como las leyes divinas (naturales o positivas) requieren
una observancia inviolable". Hobbes, Thomas. Leviatán. México,
Fondo de Cultura
Económica. 1980 (1651). p. 587. XXXX BUSCAR LA CITA EN INGLÉS. Hobbes,
Thomas. Leviathan. Indianapolis, Bobbs-Merrill Educationals Publishing. 1978.
6. Nagel, obra citada,
p. 19-25.
7. Cfr. Wiener, Norbert
(1948), Cibernética, Madrid, Guadiana Publicaciones, 1960. Además de
ésta, que su obra principal y más acreditada, Wiener dedicó un libro al estudio
aplicado de la cibernética a las ciencias sociales: (1958), Cibernética y Sociedad, Buenos Aires, Editorial Sudamericana. Esta última también
se publicó en francés: Cibernétique et Societé. Paris,
Editions des Deux Rives.
1971.
8. Cfr.
Bertalanffy, Ludwig von. General System
Theory. New York, George Brasilier. 1968.
9. El impacto de
los pensadores precitados fue igualmente poderoso en todas las ciencias sociales. De ese impacto
surgieron obras que alcanzaron merecida celebridad, como las siguientes:
Deutsch, Karl. The Nerves
of Government. New York, The Free Press. 1969 (1963). Easton, David. The Political System. New York, The
University Chicago Press.
1960 (1953). Y, también de Easton, David. A System Analysis of Political Life. John Wilwy and Sons. 1965.
Beer, Staford. Cibernetics and
Management. London, The English University Press. 1970 (1959). Johnson,
Richard. Theory and Management of Systems. New York, Mc Graw Hill Book Company.
1963. En administración pública, la obra emblemática preparada bajo el
efecto de la revolución científica mencionada fue: Sharkansky, Ira. Public Adminstration. Chicago, Markham
Publishing Company. 1970.
10. Meehan, Eugene. Theory and Method of Political Analysis.
New York, Dorsey Press. 1965. p.3.
11. Ibid., p. 8.
12. Nagel,
citado por Meehan,
op cit, p. 16.
13. El libro
emblemático sobre las “escuelas” en la administración pública es el preparado
por Mosher, Frederick y Salvatore Cimmino. Ciencia de la Administración. Madrid,
Ediciones Rialp. 1961 (1960). Allí se pueden estudiar, con cierta
profundidad, las “concepciones” jurídica, productivista, política, burocrática, finalista y
psicológica. Ver Cap. II. Pedro Muñoz Amato,
por su parte,
añadió a las
“escuelas” señalas, las
versiones antropológica y la de las relaciones públicas. Muñoz Amato, Pedro. Introducción a la Administración Pública. México, Fondo de Cultura
Económica. 1954. Dos tomos.
14. Hay que
recordar que el papel de hacedor general de las estrategias de investigación no
es del físico ni del químico, como tampoco el administrativista, sino del
conocedor de la lógica: el filósofo de la ciencia.
15. Meehan, obra
citada, p. 28.
16. Hay que
destacar que el impacto del behavioralismo fue particularmente sensible en
administración pública. El mérito principal se debe acreditar a Herbert Simon,
cuyo escrito El Comportamiento Administrativo (Madrid, Editorial Aguilar. 1970
- 1947-) provocó una revolución epistemológica que puso en crisis el paradigma
dominante, hasta entonces: el Movimiento de Administración Científica, liderado
por Luther Gulick. Poco después Simon y sus colegas publicaron su obra
Administración Pública. México, Editorial Letras. 1968 (1950), destinada a
profundizar particularmente en los problemas de la administración pública. El
influjo de esa corriente perduró largamente, tal como es visible en la obra de
Robert Presthus, Behavioral Approaches to Public Administration (Alabama,
University Alabama Press. 1965).
17. Con relación a
los paradigmas, Thomas Khun afirmó lo siguiente: "considero a éstos como
realizaciones científicas universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan
modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica".
Kuhn, Thomas. La Estructura de las
Revoluciones Científicas. México, Fondo de Cultura Económica. 1971 (1962).
p. 13.
18. Meehan,
obra citada, pp. 31-32.
19. Ibid., p. 34.
20. Cfr. Lenin, V. I. Materialismo y Empiriocriticismo. Moscú, Ediciones en Lenguas Extranjeras. Sin año. Sobre la pugna entre Lenin y los empiriocriticistas, ver la obra de Korsch,
Karl y Anton Pannekoek. Lenin Filósofo. México,
Edit. Hadise. 1972. Y Althusser,
Louis. Lenin y la Filosofía.
México, Edit. Era. 1969.
21. Easton,
The Political System, cap. 2.
22. Meehan, The Theory and Method of Political Analysis, p. 37.
23. Ibid., p. 43.
24. Ibid., p. 35-48.
25. Keynes,
John. Introducción. Malthus, Thomas. Principios
de Economía Política. México,
Fondo de Cultura Económica. 1946 (1820).
Edición procedente de la versión inglesa de 1836. p. XXXIX.
26. Esas
vicisitudes son narradas, vívidamente, en la obra: Prélot, Marcel.
La Science Politique. Paris,
Presse Universitaires de France.
1963. Especialmente dramático, vale la pena un vistazo al capítulo III, donde
el autor de la obra
reseña el destino
de una ciencia política
“desgarrada y abandonada”.
27. Los politólogos
superaron este problema desde principios de la década de 1973, luego de aciagos
años de abandono de la teoría política.
A través de sus obras ha sido patente una recuperación de los escritos políticos
clásicos, los cuales son parte sustancial del renacimiento de la teoría
política. Más todavía, dicha teoría
comenzó a ser una preocupación de disciplinas de
nuevo cuño, como la teoría de la organización, la hechura de decisiones y la
teoría general de sistemas. En contraste con el neopositivismo, que parte de la separación entre los hechos
y los valores, la teoría
política contempla su unidad como se concebía desde la época de Aristóteles.
Hay que recordar que su ciencia política (epistemé politiké) tuvo un sentido
tanto práctico, como teórico, de modo que, en este sentido, fue una guía que brindó los
principios para la acción. Fue de ese modo que la ciencia
política se propuso la promoción del arte (areté) de la política
entre los ciudadanos. Germino
Dante, “Some Observations on Recent Political Philosophy and Theory”, The Annals, march, 1963, 141-148.
28. Como lo hemos
señalado, la época
postrimera del siglo
XIX no es el inicio de una nueva ciencia de la política, sino su
maduración al superarse el prejuicio de la división
tripartita de poderes.
29. Meehan, Eugene. Pensamiento Político Contemporáneo. Madrid, Revista de
Occidente. 1973 (1968). p. 13.
30. Almond sostiene una postura que presume una línea divisoria entre la ciencia y el pensamiento políticos. "Political Theory
and Political Science". Sola Pool, Ethiel (edit.) XXXX. Contemporany
Political Science: Toward Empirical Theory. New York, Mac Graw Book. 1967.
Sobre este problema, cfr: Germino, Dante:
“The Revival of Political
Theory". Estados Unidos, The Journal
of Politics. Vol. 25,
num. 3. 1963. pp. 437-460.
Y, también de Germino, Dante: “Some
Observations on Recent Political Philosophy". Estados Unidos, The
Annals. March, 1972. pp. 140-147. Strauss,
Leo. “What Political Philosophy". Eulau, Heinz.
Behavioralism in Political Science. New York, Artheton Press. 1969. pp. 93-108.
31. Meehan,
op. cit., p. 13.
32. Ibid., p. 17. En efecto, Carl Friedrich coincide
plenamente con Meehan, cuando afirma que: “Al revés que Platón, el poeta
filósofo, Aristóteles tiene mucho más de filósofo
científico. Así se observa en
el estilo literario de ambos, que es totalmente distinto. Aristóteles escribe
de política más o menos como lo hacemos hoy nosotros. El que su libro se parezca a los que nosotros
solemos leer constituye una prueba de la gran influencia intelectual de
Aristóteles. Él ha formado la mente de los pensadores e investigadores
occidentales y los ha enseñado a enfocar los temas intelectuales, incluso
la redacción de libros”.
Carl Friedrich, Introducción a la
política, México, Editorial Roble, 1969 (1967), p. 112.
33. En efecto,
hacia mediados de la década de 1950 se había decretado el eclipse de la teoría
política. Pero diez años después comenzó lo que, propiamente hablando, se llamó su “renacimiento”. El sustento de la recuperación fueron
las obras clásicas
de Platón y Aristóteles, para
quienes la ciencia política y la teoría política son lo mismo, porque se trata de una disciplina que tiene su base en la observación de la naturaleza humana en sus “aspectos
constantes y universales”. Consiguientemente, no se trata de manuales para estadistas, pues consisten en escritos basados
en la realidad, aunque por
extensión pudieran servir a los hombres de Estado y los ciudadanos. La decadencia de la teoría
política no fue natural, sino inducida por la
agresión proveniente del neopositivismo al estilo de David Easton, como antaño
lo fue por obra de Auguste
Comte y su positivismo. Germino
Dante, “The Revival of Political Theory”, The Journal of Politics, vol. 25, núm.
3, 1963, 437-460.
34. Ostrom, Vincent. The Intellectual Crisis in American Public Administration. Alabama, The University
of Alabama Press. 1973.
35. Meehan,
obra citada, p. 18.
36. Uno de los
estudios más consistentes sobre la ciencia política como un campo académico es la precitada
obra de Deutsch y Rieselbach.
Opinan que "no sólo es un campo de investigación concebido como
pensamiento abstracto. Es también un cuerpo organizado de actividad humana.
Es una sociedad de politólogos, de estudios unidos por intereses comunes", que como "sistema social" -en términos
parsonianos-, requiere de funciones de mantenimiento
de pautas, adaptación, integración y logro de metas. Deutsch y Rieselbach, op. cit., p. 76.
37. Meehan,
obra citada, p. 21.
38. Confr. Wilson,
Woodrow. "The Study of Administration". United States, Political
Science Quarterly. Vol. 2, núm. 2. 1887, pp. 197-222. Goodnow, Frank. Politics
and Administration. New York, Russell and Russell. 1900. En
conexión con este asunto, Gabriel Almond explicó que "Wilson y Goodnow
explícitamente rechazan la triple distinción de poderes a favor de una doble
distinción entre política y administración", y que con
Lowell y otros,
se inclinaron por una "distinción analítica
entre estructura y función". Almond Gabriel, obra citada, p. 9. Martin
Landau, en forma
similar, afirmó que
particularmente Goodnow "estaba empeñado en realizar la diferenciación por
'abstracción'. No establecía distinciones concretas; es decir, no distinguía
ramas del gobierno, ni equiparaba determinada operación con determinado
organismo (...) establecía diferencias de conducta". Landau, obra citada,
p 28.
39. Por ejemplo,
Luther Gulick y sus colegas cayeron en la creencia de haber encontrado algo más
que generalizaciones, es decir, leyes con validez universal. Gulick, Luther and
Lyndall Urwick (eds.). Papers on Science
of Administration. New York, Augustus M. Kelly Publishers. 1973 (1937).
40. Burnham, James.
The Managerial Revolution. New York,
The John Day Company. 1941.
41. Osborne, David and Ted Gaebler. Reinventing Government: How the Entrepreneurial Spirit is Transforming the Public Sector. New York, Addison-Wesley Publishing Company, Inc. 1992.
42. Meehan,
obra citada, p. 28-30.
43. Meehan,
obra citada, p. 31.
44. Young,
p. 188.
45. Young,
pp. 184-185.
46. John Mackinney,
Tipología constructiva y teoría social,
Buenos Aires, Ed. Amorrortu, 1968, p. 48.
47. Ibid., p. 49.
48. Citar a Parsons
49 Meehan, Theory and Method ... p. 166.
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