Hermosillo, Sonora a 25 de octubre de 2017.
¡A los Ciudadanos de Rusia!
El Gobierno provisional ha sido depuesto. El poder estatal ha pasado a manos
del órgano del Sóviet de Obreros y Soldados de Petrogrado, el Comité Militar
Revolucionario, que dirige al proletariado y a la guarnición de Petrogrado.
La causa por la que el pueblo
ha luchado —la oferta inmediata de una paz democrática, la abolición de la
propiedad de la tierra por los terratenientes, el control obrero de la
industria y la creación de un Gobierno de los sóviets— ha quedado asegurada.
¡Viva la revolución de los trabajadores, soldados y campesinos!
Comité Militar Revolucionario
del Sóviet de Obreros y Soldados de Petrogrado
25 de octubre de 1917, 10:00 de la mañana.
Vladímir Ilich Uliánov, Lenin, (1870-1924),
fue el más importante líder bolchevique a cuya dirección se debe el triunfo de la
Revolución Rusa de Octubre de 1917. La fecha significativa de este
acontecimiento fue el 25 de octubre/7 de noviembre de 1917, correspondiente la
primera al calendario Juliano vigente en el Imperio Zarista, el cual fue
abolido por los bolcheviques, sustituyéndolo por el calendario Gregoriano, al
que corresponde la segunda fecha.
Como Presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo se
convirtió en el primer dirigente de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviética
en el año 1922. De esta manera, fue el constructor del modelo socialista nacido
de la Revolución. Su lucidez intelectual hace de él uno de los pensadores más
importantes del socialismo científico, el marxismo.
Con motivo del Aniversario 100 de la Revolución Rusa, se
transcribe el discurso que Lenin pronunció el 6 de noviembre de 1918 en el VI
Congreso Extraordinario de los Soviets de toda Rusia, ante la presencia de
diputados obreros, campesinos, cosacos y soldados del Ejército Rojo, evento en
el que se celebraba el primer aniversario de la Revolución de Octubre. Se trata
de la versión publicada en el tomo 37 de sus Obras Completas por Editorial
Progreso en 1981.
Lenin. 1921. Discurso en el 3er Congreso de la Internacional Comunista. Kremlin
Discurso
conmemorativo del Primer Aniversario de la Revolución Rusa
Vladimir
Ilich Uliánov, Lenin
(La aparición del camarada Lenin es acogida por
una prolongada ovación. Todos se ponen en pie y saludan al camarada Lenin)
Camaradas:
Conmemoramos el aniversario de nuestra revolución en momentos de
importantísimos acontecimientos del movimiento obrero internacional, cuando
hasta los más escépticos, hasta los que más dudaban entre la clase obrera y los
trabajadores ven claro que la guerra mundial no acabará en convenios o
violencias del viejo gobierno y de la vieja clase dominante, la burguesía, que
la guerra lleva no sólo a Rusia, sino a todo el mundo, a la revolución
proletaria mundial, a la victoria de los obreros sobre el capitalismo, que ha
anegado en sangre la Tierra y muestra, después de todas las violencias y
atrocidades del imperialismo alemán, la misma política por parte del
imperialismo anglo-francés, apoyado por Austria y Alemania.
El día en que celebramos el aniversario de la
revolución se debe lanzar una mirada al camino recorrido. Hubimos de empezar
nuestra revolución en condiciones de inusitada dificultad, en las que no se
encontrará ninguna de las siguientes revoluciones obreras del mundo, y por eso
es de singular importancia que intentemos verter luz sobre todo el camino que
hemos recorrido y ver qué hemos alcanzado en este tiempo y en qué medida nos
hemos preparado en este año para nuestra tarea principal, para nuestra tarea
verdadera, decisiva y fundamental. Debemos ser una parte de los destacamentos,
una parte del ejército proletario y socialista de todo el mundo. Nos hemos dado
siempre cuenta de que si hemos tenido que empezar la revolución, que dimanaba
de la lucha de todo el mundo, no ha sido en virtud de méritos algunos del
proletariado ruso o en virtud de que él estuviera delante de todos; antes al
contrario, sólo la debilidad peculiar, el atraso del capitalismo y, sobre todo,
las agobiadoras circunstancias estratégicas y militares nos hicieron ocupar,
por la lógica de los acontecimientos, un lugar delante de otros destacamentos,
sin esperar que éstos se acercasen, se alzasen. Ahora hacemos el balance a fin
de enterarnos de la medida en que nos hemos preparado para acercarnos a las
batallas que nos esperan en nuestra futura revolución.
Y bien, camaradas, al preguntarnos qué hemos hecho
de importancia en este año, debemos decir que hemos hecho lo siguiente: del
control obrero, estos primeros pasos de la clase obrera, del manejo de todos
los recursos del país hemos llegado al umbral de la creación de la
administración obrera de la industria; de la lucha de todos los campesinos por
la tierra, de la lucha de los campesinos contra los terratenientes, de la lucha
de carácter nacional, democrático y burgués hemos llegado a que en el campo se destaquen
los elementos proletarios y semiproletarios, se destaquen los que más trabajan,
los explotados, y se comience a edificar la nueva vida; la parte más oprimida
del campo ha empezado la lucha hasta el fin contra la burguesía, incluida su
propia burguesía rural, los kulaks.
Sigamos: como ha dicho acertadamente el camarada
Sverdlov, al inaugurar el congreso, de los primeros pasos de la organización
soviética hemos llegado al punto en que en Rusia no hay un solo rincón donde no
se haya consolidado esta organización, donde no forme un todo con la
Constitución soviética, redactada teniendo en cuenta la larga experiencia de
lucha de todos los trabajadores y oprimidos.
De nuestra completa incapacidad defensiva, de la
última guerra de cuatro años, que ha dejado en las masas no sólo el odio de los
oprimidos, sino la repulsa, un cansancio tremendo y una extenuación que condenó
la revolución a un período de lo más difícil y pesado, cuando estábamos
indefensos ante los golpes del imperialismo alemán y austriaco, de esa
incapacidad defensiva hemos pasado a tener un poderoso Ejército Rojo. Por
último, y esto es lo más importante, hemos llegado del aislamiento
internacional, del que padecíamos en Octubre y al principio del año en curso, a
una situación en la que nuestro único, pero firme aliado, los trabajadores y
oprimidos de todos los países, se han alzado al fin, cuando dirigentes del
proletariado euroccidental, como Liebknecht y Adler, dirigentes que han pagado
con largos meses de presidio sus audaces y heroicos intentos de levantar la voz
contra la guerra imperialista, vemos que estos dirigentes están en libertad
porque ha obligado a ponerlos en libertad la revolución obrera de Viena y
Berlín, que crece por instantes. Del aislamiento hemos llegado a la situación de
estar codo con codo y hombro a hombro con nuestros aliados internacionales. Eso
es lo fundamental que hemos alcanzado este año. Y me permitiré detenerme
brevemente a hablar de este camino, a hablar de esta transición.
Lenin y Trotsky. 1920. Plaza Sverdlov
Camaradas, al principio, nuestra consigna era el
control obrero. Decíamos: a pesar de todas las promesas del gobierno de
Kerenski, el capital continúa saboteando la producción del país y destruyéndola
cada vez más. Vemos ahora que las cosas marchaban hacia la disgregación, y el
primer paso fundamental obligatorio para todo gobierno socialista, obrero, debe
ser el control obrero. No decretamos en el acto el socialismo en toda nuestra
industria porque el socialismo puede formarse y afianzarse únicamente cuando la
clase obrera aprenda a dirigir, cuando se afiance el prestigio de las masas
obreras. Sin eso, el socialismo no pasa de ser un deseo. De ahí que
implantáramos el control obrero, sabiendo que es un paso contradictorio, un
paso incompleto, pero es necesario que los propios obreros emprendan la gran
obra de crear la industria de un inmenso país sin explotadores y contra los
explotadores. Y, camaradas, quien ha participado directa e incluso
indirectamente en esa obra, quien ha sufrido toda la opresión, todas las
atrocidades del viejo régimen capitalista ha aprendido muchísimo. Sabemos que
es poco lo conseguido. Sabemos que, en el país más atrasado y arruinado, en el
que tantas trabas y dificultades se ha puesto a la clase obrera, esta clase
necesita un plazo largo para aprender a dirigir la industria. Estimamos que lo
más importante y valioso consiste en que los propios obreros han tomado en sus
manos esta dirección, en que, del control obrero, que debía seguir siendo
caótico, desmembrado, artesano e incompleto en todas las ramas básicas de la
industria, hemos llegado a la dirección obrera de la industria a escala
nacional.
La situación de los sindicatos ha cambiado. Su
tarea principal consiste ahora en enviar a representantes suyos a todas las
Direcciones Generales y organismos centrales, a todas las nuevas organizaciones
que han heredado del capitalismo una industria arruinada y premeditadamente
saboteada y que han puesto manos a la obra sin la ayuda de todas esas fuerzas
intelectuales que se plantearon desde el principio el objetivo de utilizar los
conocimientos y la instrucción superior -resultado del acervo de conocimientos
adquiridos por la humanidad- para frustrar la causa del socialismo, en vez de
poner la ciencia al servicio de las masas en la organización de la economía
pública, nacional, sin explotadores. Esa gente se ha planteado el objetivo de
utilizar la ciencia para poner obstáculos, para estorbar a los obreros que han
tomado en sus manos la dirección, siendo los menos preparados para ello. Y
podemos decir que el obstáculo fundamental ha sido vencido. La tarea ha
resultado extraordinariamente difícil. El sabotaje de todos los elementos que
se inclinan hacia la burguesía ha sido roto. A pesar de los enormes
impedimentos, los obreros han conseguido dar este paso fundamental que ha
echado los cimientos del socialismo. No exageramos ni tememos lo más mínimo
decir la verdad. Sí, se ha hecho poco para alcanzar el objetivo final; pero se
ha hecho mucho, muchísimo, para consolidar esos cimientos. Al hablar del
socialismo, no se puede hablar de la edificación consciente de los cimientos
entre las más amplias masas obreras en el sentido de que esas masas hayan
tomado los libros y leído un folleto; la conciencia consiste en este caso en
que han emprendido con su propia energía, con sus propias manos una obra de
extraordinaria dificultad, han cometido millares de errores y han sufrido ellos
mismos las consecuencias de cada uno de ellos, en que cada error les templaba y
forjaba en la organización de la dirección de la industria, hoy ya realidad con
firme base. Han llevado su labor hasta el fin. Esta labor no se efectuará ahora
como antes; ahora, toda la masa obrera, no sólo los jefes y los trabajadores de
vanguardia, sino verdaderamente los más amplios sectores saben que ellos mismos
edifican el socialismo con sus propias manos, que han colocado ya sus cimientos
y que no hay en el interior del país fuerza capaz de impedirles llevar a
término esta obra.
Si en lo que se refiere a la industria hemos
encontrado tan grandes dificultades, si en ese terreno hemos debido recorrer un
camino que a muchos les parece largo, pero que en realidad es corto, y que nos
ha llevado del control obrero a la administración obrera, en el campo, que es
el más atrasado, hemos debido realizar una labor preparatoria mucho mayor. Y
quienes han observado la vida rural, quienes han tenido contacto con las masas
campesinas en las propias aldeas dicen: la Revolución de Octubre en las ciudades
se ha convertido en verdadera Revolución de Octubre para el campo sólo durante
el verano y el otoño de 1918. Y en esta cuestión, camaradas, cuando el
proletariado petrogradense y los soldados de la guarnición de esta ciudad
tomaron el poder, sabían perfectamente que la organización de la nueva vida en
el campo presentaría grandes dificultades; que en esta labor sería necesario
avanzar de manera más gradual, que constituiría el mayor absurdo intentar
imponer por decreto y por ley el laboreo colectivo de la tierra; que eso podría
ser aceptado por un insignificante número de campesinos conscientes, pero que
la inmensa mayoría de los campesinos no se planteaba esa tarea. Y por eso nos
limitamos a lo que era absolutamente indispensable para el desarrollo de la
revolución: no adelantarse en modo alguno al desarrollo de las masas, sino
esperar que el avance dimane de la propia experiencia de esas masas, de su
propia lucha. En Octubre nos limitamos a barrer de un solo golpe al enemigo
secular de los campesinos, al terrateniente feudal, al propietario de los
latifundios. Eso era la lucha campesina general. Entonces aún no existía en el
seno del campesinado la división entre proletariado, semiproletariado,
campesinado pobre y burguesía. Nosotros, socialistas, sabíamos que sin esa
lucha no existiría el socialismo; pero sabíamos también que no bastaba que lo
supiéramos nosotros, que era necesario que lo comprendieran millones de seres,
no a través de la propaganda, sino como resultado de su propia experiencia, y por
eso, cuando todo el campesinado en su conjunto se imaginaba la revolución
basada exclusivamente en el usufructo igualitario de la tierra, dijimos
abiertamente en nuestro decreto del 26 de octubre de 1917 que tomábamos como
base el mandato campesino sobre la tierra.
Dijimos claramente que ese mandato no respondía a
nuestros puntos de vista, que eso no era comunismo; mas no impusimos a los
campesinos lo que no respondía a sus puntos de vista y respondía exclusivamente
a nuestro programa. Declaramos que marchábamos con ellos como con camaradas
trabajadores, seguros de que el desarrollo de la revolución habría de conducir
a la misma situación a que hemos llegado y, como resultado, vemos el movimiento
campesino. La reforma agraria se inició con esa socialización de la tierra que
hemos aprobado nosotros mismos, con nuestros votos, diciendo francamente que no
coincide con nuestras opiniones, sabiendo que la inmensa mayoría comparte la
idea del usufructo igualitario de la tierra y no queriendo imponerle nada a
aquélla, esperando que el campesinado se desembarazara de eso por sí mismo y
marchara adelante. Hemos esperado todo lo necesario y hemos sabido preparar
nuestras fuerzas.
La ley que aprobamos entonces se basaba en los
principios democráticos generales, en lo que une al campesino rico, al kulak,
con el campesino pobre; el odio al terrateniente; se basaba en la idea general
de la igualdad, que era, sin duda alguna, una idea revolucionaria contra el
viejo régimen de la monarquía. Y de esa ley debíamos pasar a la división en el
seno del campesinado. Aplicamos la ley de socialización de la tierra con el
asentimiento general. Esa ley fue aprobada unánimemente por nosotros y por los
que no compartían los puntos de vista de los bolcheviques. En la solución del
problema de quién debe poseer la tierra concedimos prioridad a las comunas
agrícolas. Dejamos abierto el camino para que la agricultura pudiera
desarrollarse, basada en los principios socialistas, sabiendo perfectamente que
entonces, en octubre de 1917, no estaba en condiciones de emprender ese camino.
Con nuestra preparación hemos esperado hasta conseguir un gigantesco paso de
importancia histórica universal, que no ha sido dado aún en ninguno de los
Estados republicanos más democráticos. Ese paso lo ha dado este verano toda la
masa campesina, incluso en las aldeas rusas más apartadas. Cuando las cosas
llegaron al desorden en el abastecimiento, al hambre; cuando como consecuencia
de la vieja herencia y de los cuatro años malditos de guerra, cuando con los
esfuerzos de la contrarrevolución y de la guerra civil nos fue arrebatada la
zona más cerealista; cuando todo eso alcanzó el punto culminante y el peligro
del hambre amenazó a las ciudades, el único baluarte de nuestro poder, el más
fiel y seguro, el obrero avanzado de las ciudades y de las zonas industriales
marchó unánime al campo. Calumnian quienes dicen que los obreros marcharon al
campo para dar principio a la lucha armada entre los obreros y los campesinos.
Los acontecimientos refutan esa calumnia. Los obreros marcharon para oponer
resistencia a los elementos explotadores del campo, a los kulaks, que han
amasado riquezas inauditas especulando con el trigo mientras el pueblo se moría
de hambre. Marcharon para ayudar a los campesinos trabajadores pobres, a la
mayoría de la aldea. Y que no fueron en vano, que tendieron su mano de alianza,
que su trabajo preparatorio se fundió con la masa, lo ha demostrado plenamente
julio, la crisis de julio, cuando la sublevación de los kulaks se extendió por
toda Rusia. La crisis de julio terminó en que en las aldeas se levantaron por
doquier los elementos trabajadores explotados, se levantaron junto con el
proletariado de las ciudades. El camarada Zinóviev me ha comunicado hoy por
teléfono que al Congreso regional de comités de campesinos pobres, que se está
celebrando en Petrogrado, asisten 18.000 personas y que en él reinan entusiasmo
y animación extraordinarios. A medida que lo que ocurre en toda Rusia va
adoptando una forma más evidente, los pobres del campo, al alzarse, han visto
la lucha con los kulaks por propia experiencia, han visto que para abastecer de
víveres la ciudad, que para restablecer el intercambio de mercancías -sin el
cual no puede vivir el campo- no se puede marchar con la burguesía rural y con
los kulaks. Hay que organizarse aparte. Y nosotros hemos dado ahora el primer
paso grandioso de la revolución socialista en el campo. En Octubre no podíamos
darlo. Comprendimos ese momento cuando pudimos ir a las masas, y ahora hemos
logrado que haya empezado la revolución socialista en el campo, que no exista
una sola aldea apartada en la que no sepan que si el hermano rico, el hermano
kulak especula con trigo, enfoca todos los acontecimientos actuales desde el
viejo punto de vista retrógrado.
Y bien, la economía rural, los pobres del campo,
uniéndose estrechamente a sus jefes, los obreros urbanos, sólo ahora
proporcionan los cimientos definitivos y firmes para la verdadera edificación
socialista. Sólo ahora empezará en el campo la edificación socialista. Sólo
ahora se organizarán los Soviets y haciendas que tiendan sistemáticamente al
laboreo colectivo de la tierra a gran escala, al aprovechamiento de los
conocimientos, de la ciencia y de la técnica, sabiendo que, en el terreno de la
época vieja, reaccionaria y oscurantista es imposible hasta la cultura humana
más simple y elemental. En este terreno, la labor es más difícil que en la
industria. En este terreno son mayores aún las equivocaciones de nuestros
comités locales y de los Soviets rurales. Aprenden en las equivocaciones. Nosotros
no tememos las equivocaciones cuando las cometen las masas, que tienen una
actitud consciente ante la edificación, porque sólo confiamos en la propia
experiencia y en el propio trabajo.
Pues bien, la mayor revolución que nos ha traído en
plazo tan breve al socialismo en el campo muestra que toda esta lucha ha sido
coronada por el éxito. Lo muestra de la manera más evidente el Ejército Rojo.
Sabéis en qué situación hemos estado en la guerra imperialista mundial, cuando
Rusia se vio en una situación en la que las masas populares no podían
soportarla. Sabemos que entonces nos vimos en la situación más desamparada.
Dijimos abiertamente toda la verdad a las masas obreras. Denunciamos los
tratados imperialistas secretos de la política que sirve de instrumento más
grande de engaño, política que ahora, en Norteamérica, la república democrática
del imperialismo burgués más avanzada, engaña a las masas como nunca y les toma
el pelo. Cuando el carácter imperialista de la guerra quedó claro para todos,
el único país que desmoronó hasta los cimientos la política exterior secreta de
la burguesía fue la República Soviética de Rusia. Denunció los tratados
secretos y dijo por boca del camarada Trotski, dirigiéndose a los países de
todo el mundo; os llamamos a que terminéis esta guerra por vía democrática, sin
anexiones ni contribuciones, y decimos abiertamente y con orgullo la dura
verdad, pero la verdad, al fin y al cabo, que para acabar esta guerra hace
falta la revolución contra los gobiernos burgueses. Nuestra voz quedó sola. Por
ello hubimos de pagar con una paz de inverosímiles dureza y sacrificio que nos
impuso el tiránico Tratado de Brest, que sembró el abatimiento y la
desesperación entre muchos simpatizantes. Eso fue porque estábamos solos. Pero
cumplimos con nuestro deber y dijimos a todos. ¡Tales son los fines de la
guerra! Y si se desbordó sobre nosotros el alud del imperialismo alemán fue
porque hacía falta un gran lapso para que nuestros obreros y campesinos
llegasen a una organización sólida. Entonces carecíamos de ejército; teníamos
el viejo ejército desorganizado de los imperialistas, que llevaban a la guerra
por fines que los soldados no compartían y con los que no simpatizaban. Resultó
que hubimos de pasar por un período muy doloroso. Fue un período en el que las
masas debían descansar de la atormentadora guerra imperialista y comprender que
empezaba otra guerra. Tenemos derecho a llamar guerra nuestra la guerra en que
defendamos nuestra revolución socialista. Eso tenían que comprenderlo por
experiencia propia millones y decenas de millones. Se tardaron meses en ello.
Esa conciencia se fue abriendo paso durante mucho tiempo y a duras penas. Pero
en el verano de este año quedó claro para todos que se había abierto paso al
fin, que el viraje se había empezado, que el ejército, producto de la masa
popular, el ejército, que se sacrifica, que después de la sangrienta matanza de
cuatro años va otra vez a la guerra, para que ese ejército combata por la
República Soviética necesita nuestro país que el cansancio y la desesperación
de la masa, que va a esa guerra, sean sustituidos por una conciencia clara de
que van a morir verdaderamente por su causa: por los Soviets obreros y
campesinos, por la república socialista. Eso lo hemos logrado.
Lenin y Trotsky en el segundo aniversario de la Revolución Rusa
Las victorias que este verano obtuvimos sobre el
cuerpo de ejército checoslovaco y las noticias de las victorias que se reciben
y alcanzan enormes proporciones demuestran que se ha dado un viraje y que la
tarea más difícil, la de formar unas masas socialistas organizadas y
conscientes, se ha cumplido después de una dolorosa guerra de cuatro años. Esa
conciencia ha calado hondo en las masas. Decenas de millones han comprendido
que están dedicados a una obra difícil. Y en ello está la garantía de que,
aunque se proponen atacarnos las fuerzas del imperialismo mundial, que son más
vigorosas que nosotros ahora, que, aunque nos rodeen ahora los soldados de los
imperialistas, que han comprendido el peligro del Poder soviético y arden en
deseos de asfixiarlo, a pesar de que decimos la verdad, de que no ocultamos que
son más fuertes que nosotros, no nos dejamos llevar por la desesperación.
Nosotros decimos: ¡Avanzamos, la República
Soviética avanza! La causa de la revolución proletaria avanza con más rapidez
de lo que se acercan las fuerzas de los imperialistas. Estamos llenos de
esperanza y seguridad en que defendemos los intereses no sólo de la revolución
socialista rusa, sino en que hacemos la guerra en defensa de la revolución
socialista mundial. Nuestras esperanzas en la victoria crecen con más rapidez
porque crece la conciencia de nuestros obreros. ¿Qué era la organización
soviética en octubre del año pasado? Eran los primeros pasos. No podíamos
amoldarla, hacerla llegar a una situación determinada, a la situación actual, y
ahora tenemos la Constitución soviética. Sabemos que esta Constitución
soviética fue aprobada en julio, que no ha sido inventada por una comisión
cualquiera, que no ha sido redactada por jurisconsultos ni copiada de otras
constituciones. En el mundo no ha habido otras constituciones como la nuestra.
En ella está refrendada la experiencia de lucha y organización de las masas
proletarias contra los explotadores así dentro del país como en todo el mundo.
Tenemos en nuestro haber experiencia de lucha.
(Aplausos)
Y esta experiencia es una confirmación evidente de
que los obreros organizados han creado el Poder soviético sin funcionarios, sin
ejército permanente, sin privilegios concedidos de hecho en beneficio de la
burguesía y han colocado en las fábricas los cimientos de la nueva edificación.
Nos ponemos manos a la obra, incorporando a los nuevos colaboradores que nos
hacen falta para aplicar la Constitución soviética. Para ello tenemos listo
personal recién reclutado, jóvenes campesinos que debemos incorporar al trabajo
y nos ayudarán a llevar la obra hasta el fin.
Hablaré ahora del último punto en que quiero
detenerme: de la situación internacional. Estamos hombro a hombro con nuestros
camaradas internacionales y nos hemos convencido de cuánta resolución y energía
ponen en expresar la seguridad en que la revolución proletaria rusa seguirá con
ellos como una revolución internacional.
En la medida en que ha venido creciendo la
importancia internacional de la revolución, ha venido creciendo y reforzándose
la rabiosa cohesión de los imperialistas de todo el mundo. En octubre de 1917
consideraban nuestra república un caso curioso al que no valía la pena conceder
atención; en febrero la consideraban un experimento socialista que no merecía
tenerse en cuenta. Pero el ejército de la República ha ido creciendo y
fortaleciéndose: ha cumplido la misión más difícil de crear el Ejército Rojo
socialista. En virtud del avance y el éxito de nuestra causa ha venido
aumentando la resistencia y el odio rabiosos de los imperialistas de todos los
países, los cuales han hecho a los capitalistas anglo-franceses, que pregonaban
a voz en grito su enemistad a Guillermo, estar a punto de unirse con ese mismo
Guillermo en la lucha por asfixiar a la República Soviética Socialista, ya que
han visto que ha dejado de ser un caso curioso y un experimento socialista y se
ha convertido en un foco verdadero, en un foco efectivo de la revolución
socialista mundial. Por eso, en la medida en que han sido mayores los éxitos de
nuestra revolución, ha venido aumentando el número de nuestros enemigos.
Debemos darnos cuenta, sin ocultar lo más mínimo la gravedad de nuestra
situación, de lo que tenemos que hacer en adelante. Pero iremos a ello, y no
vamos ya solos, sino con los obreros de Viena y Berlín, que se alzan a la misma
lucha y aportarán, quizás, mayores disciplina y conciencia a nuestra causa
común.
Camaradas, para mostraros cómo se echa encima de
nuestra República Soviética el nublado y qué peligros nos acechan, os leeré el
texto completo de una nota que el Gobierno alemán nos ha hecho llegar por
mediación de su consulado:
“Al Comisario del Pueblo para las Relaciones
Exteriores, G. V. Chicherin, Moscú, 5 de noviembre de 1918.
Por encargo del Gobierno imperial alemán, el
Consulado Imperial Alemán tiene el honor de comunicar a la República Federativa
de Rusia lo que sigue: el Gobierno alemán se ha visto obligado a elevar por
segunda vez una protesta con motivo de las declaraciones hechas por entidades
oficiales rusas, las cuales, a pesar de las disposiciones del artículo 2 del Tratado
de Paz de Brest, llevan a cabo una campaña intolerable contra las instituciones
públicas alemanas. Además, no considera posible limitarse a protestar contra
dicha campaña, la cual no sólo viola las disposiciones indicadas en el tratado,
sino que entraña una trasgresión de las habituales prácticas internacionales.
Cuando después de haber concluido el Tratado de Paz, el Gobierno soviético
estableció su representación diplomática en Berlín, se indicó en forma clara al
representante de Rusia, señor Ioffe, que debía abstenerse de hacer en Alemania
agitación o propaganda algunas. La respuesta de éste fue que conocía el
artículo 2 del Tratado de Brest y que sabía que, como representante de una
potencia extranjera, no debía inmiscuirse en los asuntos internos de Alemania.
Por ello, tanto el señor Ioffe como los organismos que de él dependen, gozaban
en Berlín de la habitual atención y confianza que se otorga a las
representaciones extranjeras que tienen derechos de extraterritorialidad. Sin
embargo, esta confianza ha sido defraudada. De un tiempo a esta parte ha
quedado claro ya que la representación diplomática rusa ha mantenido estrecho
contacto con determinados elementos que actúan para derrocar el régimen estatal
de Alemania y, utilizando dichos elementos, ha mostrado interés en el
movimiento orientado a derrocar el régimen existente en Alemania. Merced al
incidente ocurrido el 4 del mes en curso, se ha puesto en claro que la
representación rusa introduce en el país hojas volantes que exhortan a la
revolución, tomando así incluso parte activa en los movimientos que tienen como
objetivo derribar el régimen existente y abusando con ello del privilegio de
utilizar correos diplomáticos. Debido al deterioro causado durante el
transporte a uno de los cajones del equipaje oficial del correo ruso que llegó
ayer a Berlín, se ha comprobado que contenía hojas volantes revolucionarias
impresas en alemán y destinadas a ser distribuidas en Alemania. La actitud
adoptada por el Gobierno soviético ante la manera de resarcir el asesinato del
Embajador imperial, conde de Mirbach, es un motivo más de queja para el
Gobierno alemán. El Gobierno ruso prometió solemnemente hacer cuanto estuviera
a su alcance para castigar a los culpables. Sin embargo, el Gobierno alemán no
ha podido registrar indicio alguno de que se haya iniciado la búsqueda o el
castigo de los culpables o de que se haya propuesto hacerla. Los asesinos
huyeron del edificio, el cual estaba acordonado por agentes de la seguridad
pública del Gobierno ruso. Los instigadores del crimen, que han reconocido
públicamente haberlo planeado y preparado, siguen hasta el día de hoy gozando
de impunidad, y a juzgar por las noticias recibidas, incluso han sido
amnistiados. El Gobierno alemán protesta contra esta violación del tratado y
del derecho público y ha de exigir del Gobierno ruso garantías de que en
adelante se evitará toda agitación y propaganda que vulnere el Tratado de Paz.
Ha de insistir, además, en que se purgue el asesinato del Embajador, conde de
Mirbach, castigando a los homicidas y quienes los instigaron. El Gobierno
alemán ha de solicitar del Gobierno de la República Soviética que retire a sus
representantes diplomáticos y otros que tenga en Alemania mientras no se hayan
satisfecho estos requerimientos. Hoy se ha comunicado al representante de Rusia
en Berlín que se pondrá a su disposición un tren expreso para que pueda salir
del país el personal diplomático y consular, así como los demás representantes
oficiales de Rusia que se encuentran en la capital alemana; el tren partirá
mañana por la tarde, y se tomarán todas las medidas pertinentes para que todo
el personal pueda llegar sin obstáculos hasta la frontera rusa. Se ruega al
Gobierno soviético que se preocupe a la vez de dar a los representantes
alemanes que se encuentran en Moscú y Petrogrado la posibilidad de abandonar el
país, observando todos los requisitos que impone el deber de cortesía. Se
pondrá en conocimiento de los otros representantes de Rusia que se encuentren
en Alemania, así como de los representantes oficiales alemanes que se hallen en
otros lugares de Rusia, que deben emprender el viaje en el plazo de una semana,
los primeros para Rusia, y los segundos para Alemania. El Gobierno alemán se
permite manifestar que confía en que su personal oficial mencionado en último
orden gozará también, en el momento de partir, de las debidas atenciones que
impone la cortesía, y en que, a los súbditos alemanes o personas acogidas a la
jurisdicción alemana, en caso de que lo solicitaran, se les permitirá abandonar
el país sin inconvenientes”.
Camaradas, todos estamos al cabo de la calle de que
el Gobierno alemán sabía de sobra que en la Embajada rusa eran bien recibidos
los socialistas alemanes, y no los partidarios del imperialismo alemán, gente
que nunca traspuso los umbrales de la Embajada rusa. Sus amigos eran los
socialistas adversarios de la guerra que simpatizaban con Carlos Liebknecht.
Desde que se estableció la Embajada, ellos fueron sus visitantes, y sólo con
ellos mantuvimos relaciones. De todo eso estaba muy bien enterado el Gobierno
alemán, que vigila a cada representante de nuestro Gobierno con tanto celo como
lo hacía Nicolás II con nuestros camaradas. Y si el Gobierno alemán adopta
ahora esa actitud no es porque haya cambiado algo, sino porque antes se creía
más fuerte y no temía que las llamas de una casa incendiada en las calles de
Berlín se propagaran a toda Alemania. El Gobierno alemán ha perdido la cabeza y
piensa apagar el incendio, que abarca a todo el país, dirigiendo sus extintores
policíacos a una sola casa.
(Clamorosos
aplausos)
Esto es simplemente ridículo. Si el Gobierno alemán
se dispone a anunciar la ruptura de las relaciones diplomáticas, declaramos que
nosotros lo sabíamos y que orienta todos sus esfuerzos a concertar una alianza
con los imperialistas anglo-franceses. Sabemos que el gobierno de Wilson ha
recibido numerosos telegramas con la petición de que no se retiren las tropas
alemanas de Polonia, Ucrania, Estlandia y Liflandia, pues, aunque esos
imperialistas son enemigos del imperialismo alemán, dichas tropas cumplen una
misión de ellos: la de reprimir a los bolcheviques. Podrán retirarse sólo
cuando lleguen allí “tropas liberadoras” de la Entente para estrangular a los
bolcheviques.
Eso lo sabemos de sobra: por ese lado nada nos
pillará por sorpresa. Decíamos sólo que ahora, cuando Alemania está en llamas y
toda Austria arde, cuando se han visto obligados a poner en libertad a
Liebknecht y permitirle ir a la Embajada rusa, donde se celebraba una reunión
general de socialistas rusos y alemanes encabezada por Liebknecht, el paso dado
por el Gobierno alemán no es tanto una prueba de que quiere luchar, sino más
bien de que ha perdido totalmente la cabeza y que va, desesperado, de un lado a
otro en busca de una solución, porque contra Alemania avanza el enemigo más
encarnizado, el imperialismo anglo-norteamericano, un enemigo que aplastó a
Austria con una paz cien veces más expoliadora que la paz de Brest. Alemania
comprende que estos liberadores también quieren aplastarla a ella, despedazarla
y martirizarla. Al mismo tiempo, se alza el obrero alemán. El ejército alemán
no resultó ineficaz y sin capacidad de combatir porque se hubiera relajado su
disciplina, sino porque los soldados, que se negaban a pelear fueron
trasladados del frente oriental al occidental de Alemania y llevaron con ellos
lo que la burguesía llama bolchevismo mundial.
V. I. Lenin
Esa es la causa de que el ejército alemán no
tuviese capacidad de combate y de que este documento sea la mejor prueba del
desconcierto del Gobierno de Alemania. Afirmamos que dicho documento motivará
la ruptura de las relaciones diplomáticas, y quizás lleve incluso a la guerra
si dicho gobierno cuenta con fuerzas para dirigir tropas de guardias blancos.
Por eso hemos enviado a todos los Soviets de diputados un telegrama que termina
en una exhortación a estar alerta, a prepararse y poner en tensión todas las
fuerzas, pues esto es otra prueba de que el imperialismo internacional se
propone el objetivo principal de dar al traste con el bolchevismo. Ello
significa vencer no sólo a Rusia, sino también, en cada país, a los obreros
propios. Mas no lo conseguirán, aunque empleen las mayores brutalidad y
violencia en alcanzar su propósito. Estas fieras se preparan, preparan una
campaña contra Rusia desde el Sur, a través de los Dardanelos, o por Bulgaria y
Rumania; negocian para formar un ejército de guardias blancos en Alemania y
lanzarlo contra Rusia. Nos damos perfecta cuenta de este peligro y decimos con
franqueza: camaradas, el año de trabajo que hemos realizado no ha sido en vano;
hemos colocado los cimientos y nos hallamos ante batallas decisivas que lo
serán de verdad. Pero no avanzamos solos: el proletariado de Europa Occidental
se ha alzado y no ha dejado piedra sobre piedra en Austria- Hungría. El
gobierno de ese país es tan flojo, está tan desconcertado y ha perdido tanto la
cabeza como el gobierno de Nicolás Románov a fines de febrero de 1917. Nuestra
consigna debe ser: ¡poned una vez más todas las fuerzas en la lucha, sin
olvidar que nos aproximamos a la batalla final, a la batalla decisiva en aras
de la revolución socialista mundial, y no sólo de la rusa!
Sabemos que las fieras del imperialismo son todavía
más fuertes que nosotros, que pueden volcar sobre nosotros y nuestro país las
violencias, las atrocidades y tormentos más desenfrenados, pero no pueden
vencer a la revolución mundial. Están posesos de un odio cerril, y por ello nos
decimos a nosotros mismos: pase lo que pase, cada obrero y cada campesino de
Rusia cumplirá con su deber y entregará la vida si así lo exige la defensa de
la revolución. Decimos: pase lo que pase, cualesquiera que sean las calamidades
que nos envíen los imperialistas, no se salvarán. ¡El imperialismo sucumbirá, y
la revolución socialista internacional triunfará contra viento y marea!
(Clamorosos aplausos que se transforman en
prolongada ovación)