AOA. 2014
Hermosillo, Sonora a 28 de Febrero de 2017.
El modelo de Desarrollo
Existe una relación
entre el proceso de crecimiento económico y el medio ambiente: en la búsqueda
de su sustento y seguridad el hombre ha generado una transformación de la
naturaleza con el fin de lograr los satisfactores de sus necesidades
particulares como de carácter social, pero, a la vez, esta transformación se
manifiesta en diversos niveles de alteraciones naturales a saber: el deterioro,
la contaminación, y la destrucción de la capa estratosférica de ozono y el
cambio climático global.
Pensando en la
manera en que el hombre en sociedad define sus formas de producción y
reproducción a través de distintos modelos de desarrollo social, podría
destacarse que el objetivo del desarrollo es ampliar la gama de posibilidades
para la población, considerándose al ingreso como una de esas opciones, junto
con otras que perciben el desarrollo humano como desarrollo del pueblo, para el
pueblo y por el pueblo, lo que significa invertir en salud, educación,
posibilidades de trabajar productivamente, oportunidades de participación para
todos, etc. Sin embargo, cabe resaltar que el actual modelo de desarrollo ha
enfatizado la búsqueda de satisfactores en el corto plazo y ha mostrado una
despreocupación por los magros resultados económicos y sociales, manifiestos en
la desigualdad social y en diversos problemas económicos multiplicados por los
efectos de la globalización.
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Con miras a
propiciar un mejor nivel de vida de la población, se vuelve una exigencia de primer
orden el revertir los problemas generados por el actual modelo económico: la
explosión demográfica, la desintegración de comunidades, la exclusión de las
mujeres y la feminización de la pobreza, los desequilibrios del desarrollo
entre regiones, la deforestación, la erosión y la desertificación, la pérdida
de potencial productivo del suelo y la migración campo-ciudad, la pobreza y la
desigualdad. Para ello se plantea que el desarrollo debe considerar no sólo el
crecimiento económico, sino observar medidas de protección al ambiente y un
trato social más justo a toda la población, consideradas como programas de
largo plazo, fincadas en nuevos valores sociales y con la participación activa
de la ciudadanía. (SEMARNAP; 1996a: pp. 13-15)
Relación hombre-naturaleza: fenómeno social
La relación del
hombre y la naturaleza constituye una interacción recíproca, dialéctica, una
relación unitaria que sin alguna de las partes carece de sentido. En la misma,
el hombre participa en forma concreta en la medida que se constituye en ente
social: en un sistema social involucrado con un medio ambiente específico. De
esta relación surge un tercer sistema que se superpone al medio natural: el
medio ambiente construido. En el análisis de estas relaciones cobra importancia
su apreciación en las dimensiones espacial y temporal. Además de poner atención
a las regulaciones de ambos sistemas: la sociedad es regulada por su forma de
organización, su sistema económico y su universo valórico, mientras que la
realidad natural es regulada por la dinámica de los fenómenos naturales. Entre
ambos sistemas existe un mediador, la tecnología, la cual provoca que la
interrelación se vuelva más intrincada e interdependiente.
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Si se reflexiona en
este sentido, conviene, entonces, detenerse a repensar la noción de desarrollo
que ha ido construyendo la civilización, e incorporar en este término,
relativamente nuevo, las consideraciones sobre el medio ambiente, el contexto
espacial y las proyecciones hacia el futuro.
El mundo actual está
fuertemente marcado por el desarrollo industrial propio de la civilización
capitalista; la revolución industrial, fundada en la tecnología de conversores
de energía inanimada, activó algunas de las sociedades capitalistas más
avanzadas, para conformarlas en una nueva formación sociocultural, la
imperialista industrial; de las tensiones de la revolución industrial surgieron
dos formaciones socioculturales, el socialismo revolucionario y el socialismo
evolutivo. (Ribeiro; 1976: p. 163) En
la actualidad se vive la revolución termonuclear, tendiente a cristalizar en
una nueva civilización de la humanidad, extendida por todo el mundo, movida por
la misma tecnología básica, ordenada según las mismas líneas estructurales, y
motivada por los mismos valores.
Esta revolución representa
un cambio radical en las relaciones de la ciencia con la técnica y la
producción que impacta económica, social, política y culturalmente al conjunto
de las actividades humanas. El conocimiento en que se basa está constituido por
las nuevas tecnologías, la informática, la biotecnología, las
telecomunicaciones, las nuevas fuentes y tecnologías energéticas y los nuevos
materiales. (Corona; 1991: p. 18)
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La dimensión ecológica
El ecosistema puede
ser definido como un sistema total que incluye no sólo los complejos orgánicos,
sino también al complejo total de factores que constituyen el medio ambiente,
es la unidad básica de estudio de la ecología. Dentro de sus características
más importantes se encuentran: el ser un sistema abierto; estar formados por
elementos bióticos (plantas, animales, el hombre) y abióticos o fisicoquímicos;
poseer componentes que interaccionan estableciendo mecanismos de
retroalimentación; presentar interacciones que establecen redes tróficas e
informacionales (cadena alimentaria y ciclo de materia); están estructurados
jerárquicamente; cambian en el tiempo, no evolucionan. (Rojas Canales; s/f: pp.
3-4)
Los ecosistemas son
la base natural de la producción, es el espacio físico donde el hombre asienta
sus actividades, reproduce su comunidad y desarrolla sus potencialidades, por
ello la vida del hombre y la del planeta depende del equilibrio de los
ecosistemas terrestres, de los marinos y de las primeras capas de la atmósfera.
Las transformaciones que el desarrollo social ha generado en la naturaleza,
como se dijo, se han orientado a la generación de los satisfactores de las
necesidades de la misma sociedad, y a la vez ha derivado en cambios de carácter
irreversible y en problemas que se han venido conformando en preocupaciones de
carácter internacional.
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Preocupa el futuro incierto del planeta por los problemas ambientales que lo afectan: los cambios ambientales derivados de la contaminación; el efecto invernadero que provoca el aumento de la temperatura debido al exceso de contaminantes ambientales; la disipación de la capa de ozono por la contaminación y que provoca la filtración de las radiaciones solares ultravioleta; la deforestación exagerada cuyas consecuencias se observan en la pérdida de los hábitats de la biodiversidad, el incremento de la erosión de los suelos y el azolvamiento y desecación de cuerpos de agua, la disminución de recursos potenciales para las comunidades rurales y de productos industriales, así como los cambios en los climas; la desaparición de hábitats, su fragmentación, la sobreexplotación de los recursos y la contaminación que ponen en peligro de extinción a numerosas especies y ha eliminado a buen número de ellas, debido todo esto a la transformación, alteración o destrucción de los ecosistemas naturales; y, finalmente, los problemas derivados de la expansión de la población, los procesos de migración y de urbanización.
La dimensión social
Y sin embargo, todos
estos problemas son de fuerte connotación social; son generados por el
comportamiento irracional del hombre y sus consecuencias afectan su propia
vida. Son problemas del planeta en términos de la economía, la demografía, el
desarrollo y la ecología.
Entre los primeros
se encuentra el desorden económico
mundial derivado de las crisis y desordenes de los mercados, y en donde
factores como la competencia y la tecnología han provocado transformaciones que
afectan la distribución del ingreso, la conformación del mercado en monopolios,
el crecimiento económico desordenado y la degradación del medio ambiente; otro
problema se refiere al desorden
demográfico mundial, derivado del progreso exponencial suscitado en materia
de crecimiento poblacional; también se observa la crisis ecológica,
provocada por las grandes catástrofes locales, las contaminaciones provocadas
en los países industrializados, y los problemas globales derivados de la
afectación de la capa de ozono; finalmente, se hace referencia a la crisis de desarrollo, que topa con el
problema cultural/civilizacional y con el problema ecológico. (Morin y Kern;
1993: pp. 71-83)
Si se toma el
estudio del desarrollo, la desigualdad y el medio ambiente bajo una perspectiva
integral, lejos de ideologizar la visión ecológica y la participación
democrática en el desarrollo, se precisa proponer políticas que realmente
fomenten un crecimiento sano y sostenido, estimulando la inversión generadora
de empleos, el uso de tecnologías adecuadas para el fomento de la
competitividad y el cuidado del medio ambiente. De esta manera, tales políticas
deben comprender el interjuego del mercado y el Estado: el primero como
asignador de recursos, y el segundo como regulador fundamental de la vida
social.
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Un planteamiento desde esta perspectiva implica reflexionar sobre lo que se denomina el “talante ético”, sobre el comportamiento moral del hombre. Las concepciones que el hombre se hace sobre el bien y el mal, no deben quedarse sólo en la individualidad, sino recibir un trato colectivo, sin la exclusión de ningún estrato social, clase o grupo. En tal sentido, la democracia como forma de vida requiere de consensos básicos forjados mediante la existencia de un mínimo de valores, normas y actitudes comunes, y a través de los vínculos individuales libremente elegidos, que suponen ayuda y protección entre los hombres.
En extenso, se puede
señalar que la clave del futuro conlleva una responsabilidad planetaria, para
con el ámbito común, el medio ambiente y el mundo futuro. Para ello hay que
pensar y actuar en función del hombre, en aras de una sociedad humana y un
ecosistema intacto. La ética, en este sentido, se asume como un asunto público,
que trasciende fronteras y que convierte el talante ético en uno de tipo
mundial.
La noción del desarrollo sustentable
Partiendo de un
breve análisis sobre los magros resultados económicos y sociales del actual
modelo de desarrollo y su impacto en el ambiente, se puede pensar la idea del
desarrollo sustentable como un modelo alternativo.
Dentro del debate
del desarrollo y subdesarrollo, durante la década de los setenta, se ponderaba
el crecimiento demográfico como problema nodal de los países en desarrollo, lo
cual se asociaba con los grandes problemas de estos países: el subdesarrollo y
la pobreza. Luego se agregó el problema de la degradación del ambiente como
parte de tal problemática. A partir de 1972 creció la convicción de que la
crisis ambiental del mundo estaba basada en la desigualdad económica,
generadora del gran desperdicio de recursos, con su consiguiente contaminación
en los países desarrollados, mientras que en los países en desarrollo ha
generado pobreza y sobreexplotación de los recursos naturales.
Alternativamente al
concepto tradicional del desarrollo surge el de ecodesarrollo, ideado por Maurice Strong, en el que se incorpora la
idea de que el desarrollo económico y el medio ambiente son dimensiones que
deben contemplarse en un mismo análisis; agrega nuevas dimensiones: el
crecimiento económico, la equidad, la calidad de vida, el manejo del medio
ambiente. En 1987, a
través del Informe Bruntland, se internacionalizó esta concepción bajo el
término de Desarrollo Sustentable,
sustentado bajo tres principios orientadores: priorización del ser humano, el
crecimiento económico y la protección ambiental como imperativos sociales,
consideración del desarrollo regional y de las propias prioridades ambientales,
la visión del desarrollo como una cuestión de equidad. (SEMARNAP; 1996b: pp.
24-27)
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El concepto de Desarrollo Sustentable, en su formulación inicial, según la Comisión Mundial del Medio Ambiente y el Desarrollo, se plantea como “el desarrollo que satisface las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades.” Bajo esta perspectiva se enfatizan los aspectos cualitativos inherentes al crecimiento económico, principalmente los relacionados con la equidad, el uso de los recursos y la generación de desechos y contaminantes. En tal sentido se considera un imperativo el cambio del patrón de consumo de los países desarrollados, bajo un esquema de ponderación de los costos y beneficios sociales y ambientales.
Sin menospreciar la
importancia que tiene el factor poblacional, se patentiza que un aumento del
consumo, esencial al progreso y al desarrollo es inherentemente incompatible
con el desarrollo sustentable, en la medida que el ambiente global queda bajo
amenaza al frenar o reducir el bienestar de la población proveniente de tal
progreso. Pero esto no implica subordinarse al progreso consumista, sino
reflexionar sobre él y los males que con él vienen, tratando de complementar
mecanismos que hagan efectivo un bienestar tanto económico como ambiental. Ello
implica asumir una conciencia ecológica.
Las políticas de gobierno y la acción social
La dimensión
ambiental se convirtió en materia clave dentro de la planeación desde la década
de los ochenta. (Provencio; 1995: p. 66) Por ello, el trabajo en dicha materia
se está construyendo, quedando por precisar los mecanismos de evaluación
cuantitativa y cualitativa referidos al deterioro ambiental y al avance en cuanto
al aprovechamiento sustentable de los recursos naturales. Hay que advertir lo
complicado que estas tareas resultan al momento de tratar de consolidar un
arreglo institucional para la gestión de los recursos naturales; destaca, en
este sentido, el avance logrado al incluir, desde mediados de los noventa, en los
Planes de Desarrollo del país la intención de imprimir al desarrollo nacional
el carácter de sustentable.
Se reconoce que las
formulaciones sobre el desarrollo sustentable en los últimos años han sido
motivo de abuso discursivo, generalización y manejo oportunista; con el fin de
darle un efectivo sentido habría que dejar de concebirla como una política
ambiental en sentido estricto, para cambiar a la concepción de un proceso que
propicie reformas en la definición de las estrategias, en el marco regulatorio,
en la adopción de instrumentos económicos que conciban la racionalidad
económica al parejo de la racionalidad ambiental, en la generación de
información que permita eliminar los sesgos antiambientalistas y, en la
estructuración de un sistema eficaz de ordenamiento del uso productivo del
territorio. Esto lleva a revisar los enfoques y prioridades de la política
ambiental, repensar la centralidad de los procesos de desenvolvimiento humano,
y reconocer las fronteras temporales y espaciales de las políticas.
Por lo anterior, se
plantea la necesidad de que el Estado asuma su responsabilidad y represente el
interés público: expresar efectivamente el interés público por la conservación
frente a otros intereses legítimos, compensándolos de manera justa y eficiente.
Una segunda prioridad para una política ambiental eficaz y eficiente es la
consideración de instrumentos o mecanismos económicos, que modifiquen de raíz
los factores causales del deterioro ambiental, internalizando los costos ambientales,
superando las fallas de asignación de recursos del mercado, pero a la vez,
promoviendo el crecimiento económico; entre estos mecanismos se propone un
manejo adecuado de subsidios, impuestos y mercado de derechos de uso de
recursos, además, de una descentralización efectiva de las decisiones, y un
comportamiento eficiente de los agentes económicos, fomento a la innovación
tecnológica, no comprometer a los recursos públicos, y promover la congruencia
entre objetivos económicos, ambientales y sociales, entre otros.
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En relación con esto, es pertinente reconocer disposiciones de gobierno que en nuestro país han derivado en pasos importantes en materia de desarrollo y medio ambiente; así, en su momento, fue relevante la creación de la Secretaría del Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca (SEMARNAP) en 1994, encargada de desarrollar las principales características del apartado de Política Ambiental en nuestro país. Desde fines del año 2000, la encargada de los asuntos relacionados a la protección, conservación y aprovechamiento de los recursos naturales del país y de diseñar e impulsar la política ambiental nacional para desarrollo sustentable es la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT).
Se plantea una nueva relación entre el gobierno y la sociedad en la que la inclusión es primordial para ofrecer oportunidades a toda la población para que, mediante una mejor preparación, se facilite su crecimiento como personas y adquieran la capacitación y el adiestramiento necesarios para aprovechar las oportunidades del desarrollo. La sustentabilidad se estima como una preocupación por la protección de la naturaleza, el aprovechamiento racional de la excepcional biodiversidad del país y promover un desarrollo limpio, preservador del medio ambiente y reconstructor de los sistemas ecológicos, buscando la armonía de los seres humanos consigo mismos y con la naturaleza.
Se plantea una nueva relación entre el gobierno y la sociedad en la que la inclusión es primordial para ofrecer oportunidades a toda la población para que, mediante una mejor preparación, se facilite su crecimiento como personas y adquieran la capacitación y el adiestramiento necesarios para aprovechar las oportunidades del desarrollo. La sustentabilidad se estima como una preocupación por la protección de la naturaleza, el aprovechamiento racional de la excepcional biodiversidad del país y promover un desarrollo limpio, preservador del medio ambiente y reconstructor de los sistemas ecológicos, buscando la armonía de los seres humanos consigo mismos y con la naturaleza.
Por otra parte, se considera que el mundo globalizado plantea a nuestro país la exigencia de contar con un sector productivo más competitivo y sólido para afrontar las exigencias que este entorno presenta. La nueva economía, las profundas transformaciones en el comercio y los flujos financieros internacionales han traído cambios fundamentales en la estructura de los mercados y en las formas de competencia que transforman el entorno económico en el mundo y en México, lo cual impone nuevos retos que deben enfrentarse para lograr un desarrollo exitoso. En este contexto de búsqueda de competitividad, se plantea reducir la brecha entre los que tienen acceso a las nuevas tecnologías de información y de producción, y los que se han ido quedando cada vez más lejos del acceso a estas herramientas para el desarrollo.
El concepto de desarrollo que se propone considera las características regionales del país; en un país de fuertes contrastes, se propone el desarrollo de políticas claras de desarrollo regional y el fortalecimiento del federalismo para responder a la demanda social por una distribución más equitativa de oportunidades entre regiones, mediante la distribución adecuada de atribuciones y recursos entre los órdenes de gobierno para mejorar la competitividad y cobertura de los servicios públicos.
De esta manera se considera que el desarrollo social y humano debe promoverse a partir de diversos Ejes de Política Pública, refiriéndose estos a:
§ Los niveles de bienestar de los mexicanos, tratando de evitar que existan grupos de la población mexicana cuyas condiciones de vida, oportunidades de superación personal y de participación social se encuentren por debajo de ciertos umbrales.
§ La equidad en los programas y la igualdad en las oportunidades, impulsando políticas y acciones que tomen en cuenta las distintas necesidades, posibilidades y capacidades de los ciudadanos.
§ Capacidad e iniciativa, que implica una actitud emprendedora e independiente de los ciudadanos y una educación de vanguardia, impulsar proyectos que mejoren la preparación, escolaridad y conocimientos de la población, el desarrollo de sus habilidades y destrezas, fomentar la innovación y el avance científico y tecnológico, apoyar la difusión cultural, y asegurar el manejo efectivo de la información.
§ La cohesión social, mediante acciones para aumentar la solidaridad de todos los mexicanos entre sí y con el llamado bien común; acrecentar el compromiso con la nación, vía políticas y proyectos incluyentes; disminuir la presencia del Estado en los aspectos y áreas en los que las organizaciones no gubernamentales pueden tener una contribución efectiva; propiciar la integración social; reivindicar el respeto a los derechos reconocidos y a los que emergen y que se manifiestan de manera diversa, buscando un desarrollo regional equilibrado y acorde con el federalismo.
§ Identidad entre bienestar y medio ambiente, buscando construir una cultura de evaluación de prácticas productivas y de resultados de programas sociales basada en el criterio de que el deterioro de la naturaleza es un efecto inaceptable; fomentar un mayor conocimiento sobre el deterioro del medio ambiente; y desarrollar una concepción de desarrollo en armonía con la naturaleza.
§ Confianza en la capacidad del gobierno y en las instituciones del país, con el objeto de diseñar estrategias de respuesta eficaz ante situaciones no previstas de orden natural y social, ampliar la capacidad de respuesta del Estado, crear condiciones institucionales que permitan anticipar riesgos y establecer esquemas de coordinación de las organizaciones sociales que refuercen su sentido de compromiso en la continuidad de los programas sociales.
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Conclusión
Estos aspectos
reclaman nuevas formas de vinculación entre Estado y sociedad; como entes
interrelacionados en forma permanente, deben ser concebidos y actuar como
sistemas abiertos, que afectan y son afectados por otros sistemas. Esto mismo
se aplica a la relación de ambos con la naturaleza, un macrosistema que es
afectado por los interjuegos sociales y de política gubernamental, pero que a
la vez es imprescindible para la vida de la humanidad.
La participación
ciudadana en el diseño, ejecución y evaluación de las políticas ambientales
promovidas por el Estado resulta un imperativo, en la medida que los problemas
que enfrentan las sociedades modernas son de carácter público, es decir, de
interés comunal, que incluso rebasan las fronteras nacionales, convirtiéndolos
en problemas de “aldea global”. El desarrollo social y la preservación del
medio ambiente requieren de ese compromiso común, de una ética pública con
sustento ecológico y un fuerte componente de justicia social.
Bibliografía
Corona, Leonel (1991). Revolución
científico-técnica, en México ante las nuevas tecnologías. México:
Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Humanidades. UNAM.
Ejecutivo Federal. Planes Nacionales de Desarrollo.
Morin, Edgar y Anne Kern (1993). La Agonía planetaria. Argentina: Tierra Planeta. Nueva Visión.
Provencio, Enrique (1995). Desarrollo
sustentable e instituciones públicas.
Gaceta Ecológica, Nº 37, Instituto Nacional de Ecología.
Ribeiro, Darcy (1976). El Proceso Civilizatorio. México: Extemporáneos.
Rojas Canales, María del Carmen (s/f). Dimensiones y niveles analíticos: la
dimensión ecológica (Materiales de Lectura del Curso Desarrollo Sustentable).
México: PUMA/UNAM.
SEMARNAP (1996a). El modelo de Desarrollo.
México: Cuadernos/SEMARNAP.
SEMARNAP (1996b). Prever el futuro: el
Desarrollo Sustentable, en El
desarrollo sustentable. Una alternativa de política institucional. México: Cuadernos/SEMARNAP.
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