Hermosillo, Sonora a 28 de Mayo de 2017.
La Era, 1904
La Era es una obra de
caballete que Diego Rivera pintó a la edad de 18 años. Forma de uno de sus
trabajos tempranos como estudiante de la Academia de San Carlos. Teniendo como
maestro al paisajista José María Velasco, es natural que Rivera haya cultivado
esta práctica pictórica. Se trata de una pintura de tipo costumbrista y
naturalista en la que al fondo se observan los volcanes del altiplano. Fue
pintada desde el portal de la casa principal de la Ex-hacienda San Andrés Teticpan (Retana) situada en el Municipio de Ayapango (en el Estado de
México).
Este paisaje de la antigua entrada de la Hacienda
maneja la perspectiva teniendo como referencia el Popocatépetl. En un primer
plano se ve a un campesino con dos animales de trabajo; luego se ve la entrada
de la Hacienda y a la derecha los cobertizos; en tercer plano las tierras de
siembra y finalmente los volcanes. Rivera empleó un cromatismo de contraste de
complementarios, tierras ocres, sienas y naranjas, con verdes de diferentes
tonalidades. El contraste simultáneo ocurre en relación al azul del horizonte y
el cielo. Se trata de un trabajo académico, en el que cuida la
matización de tonos cromáticos y la composición.
Sigue
la orientación de la Academia de San Carlos que promovía que sus alumnos
salieran a pintar al natural. Además, la temática corresponde a los
planteamientos que se fomentaron durante el Porfirismo en el terreno cultural:
la preocupación por edificar una cultura nacional, retomando la historia del
país, la tradición precolombina, la independencia y la reforma, así como la
cultura popular.
Paisaje zapatista, 1915
Paisaje zapatista, conocido también como
El Guerrillero, se trata de una obra
cubista, escuela a la que se afilió Rivera entre 1912 y 1917 tras una breve
incursión en el puntillismo. El cubismo de Rivera se considera ambiguo y no
ortodoxo. Además, en el grupo de artistas cubistas se consideraba a Rivera como
vanguardista e independiente, inteligente pero complicado.
Esta
obra integra elementos asociados al movimiento revolucionario vivido en México,
haciendo referencia al líder agrario Emiliano Zapata, una temática totalmente
diferente a la abordada por cualquier otro artista del grupo. El cubismo
sintético de Rivera, desde un principio, se distinguió por su rico cromatismo,
como se ve en la obra en cuestión. En este trabajo se retoma el paisaje de la
revolución e incluye elementos mexicanos como el sarape, el sombrero de palma y
los guajes. Se ha dicho que el paisaje que tomó como referencia es el lago de
Texcoco del Valle del Anáhuac.
Paisaje zapatista motivó diferencias con Picasso, quien se apropió de la manera en que
Rivera había solucionado el tratamiento de los árboles. El cubismo “cromático”
de Rivera fue criticado acremente por Pierre Reverdy, teórico cubista que dijo
que el color no era propio del cubismo, pues no es serio ni racional, esto
provocó el llamado “Affaire Rivera”, generando un pleito a golpes entre el
artista y el crítico, lo que derivó en la salida de Rivera de este movimiento.
La creación, 1922-1923
La creación es el primer mural que Diego Rivera pintó. Se ubica en el Anfiteatro
Simón Bolívar del Colegio de San Ildefonso, en el Centro Histórico de la Ciudad
de México. El nombre del mural alude alegóricamente a la creación científica y
artística del ser humano, y tiene como referencia las ideas filosóficas de José
Vasconcelos, en relación al nacimiento de una cultura universal en donde se
integren elementos del viejo y el nuevo continente. Contiene simbolismos de
distintas religiones y sistemas filosóficos.
Se trata de un mural realizado a la técnica de la encáustica (cera de
abeja, resina de copal y pigmentos fundidos al fuego), un proceso practicado en
el Renacimiento y que Rivera aprendió en un viaje exprofeso a Italia. Su
composición y equilibrio simétrico lo respaldó con la distribución cromática.
La figura
central es el hombre surgiendo del árbol de la vida. Del follaje surge el
tetramorfo judeocristiano: el hombre alado, el águila, el león y el toro,
integrantes del tetramorfo de la tradición judeocristiana; encima de ellos se
ve el sol, símbolo de la energía y la vida; las estrellas representan los
ideales femeninos y masculinos. En los extremos se encuentran 18 figuras
humanas, siete de ellas presentan un halo, a la manera de Giotto. A la derecha
se encuentra Adán con la fábula, el conocimiento, la poesía erótica, la
tradición y la tragedia, y más atrás las virtudes cardinales: la prudencia, la
justicia, la fortaleza y la continencia. A la izquierda está Eva, y con ella la
música, el canto, la comedia y la danza; más atrás están las virtudes teologales:
caridad, esperanza y fe. Encima de estas figuras se ubicaron figuras aladas, a
la derecha la ciencia y a la izquierda la sabiduría.
Tierra Fecunda, con las Fuerzas Naturales
Controladas por el Hombre, 1927
El conjunto mural que
pintó Diego Rivera en la Capilla de la Universidad Autónoma de Chapingo se
denomina Canto a la Tierra, y es una
exaltación a la revolución agraria impulsada por los gobiernos
posrevolucionarios de México en los años veinte del siglo XX. Fue un encargo de
José Vasconcelos, Secretario de Educación, solicitado en 1924 cuando aún
pintaba los frescos de la Secretaría de Educación.
La composición elaborada
por Rivera se inspiró en los murales renacentistas de Italia, buscando
aprovechar la distribución de los diferentes temas en los muros y techo del
recinto. El contenido de este fresco de Rivera es rico en símbolos, incluso, el
tema agropecuario se trata con tintes de religiosidad y alusiones bíblicas. El
tema central lo denominó Tierra fecunda,
con las fuerzas naturales controladas por el hombre y se pintó en el muro
frontal de la nave de la capilla. La mujer que es el personaje central retrata
a la esposa del pintor, Lupe Marín. En otras áreas del recinto también retrató
a la fotógrafa Tina Modotti y al artista plástico Pablo O’Higgins.
El fresco emplea una
gran gama de colores complementarios presentados armoniosamente. La figura de
la mujer embarazada simboliza la fecundidad de la tierra, la cual recibe el
soplo vivificador de un ángel. Debajo de ella se encuentran las figuras de una
mujer y varios hombres dominando las fuerzas naturales. Estas figuras fueron
trabajadas sin los rasgos indígenas de otras obras posteriores de Rivera. Este
conjunto fue dedicado a los líderes agrarios Zapata y Otilio Montaño, quienes
fueron pintados muertos debajo de un sembradío de maíz, simbolizando su
sacrificio y la dualidad de la vida y la muerte, de la revolución social y la
natural.
En el arsenal, 1922-1928
Rivera inició los
murales de la Secretaría de Educación Pública en 1922. Para 1928, año en que
concluye el proyecto, Rivera había cubierto con sus frescos más de 1,585 metros
cuadrados de muros y abarcó 235 tableros. Se trata de una pintura al fresco
(pigmentos de color sobre una superficie fina de polvo de mármol, cal apagada y
agua), técnica que seguirá empleando en la mayoría de los murales subsecuentes.
En particular, el mural llamado En el Arsenal, forma parte de la serie
“Visiones políticas del pueblo mexicano”. Se ubica en el segundo patio conocido
como de Juárez o de las Fiestas, en
el segundo piso (tercer nivel) en donde se presentan las estrofas de tres
corridos: La balada de Zapata, La revolución agraria de 1910 y Así será la
revolución proletaria. Este último corrido precisamente empieza con el mural En el arsenal, donde se presenta como
figura central a Frida Kahlo, a su derecha Siqueiros y a la izquierda Tina
Modotti, Julio Antonio Mella de sombrero claro y Vittorio Vidali con sombrero
negro.
Se trata de una
composición simétrica y equilibrada teniendo como eje central la figura de
Frida Kahlo distribuyendo rifles y bayonetas, la cual se prolonga con el obrero
que sostiene la bandera roja con los símbolos del trabajo socialista. Es una
alegoría del futuro que construirá la revolución proletaria, integrando en la
lucha a obreros y campesinos. Se trata éste de un proyecto social en el que
también participan mujeres y niños.
El cromatismo de este
mural es congruente con los de los otros de esta serie; el equilibrio cromático
conjuga ocres, azules y blancos con el rojo que simboliza la revolución
proletaria. La banda roja que colocó Rivera contiene parte de la letra del
corrido, y sirve para compensar cromáticamente el ocre de los muros y encerrar
y dar unidad a todo el conjunto. La pretensión de Rivera era mostrar la vida social
del país y el perfil de su futuro.
Detroit
Industry or Man and Machine. Pared Sur, 1932-1933
Este mural fue un
regalo de Edsel B. Ford a la ciudad de Detroit. Se trata de un ciclo concebido
por Diego Rivera como tributo a la ciudad de la manufactura y a la fuerza
laboral de los 1930´s. Rivera completó los 27 paneles en 11 meses, entre 1932 y
1933. Son una serie de frescos que en conjunto es considerada como una de sus
obras más exitosas y a la cual Rivera guardaba gran aprecio. En abril de 2014 fue
declarado Monumento Histórico Nacional.
Los principales murales
se ubican en las paredes norte y sur, representando el mundo de la industria y
el trabajo de obreros de la Ford Motor Co. Los otros paneles aluden al
desarrollo de la medicina, la ciencia y la tecnología. Se pondera la producción
en cadena, típica de la industria automotriz, y la manera en que hombre y
máquina se integran en el engranaje productivo. En este mural contrapone a la
naturaleza y el trabajo agrícola los rasgos maquinizados de la sociedad urbana
e industrial. En el muro sur, Rivera presenta la etapa final del ensamblaje
automotriz que se originó en el muro norte, hasta salir de la línea de montaje
y presentar al automóvil en el patio de la planta.
Al lado izquierdo del
mural aparece un grupo de obreros trabajando bajo la seria mirada del
supervisor. A la derecha pintó una enorme prensadora como una moderna Coatlicue
(diosa azteca de la fertilidad, la vida y la muerte) que simboliza el poder que
ejerce la máquina en el mundo moderno. Encima del muro se ve un panel en donde
presenta dos figuras que representan la raza blanca y la asiática, tomando del
suelo cal y arena, materia prima de la producción fabril. Debajo hay otro panel
asemejando un relieve en blanco y negro y grises acres donde se plasman
aspectos de la producción, desde la minería y la agricultura a la industria. El
manejo del color es magistral. El panel superior presenta un cielo azul sólido,
con ocres y sienas; en el muro central Rivera hizo un equilibrado manejo de grises,
azules, ocres y sienas, colocando estratégicamente en el centro de la
composición un obrero con camisa roja.
Hombre en una Encrucijada, o El Hombre
controlador del Universo, 1934
En el momento en que
Rivera pintaba los murales del Instituto de Artes de Detroit, a finales de
1932, John Rockefeller Jr. lo contrató para pintar un mural en el piso
principal del RCA Building, el cual fue llamado por Rivera como: Man at
the Crossroads Looking with Hope and High Vision to the Choosing of a New and
Better Future. Aun cuando el contrato le daba a Rivera libertad plena para la
realización de su obra, la integración del retrato de V. I. Lenin generó
diferencias con el magnate norteamericano, quien esperaba que el mural
reflejaría el American way of life y los desarrollos de la ciencia y la
tecnología modernas aplicadas a la industria. En mayo de 1933 el contrato de
Rivera fue cancelado, se cubrieron los honorarios que le restaban y fue puesto
en la calle. Ocho meses después, el mural fue destruido.
A su regreso a México,
reconstruyó su obra para el Palacio de las Bellas Artes. Se trata de un mural
sobre bastidor metálico pintado al fresco. El acento político se marcó más en
esta segunda versión. El eje central del mural lo ocupa el hombre como
controlador del universo, y en él se da el cruce de caminos de los dos sistemas
de vida opuestos. A la izquierda del hombre ideal se observa el mundo
socialista con los filósofos y líderes socialistas, así como imágenes de la
Plaza Roja de Moscú. A su derecha plasmó la vida de la clase burguesa, el
militarismo y la represión de los trabajadores.
El hombre es el centro
del cruce de dos elipses que representan el microcosmos y el macrocosmos, a sus
pies está la naturaleza subordinada a él. A la derecha se presenta una gran
escultura de Dios que sin manos simboliza su falta de control de las grandes
crisis y conflictos del capitalismo, y a la izquierda otra escultura sin cabeza
simboliza el rompimiento con la tradición antigua y con el sometimiento de la
clase obrera que ofrece el socialismo. Rivera repite esquemas compositivos
donde existe un equilibrio bien cuidado, un manejo preciso del color, la
integración de su ideología política y el planteamiento pedagógico que el mural
contiene y se muestra al pueblo.
Mural en la escalinata central de Palacio
Nacional, 1929-1951
Diego Rivera reunió la historia de México
desde el origen prehispánico hasta la modernidad de 1930 en un continuo de 276 metros cuadrados de los muros sur,
poniente y norte de la escalera principal del Palacio Nacional. Con
interrupciones, Rivera realizó cinco murales en la segunda planta en el tejado
central y en el espacio de la escalera principal del Palacio. Los murales
narran la historia del país desde la época precolombina hasta las primeras
décadas del siglo XX. Aunque se pueden apreciar las diferentes etapas del
desarrollo histórico del país, éstas no se presentan en el orden convencional,
pues el interés de Rivera fue estructurar su composición a la manera de los
códices de los antiguos mexicas.
Esta obra, en su conjunto, recibe el nombre de México a través de los siglos,
o Epopeya
del pueblo mexicano, Su composición plástica sigue los cánones
formulados por Rivera, repitiendo lo que siguió en otros trabajos: una
composición equilibrada, el empleo experto y sensible del color, la narrativa
histórica visual, el sincretismo ideológico, su visión política y el futuro
socialista de la sociedad mexicana. Particularmente en el mural de la
escalinata Rivera llevó al extremo su estilo narrativo, el abigarramiento
iconográfico (llegando a la repetición de personajes en atención a la
descripción histórica), la saturación de retratos de héroes, próceres y
personajes “malditos” de la historia del país, pero todo ello con una
estrategia consciente y racional de su composición y distribución espacial. En
los otros murales del primer piso la disposición de figuras y el manejo del
espacio es más sutil y menos saturado, más narrativo que iconográfico.
La exposición histórica visual inicia a la derecha del observador, donde se
ubicó El mundo prehispánico (1929) y en donde el mito de Quetzalcóatl es
recreado por el artista; la lectura histórica continúa al centro de la
escalera, donde se ubican los elementos del Escudo Nacional como centro
equilibrador de todo el mural, luego se continúa abajo del águila con la
Conquista Española, envuelta en el choque violento de civilizaciones. Al centro
y a ambos lados del águila se exponen diferentes momentos del Colonialismo
español: a la derecha la labor pastoral de la iglesia, y a la derecha la labor
destructiva de la inquisición. Encima del águila se presenta la etapa de la
lucha de Independencia con las imágenes de los próceres rodeados del pueblo
mexicano. El recorrido vuelve a la derecha del mural central, en la parte superior,
donde se plasmó la Invasión Norteamericana de 1846-1848, a la que continúa,
hacia la izquierda, la Etapa de la Reforma, 1848-1860. Después se pasa al
extremo izquierdo superior, donde Rivera plasmó la Etapa de la Invasión
Francesa de 1861 a 1867; junto a ella, a su derecha, se representa la
Revolución Mexicana, 1910-1920.
Esta exposición de las etapas históricas de México concluye en la parte más
alta del centro del mural, donde se exhibe la Etapa Posrevolucionaria, donde se
distingue la imagen de Zapata y su lema de “tierra y libertad”, junto a los
retratos de los presidentes Obregón y Elías Calles, luciendo la banda
presidencial del cargo que ostentaba en el tiempo en que se pintó el mural. La
última parte de esta narración Rivera la nombró “México de hoy y mañana”,
pintada en 1945, y en donde, como era la costumbre del muralista, plantea su
ideología e interpretación de la lucha de clases, la contradicción entre los
sistemas capitalista y socialista, y el futuro de la humanidad.
Posteriormente, Rivera regresó a Palacio Nacional para pintar otros murales
en los pasillos del primer piso. En 1945 pintó “La gran ciudad de Tenochtitlan.
Un segundo mural hace referencia a la Cultura Purépecha de Michoacán y Jalisco
y la industria textil. En otro se representa la Cultura Zapoteca de Oaxaca y
sus actividades artesanales de filigrana y joyería. En 1950 pintó el mural
donde se representa la Cultura Totonaca de Veracruz, en donde se observa el
Tajín y el juego de pelota y la danza del volador. A continuación, los
siguientes murales hacen referencia a los procesos productivos del tiempo
prehispánico: primero se presenta la producción del hule, importante en el
juego de pelota; sigue en otro muro el cultivo del maíz, fundamental en la
dieta de los mesoamericanos; el siguiente mural expone la cosecha del cacao,
origen del chocolate la bebida ceremonial de los sacerdotes y nobleza
prehispánica y unidad de intercambio en el comercio indígena; esta recreación
visual concluye con la industria del maguey y el amate (1951), importante como
bebida embriagante, pero también en la construcción de casas, de base para los
códices, de vestimenta y otras utilidades de la casa indígena. El último mural
que culmina la obra de Rivera en Palacio lo llamó “El desembarco de los Españoles
en Veracruz”, que precisamente da pie a la narrativa de los murales de la
escalinata del Palacio.
Historia del teatro en México, 1953
Historia del teatro en México es un mural exterior que
“decora” la convexa fachada que se encuentra encima de la marquesina del Teatro
de los Insurgentes en la Ciudad de México. Fue pintado exprofeso bajo contrato
en 1953, año en que se edificó el teatro. El personaje central de este mural es
el artista de carpa y de cine Mario Moreno “Cantinflas”, figura que constituye el
eje central de la composición a partir del cual se disponen los demás elementos
de la misma. Además, Cantinflas es el pretexto para que Rivera integre los
elementos simbólicos de su compromiso social y nacionalista. A la derecha del
personaje se encuentran los miembros del poder, la clase burguesa, la milicia y
la iglesia, mientras que a su izquierda se observa al proletariado y la clase
marginada: el pago que Cantinflas recibe de los ricos se transmite a los
pobres, como un moderno héroe comprometido con los más necesitados.
El mural en un principio
fue elaborado en silicón, pero luego el artista decidió recubrirlo con mosaico
de vidrio veneciano. La composición se plantea en tres espacios bien
delimitados, y cada uno de ellos se subdivide para incorporar de manera
escenográfica los elementos iconográficos de la historia y las artes de México.
Al centro y debajo del grupo principal donde se encuentra Cantinflas se
presenta una alegoría del teatro, en el extremo derecho los héroes de la
independencia y a la izquierda los de la Revolución. Fiestas populares y
expresiones culturales del pueblo mexicano se distribuyen armoniosamente en el
mural.
Desnudo con alcatraces, 1944
Desnudo con alcatraces tuvo como modelo a Cristina Kahlo, hermana menor de Frida, con la cual
Rivera estuvo ligado románticamente y que fue motivo de uno de las separaciones
de la pareja. En la pintura se ve en primer plano a
una mujer de espaldas arrodillada sobre un petate y con los brazos abiertos
para entrelazar el ramo de alcatraces depositado en una gran canasta que tiene
frente a sí. La piel morena y el pelo trenzado recogido caracterizan la belleza
femenina de la indígena mexicana. La simétrica composición presenta de manera
simple y equilibrada los elementos de la composición.
El pintor ha utilizado una paleta de colores cálidos y armónicos, donde
se observa el contraste de complementarios. Se trata de un óleo sobre masonite,
un material cuyo proceso de fabricación fue descubierto en 1924, por lo que se
puede decir que este aglomerado es un material moderno que sirve de soporte a
la obra del artista.
El tema de los alcatraces es reiterativo en la obra del artista, pues
con ellos hacía referencia a la temática indigenista y nacionalista de su
pintura considerada naturalista tradicional. A diferencia de otros cuadros
donde pinta estas flores y en donde refleja la inocencia infantil o la
sencillez del pueblo indígena, éste se considera el cuadro más erótico de
Rivera, en referencia al desnudo y al simbolismo sexual representado en las
formas y colores de la flor.
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