Proemio
Este trabajo tiene el propósito de revisar
los rasgos fundamentales en la propuesta filosófica y el compromiso con el
desarrollo social del filósofo vienés Karl Popper. La amplia y valiosa
aportación de Popper a la cultura contemporánea brinda la posibilidad de
reflexionar sobre temas y problemas de índole diversa en los campos de la
política, el arte, la historia de la filosofía y la filosofía misma.
Reconocido por su fuerte crítica a las filosofías
basadas en el historicismo, el determinismo y los totalitarismos, su propia
filosofía política refleja la manera en que entiende y comprende a la realidad,
rechazando las soluciones finales y sustentando su forma de ver a la sociedad y
a la naturaleza en términos de lo que llamó la “ingeniería social gradual”,
susceptible de ser analizada a través de un “método crítico”: “La ciencia, el conocimiento científico (apunta
Popper), es siempre hipotético: es conocimiento por conjetura. Y el método de
la ciencia es el método crítico: el método de la búsqueda y eliminación de
errores al servicio de la verdad.” (El conocimiento y la configuración de la
realidad, 1989)
Reconocido mundialmente por su obra La sociedad abierta y sus enemigos
(1945), en donde se pronuncia en contra de los autoritarismos y en favor de una
cultura librepensadora y de una sociedad y política consecuente con la
democracia liberal. Esta propuesta en el campo de la política no se sustrae a
su postura como científico, pues en ella se reflejan sus ideas y la forma en
que concibe al conocimiento y la manera de buscarlo, esto es así, ya que, como
señala J. G. Merquior (Liberalismo viejo
y nuevo, 1991), Popper es “sobre todo un epistemólogo, un teórico de la
ciencia y de la evolución, tanto natural como humana.”
El
fundamento en la razón
Popper se reconoce como un entusiasta de la filosofía
de los clásicos griegos, particularmente de las ideas de Sócrates y Jenófanes,
de quienes resalta su concepción y actitud en cuanto al conocimiento, al
reconocer la falibilidad del conocimiento humano, su relatividad y la
posibilidad de llegar a equívocos y necesarios reencauzamientos racionales en
el camino a la verdad. (Sobre el
conocimiento y la ignorancia, 1979)
Sócrates
En este sentido, todo progreso en la búsqueda de la
verdad, de acuerdo con Popper, puede resumirse en dos tesis derivadas de los
escritos de Jenófanes: primero, la no-existencia del criterio de verdad, pues
aunque se alcance la verdad, nunca se tendrá la certeza de ello; la segunda
tesis plantea que lo que sí existe es un criterio racional de progreso en la
búsqueda de la verdad, y por tanto un criterio de progreso científico. (Ibíd.)
La ciencia, por lo tanto, se asume como una actividad crítica, soportada en la
racionalidad y cuyo interés es siempre la búsqueda de la verdad - en
aproximaciones sucesivas -.
Jenófanes
La razón sustenta a Popper en todo desarrollo
científico. Las luces de la Ilustración también alimentan su propuesta
filosófica: aunque señala limitantes en el pensamiento de Immanuel Kant,
reconoce al filósofo alemán como el primero en comprender la forma de creación
del conocimiento por el intelecto humano, cuando éste reflexiona en su “Crítica
de la razón pura” sobre las exactas predicciones de la teoría de Newton. Este
conocimiento científico no es resultado del método experimental o inductivo, es
producto del intelecto de Newton, que lleva implicado que la experiencia del
hombre sea “producto del procesamiento activo y la interpretación de los datos
de los sentidos por nuestro aparato cognitivo, especialmente por nuestro
intelecto.” (Ibíd.)
En Kant, Popper reconoce su racionalismo crítico.
Pondera el Principio de Autonomía (Immanuel Kant: el filósofo de la Ilustración,
1954) que Kant desarrolla en el ámbito de la ética del conocimiento de la
moral: “Este principio manifiesta la convicción de que nunca debemos aceptar el
imperativo de una autoridad, por elevada que sea, como base de la ética. Pues
cuando nos enfrentamos al imperativo de una autoridad, siempre nos compete a
nosotros juzgar, críticamente, si es no moralmente permisible obedecer.” (Acerca de las llamadas fuentes del
conocimiento, 1979) Aunque este principio no tiene correspondencia en la
filosofía de la ciencia de Kant, pues limita su actitud racionalista crítica al
reconocer la autoridad de Newton en el campo de la cosmología y la veracidad de
su teoría, Popper destaca la aceptación de la ética Kantiana a la posibilidad
de crítica y de que se puede incurrir en el error, como sustentos de la razón:
de que no existen fuentes últimas del conocimiento y de que la refutación abre
camino al conocimiento de verdades.
El conocimiento es, por lo tanto, un conocimiento
hipotético, por conjeturas contrastadas con la realidad. Por ello, Popper
concluye que no tiene sentido buscar la certeza, mas sí la verdad - a través de
la búsqueda constante y la eliminación de los errores -. Al igual que Kant,
quien asume que la verdad es la correspondencia del conocimiento con su objeto,
Popper dice algo parecido: “una teoría o enunciado es verdadero si lo que dice
corresponde a la realidad” (El conocimiento
y la configuración de la realidad, 1989), y agrega tres observaciones:
1. Todo
enunciado formulado sin ambigüedad es verdadero o falso; y si es falso, su
negación es verdadera.
2. Por ello
existen tantos enunciados verdaderos como falsos.
3. Cada enunciado
no ambiguo semejante (incluso si no sabemos que es verdadero) o es verdadero o
tiene una negación verdadera. De esto también se sigue que es erróneo
identificar la verdad con una verdad definida o cierta. Hay que distinguir
tajantemente entre verdad y certeza. (Ibíd.)
Immanuel Kant. Busto de Johann Gottfried Schadow
El
acercamiento a la realidad
La realidad se conoce poco, el conocimiento
sobre ella no puede ser total, no puede ser absoluto. Los temas que se pueden
desprender de la realidad son inagotables, pues su naturaleza cambiante y vasta
no permite el conocimiento pleno y cierto; el acercamiento a la realidad, si se
quiere conocerla con verdad, implica por principio la asunción de una actitud
crítica y racional, confiando en el progreso de la búsqueda de la verdad entre
conjeturas, percepción de errores, retroalimentación con base a ellos y
objetivación de postulados que, a su vez, habrán de ser pauta para nuevas
conjeturas. La ciencia, por lo tanto, consiste en la búsqueda de la verdad, de
acercamiento constante a través del proceso en el que sometemos a crítica
nuestras propias hipótesis, descubrimos nuestros errores y procuramos su
eliminación.
Desde el punto de vista intelectual, la realidad puede
ser analizada en sus diversas manifestaciones; para ello es útil la misma
construcción de marcos conceptuales mediante los cuales pueda ser sistematizado
dicho esfuerzo. Popper propone una configuración de la realidad en la que
diferentes mecanismos interactúan en un proceso constante de retroalimentación
entre las diferentes expresiones de la realidad, y en donde se actúa utilizando
el método de ensayo y error. La realidad se configura por la interacción de
tres mundos:
“Denomino mundo 1 (dice Popper) al mundo de las cosas
materiales, el mundo descrito por la física y la astronomía, por la química y la
biología. Denomino mundo 2 al mundo de nuestras experiencias subjetivas
personales, de nuestras esperanzas y metas, de nuestros goces y nuestros
pesares, y de nuestras alegrías, de nuestros procesos de pensamiento en sentido
subjetivo; el mundo que intenta describir y explicar la psicología. Y denomino
mundo 3 al mundo de los productos de la mente humana, los productos de nuestra
acción mental y, sobre todo, al mundo de nuestro lenguaje específicamente
humano, de nuestros contenidos intelectuales objetivos, tanto hablados como
escritos; y también al mundo de la tecnología y del arte. Con esta distinción
entre tres mundos no he introducido más que una terminología.” (Los
libros y las ideas, 1982)
La labor del
científico y el compromiso social
Es interesante el agudo análisis que Popper realiza
sobre el método de Karl Marx. Si bien desarrolla una aguda crítica al historicismo marxista y refuta varias de
sus profecías no verificadas por la
realidad, Popper reconoce que Marx desarrolló una propuesta verdaderamente
humanista a través de su pensamiento y acción. Dice, se trata de una tentativa honesta de aplicar los métodos racionales a
los problemas más urgentes de la sociedad. (La sociedad abierta y sus enemigos, 1945, Cap. 13)
Ejemplifica con él el papel del verdadero científico
social, el que basa su trabajo en la prueba y el error, sustento del progreso
científico. Reconoce que si bien Marx probó y erró en sus principales
conceptos, tal prueba no fue en vano, pues ello sirvió para “abrir los ojos y
aguzar la vista de muchas maneras”.
Marx el científico se caracterizó, según Popper, por
su sinceridad, su amplitud de criterio, su sentido de los hechos, su
desconfianza de las meras palabras y de la verbosidad moralizante. Y lo más
importante, tal vez, Marx movido por el deseo de ayudar a los oprimidos,
orientó sus esfuerzos a contrastar sus ideas no sólo contra otras conjeturas,
sino ante los hechos: su método científico, utilizado en la práctica, debería
de ser un medio apropiado para fomentar el progreso de la humanidad; con ello,
su labor no se abocaba solamente a “interpretar el mundo de diversas maneras,
sino que también procuraba cambiarlo” (la número once de las Tesis sobre Feuerbach).
Marx. Fragmento de la Cabeza Monumental por Lev Kerbel
El
conocimiento y la conducción del gobierno
Popper se remite a uno de los principios fundamentales
de Sócrates (quien en su opinión es uno de los grandes filósofos de todos los
tiempos), el intelectualismo moral,
definido como la identificación de la bondad con la sabiduría, que advierte que
nadie actúa contra lo que le dicta su conocimiento y que es la falta de
conocimiento la causa de todos los errores morales. Con esto, también plantea
que las virtudes morales pueden ser enseñadas y que ellas no presuponen ninguna
facultad moral específica, aparte de la inteligencia humana universal.
Reconoce que Sócrates fue capaz de criticar, pero a la
vez de asumir la autocrítica, esto lo llevó en la práctica a asumir una
justicia igualitaria e individualista: de esa manera, advierte, para Sócrates
el gobierno podrá ser asumido no necesariamente por el más sabio, pues la
naturaleza de la sabiduría consistía, según el
filósofo griego, en la comprensión de lo poco que sabe cada uno, y
quienes no saben esto no saben nada en absoluto: como filósofo que reconocía la
igualdad y la esencia del individuo, sabía que todos los individuos pueden
aprender, y por lo tanto mejorar sus formas de actuación ante sus semejantes.
Dado que no es nada fácil aprender, este proceso
requiere de una buena dosis de libertad. Destaca Popper que la filosofía de
Sócrates se sustenta en una buena dosis de antiautoritarismo, pues el
aprendizaje dogmático, si bien puede ocurrir, no genera los mismos frutos que
aquel que se basa en un método en el que se saca a luz lo que los discípulos
llevan dentro de sí, enseñándolos de liberarse de prejuicios y a dominar el
ejercicio de la autocrítica, con la convicción de que la verdad no se alcanza
fácilmente. Hay que enseñarles a tomar decisiones y confiar, con sentido
crítico en sus propios juicios y conocimientos. (Ibíd., Cap. 7)
Sócrates
Contrario a Platón, quien según Popper desarrolló lo
que puede llamarse una ingeniería utópica como programa político, el cual
describe que todo acto racional debe obedecer a cierto propósito, es decir su
racionalidad ocurre en cuanto se persigue un objetivo consciente y que
consecuentemente determina los medios de acuerdo con ese fin, el filósofo
vienés opone su ingeniería social parcial
o gradual: supone que un individuo, en su ejemplo el político, puede o no
definir un objetivo a alcanzar, pero de lo que sí deberá estar consciente es
que tal fin, la perfección o la felicidad, es algo remoto, y que cada
generación de la humanidad tienen un derecho a la búsqueda de ese fin: en lugar
de encaminar los esfuerzos para alcanzar el bien final, habría que desarrollar
un método para buscar y combatir los males que aquejan a la sociedad.
En este sentido, agrega Popper, vale la pena
establecer las condiciones en que la sociedad pueda enfrentar sus problemas y
satisfacer sus necesidades; las instituciones
proveen tales condiciones, pues a través de ellas se definen transacciones
entre los miembros de la sociedad para la búsqueda de un mundo mejor. (Ibíd., Cap. 9)
La gran empresa del utopista de conseguir el objetivo
último deriva en absolutos y en totalitarismos; la labor del ingeniero social
es la de planificar racionalmente el desarrollo de la sociedad, con base en el
conocimiento y en la experiencia, sustituyendo la gran escala por los
experimentos sociales parciales, a través del cambio gradual:
“no es razonable suponer que una completa
reconstrucción de nuestro mundo social haya de llevarnos de inmediato a un
sistema practicable. Debemos esperar, más bien, en razón de nuestra falta de
experiencia, la comisión de muchos errores que sólo podrán ser eliminados
mediante un largo y laborioso proceso de pequeños ajustes; en otras palabras,
mediante ese método racional de la ingeniería gradual cuya aplicación venimos
definiendo. Pero aquellos a quienes no les agrada este método por no
considerarlo lo bastante radical, tendrían en este caso que volver a borrar la
sociedad recién construida a fin de comenzar nuevamente sobre un lienzo limpio;
y puesto que la nueva tentativa – por iguales razones – no habrá de conducir tampoco
a la perfección se verían obligados a repetir interminablemente este proceso
sin llegar nunca a ninguna parte.” (Ibíd.)
E incluso, agregamos, a imponerse sobre las voluntades
de los miembros de la sociedad para imponer el “modelo feliz” de sociedad que
se pretende alcanzar, derivando en autoritarismos que vayan en contra del
ejercicio de la libertad del individuo.
A manera de
conclusión: la sociedad abierta y la necesaria libertad
Al definir a la sociedad abierta, Popper afirmó que
los valores en los que ésta se basa son la libertad, la igualdad, la humanidad
y la razonabilidad, y, a la vez, que está a favor de las instituciones. Resalta
Enrique Suárez-Iñiguez (De los clásicos políticos, 1993) que la idea de la
sociedad abierta “pone énfasis en los individuos y en su afán por liberarse de
la tutela de la autoridad absoluta, del hábito, de la tradición y el prejuicio
y por sustituirlos por la crítica racional, la libertad y la humanidad.”
La sociedad abierta se asocia a la democracia, forma
de vida en la que se establecen las condiciones, mediante las instituciones, de
convivir en colectivo, discutir los asuntos públicos racionalmente y llevar a
cabo cambios en la misma sociedad sin irrupciones violentas.
Popper no entiende a la democracia como algo
tan vago, dice, como “el gobierno del pueblo” o “el gobierno de la mayoría”,
sino que la asume como “un conjunto de instituciones (entre ellas,
especialmente, las elecciones generales, es decir, el derecho del pueblo de
arrojar del poder a sus gobernantes) que permitan el control público de los
magistrados y su remoción por parte del pueblo, y que le permitan obtener las
reformas deseadas sin empleo de la violencia, aun contra la voluntad de los
gobernantes.” (La sociedad abierta y sus
enemigos, Cap. 19)
Se considera demócrata no porque la mayoría
tenga la razón siempre, sino porque reconoce que las tradiciones, las
instituciones, democráticas son las menos malas que conoce el hombre. En la
democracia es posible ejercer la libertad de pensamiento y de discusión; a su
vez, estas representan valores que en la práctica son importantes en la
búsqueda de la verdad, si consideramos que en esta labor se exige, al menos,
imaginación, ensayo y error, y el descubrimiento gradual de nuestros prejuicios
mediante la imaginación, la prueba y el error, y la discusión crítica. Y
agrega, “El liberal no sueña con un perfecto acuerdo en las opiniones; sólo
desea la mutua fertilización de las opiniones y el consiguiente desarrollo de
las ideas. Aun cuando resolvamos un problema con universal satisfacción, al
resolverlo creamos muchos nuevos problemas acerca de los cuales es probable que
discrepemos. Y esto no es de lamentarse.” (La
opinión pública y los principios liberales, 1954)
En la búsqueda del conocimiento y en el
proceso de humanización, el camino a seguir lo finca en la preservación de la
sociedad abierta. Advierte que si queremos seguir siendo humanos, entonces sólo
habrá un camino, el de la sociedad abierta: el
hombre debe proseguir hacia lo desconocido, lo incierto y lo inestable
sirviéndose de la razón de que pueda disponer, para procurar la seguridad y
libertad a que aspira.