Panel de grandes puntos rojos. Cueva de Chauvet
Hermosillo Sonora, Mayo 9 de 2015.
Introducción
El propósito
de este trabajo es reflexionar acerca del arte prehistórico, en particular el
relativo a las expresiones pictóricas plasmadas en cuevas y abrigos, el llamado
arte parietal. ¿Por qué dejar su impronta en la roca?, ¿cuál es la pretensión
de estos artistas del paleolítico?, ¿qué importancia tiene para la historia de
la humanidad y la historia del arte este tipo de representaciones? Estas
preguntas son la guía de las siguientes reflexiones.
Se
asume en este documento la idea de que el arte es un producto del ser humano;
que su origen resulta de la misma evolución humana y de condiciones materiales
determinadas; que su creación implica el desarrollo del cerebro humano, de la
práctica repetida y perfeccionada de dicha manifestación, así como de diversos
factores contextuales de tipo social.
El arte parietal
Se
reconoce como arte parietal aquellas expresiones pictóricas que se plasmaron en
las paredes de las cavernas y abrigos
rocosos. Es el arte mural del periodo prehistórico que se desarrolla a partir
del paleolítico medio y superior.
Las
manifestaciones de mayor antigüedad que se conocen de este arte se localizan en
Europa, particularmente, en un mayor número de sitios, en la región fronteriza
entre Francia y España (en ambos países existen cerca de doscientas cuevas con
este tipo de arte). Otros hallazgos se ubican en el resto de la península
ibérica, en Italia, y en varios países de Europa oriental.
Bisonte y caballo. Cueva de Niaux
La
aparición del arte parietal se da en el contexto de la última glaciación o
última edad de hielo. Ésta, que había iniciado 100,000 años atrás, concluyó
hace 10,000 años; el mundo se cubrió de hielo, los casquetes polares se
acercaron a los trópicos, los mares disminuyeron su volumen y extensión; en
este periodo es cuando el hombre transita de Europa hacia América. Habiendo
emigrado de África, contingentes humanos empezaron a poblar Europa y Asia, y,
siguiendo el Estrecho de Bering, luego pasaron a territorio americano.
Considerado
el periodo más largo de la historia del ser humano, el Paleolítico o Edad de
Piedra Antigua tiene su origen en el Paleolítico Inferior que inicia hace 2,5
millones de años, que es el momento en que se crean las primeras herramientas
por homínidos (como los géneros homo, australopithecus y Paranthropus), hasta
hace 127,000 años. Sucede a esta etapa el Paleolítico Medio, el cual se
prolonga hasta el año 35,000 a. C.; en un momento de este periodo, en Europa,
llegan a coincidir dos especies del género homo, los Homo neanderthalensis, que habrían de
desaparecer, y los Cro-Magnon de la especie Homo Sapiens, los cuales son
conocidos como los hombres europeos modernos, aquellos que dieron inicio al
arte parietal. La última etapa es la del Paleolítico Superior, que se extendió
hasta el años 10,000 a. C., cuando la sedentarización humana empieza a ocurrir
y con ella el desarrollo de la vida comunitaria.
Respecto de la evolución del ser humano, el
paleontoantropólogo Richard Leakley ha señalado que:
“Los seres humanos, al igual que todas las demás formas de vida actuales,
son resultado de millones de años de evolución. Hace sesenta millones de años,
cuando todos los mamíferos eran más bien primitivos, un grupo cambió: en vez de
vivir en el suelo se treparon a los árboles, donde la competencia de otros
animales eran mucho menor. La vista de estos mamíferos mejoró, los ojos se
dirigieron hacia adelante y se acercaron más entre sí, de manera que se dotaron
de una visión esteroescópica. Esto les facilitó la apreciación de la distancia,
por lo que pudieron saltar sin temor de rama en rama, Tenían dedos en las manos
y los pies, así como un cerebro relativamente grande. Las crías producidas en
cada parto no eran muchas, así que la madre podría llevárselas a cualquier
parte. Este grupo de mamíferos evolucionó hasta convertirse en los primates
modernos, como los gálagos, lémures, monos, simios y humanos. Los primates
conservan todavía los caracteres originales que evolucionaron para ayudar a sus
antepasados a vivir en las copas de los árboles.
Nosotros los humanos hemos evolucionado de manera
algo especial, y poseemos varias características que nos distinguen fácilmente
de los demás primates.” (Leakley, 1982, p. 9)
Los rasgos distintivos del ser humano, según Leakley
(Ibíd., pp. 9-12) son: la postura erguida; un mayor tamaño y mejor organización
del cerebro que le permite recordar el pasado y prever el futuro; su capacidad
de mandar mensajes mediante el lenguaje y las diversas maneras en que expresa
su pensamiento y acción; la capacidad de hacer y usar herramientas para su
provecho y desarrollo; y la vida social, necesaria para la supervivencia del
género, su desarrollo físico y el cultivo de ideas.
El
arte es un producto del ser humano, el cual se gesta en un contexto
determinado. Hauser (1978) considera que el cazador del paleolítico requería atender con detalle lo que ocurría en
su entorno; el pintor, asociado a la caza, agudiza su vista para copiar
fidedignamente la naturaleza animal que constituía su entorno; por su parte, el
agricultor neolítico desarrolló otras competencias, ya no requería de una
agudeza en su visión, pues de observador pasó a ser un ser reflexivo, atento a
los cambios del entorno y de aprovechar su ciclos en el quehacer agrícola y
ganadero; asimismo, el arte del neolítico se volvió más reflexivo, era el
resultado de la comprensión y abstracción, que se expresó en un estilo
formalista, geométrico y ornamental.
Vaca roja y primer caballo chino. Cueva de Lascaux
Los
primeros testimonios del arte de la pintura fueron trazados con líneas,
posteriormente se emplearon los colores. El soporte que conserva esa memoria es
la piedra de cuevas y abrigos. Probablemente también se pintó en las cortezas
de árboles, en osamentas o en pieles de animales, incluso el cuerpo humano pudo
ser decorado con pigmentos y diseños. Una idea general de este arte nos los
brinda magistralmente Max Lazega:
“Aparece en el transcurso del
Paleolítico superior (35,000 al 8,000 a. C.) alrededor de unos treinta mil
años, al final del pleistoceno, es decir, en la última etapa glacial, en la que
el hombre en una gran parte de la Tierra debe asegurar su refugio en grutas y
cavernas para protegerse del frío y de los animales depredadores. En el área
geográfica europea, el hombre de Cro-Magnon acaba de sustituir al de
Neanderthal. Dominando un utillaje ya elaborado, graba y dibuja cubriendo las
paredes de algunas cuevas como las de Altamira y Lascaux, con asombrosas
pinturas. Al Paleolítico (periodo de la piedra antigua) le sigue el Mesolítico
(periodo de la piedra media o de transición) que se extiende del 8,000 al 5,000
a. C. Los hielos se funden y el hombre esencialmente cazador (se ha llamado a
esta época de los cazadores de renos) completa su alimentación poco a poco con
la pesca y la recogida de frutos silvestres. Comienza a abandonar las grutas y
a construirse casas. Algunas pinturas rupestres al aire libre sobre todo en
África del Norte, podrían remontarse a esta época. (…)
La región franco-cantábrica, que
se extiende a ambos lados de los Pirineos, aunque no sea verosímilmente el
único lugar donde ha nacido la pintura, ha proporcionado hasta el presente los
conjuntos de vestigios paleolíticos más numerosos del arte parietal. Cerca de Santander, en el norte de España, se
descubrieron en 1879 por primera vez animales y otras pinturas en los techos y
paredes de la cueva de Altamira. (…)
Las primeras pinturas y grabados
en las paredes de la roca aparecen en el Auriñaciense y Perigordiense
(Belcayre, Isturitz, La Ferrassie, etc.): primeramente, manos
<>, con los dedos cortados, perfiladas en rojo y
después en negro (quizá alusivos a la plegaria o símbolos mágicos que podrían
significar la invocación o detención del poder), entre dibujos monocromos y
blancos de animales. Estas son las primeras asociaciones de signos y de
animales del arte parietal. Los animales están descritos en <> (expresión lanzada por el abate Breuil): el cuerpo está de
perfil mientras que las pezuñas y los cuernos están representados de frente.
Otros dibujos representan símbolos sexuales. Esta cultura llegará a su apogeo
con las pinturas de las cuevas de Lascaux, donde los animales tendrán una
perspectiva normal.
El periodo solutrense
(Bourdeilles, Roc-de-Sers, etc.) se caracteriza por el florecimiento del
grabado, cuyo relieve se ve progresivamente acentuado, mientras que la pintura
parece estancarse.
La pintura magdaleniense
(Altamira, Font-de Gaume, etc.) se caracteriza por dibujos lineales, cuyo
modelado va tomando mayor sutilidad. El color pasa del negro al marrón liso.
Las figuras son policromas y contorneadas de negro, y todas están enteramente
de perfil.
Más tarde, desde el final del
mesolítico, el arte parietal evolucionará en el Levante español (Albacete,
Castellón, Jaén, Lérida, Murcia, Tarragona, Teruel) y proveerá de pinturas
inicialmente muy figurativas, donde abunda la representación humana, sobre todo
en escenas de actividad en grupo: casa (con arco), guerra y danza. Las
pinturas, monocromas y algunas veces bicromas, evolucionarán hacia un
esquematismo muy emparentado con las representaciones parietales de África del
Norte y del Sur.” (Lazega, 1989, pp. 13-14)
El búho. Cueva de Chauvet
El famoso muralista David Alfaro
Siqueiros, al momento de analizar los materiales para el arte mural, discernió
acerca del trabajo de estos primeros pintores, y reflexionaba en los siguientes
términos: “¿Qué útiles (entendiendo por útiles los materiales y las
herramientas) usaron los primeros pintores, los pintores de la prehistoria?
Usaron la sangre como vehículo adherente o aglutinante. Mezclábanla con tierras
naturales, con pigmentos naturales. Un poco más tarde emplearon la leche (hoy
con la leche se hacen los colores a base de caseína). Dícese que los egipcio,
inventores de la cerveza, la usaron en vez de la sangre o la leche.”
(Siqueiros, 1979, p. 59)
Gracias al desarrollo de la
ciencia y la tecnología, los estudios y dataciones de estos vestigios
artísticos permiten identificar el uso de pigmentos minerales, como el
manganeso para el negro, el ocre para el rojo y amarillo, u orgánicos, o como
el carbón para el negro, empleando como aglutinante la grasa animal o resinas
vegetales. Ramas, huesos, fibras vegetales o animales, los dedos y manos, así
como el escupir pigmentos con la boca fueron los instrumentos que sirvieron
para plasmar estas obras en la roca.
Un informe científico presentado
sobre las investigaciones en la Cueva de Chauvet en Francia ofrece datos sobre
la técnica empleada en una escena de rinocerontes, donde unos fueron datados
con una edad de cerca de 31,000 años y otros, en la misma escena, con
aproximadamente 32,400 años de antigüedad. Un extracto del número 26 de INORA,
Boletín Internacional de Información sobre el Arte Rupestre (2000), apunta que:
“La técnica de ejecución
parece la del dibujo al carbón de leña, posteriormente se reanuda cada trazo
con los dedos aplanando el pigmento negro y mezclando al mismo tiempo la
arcilla presente en la superficie de la caliza. Los matices de colores varían
según un rango comprendido entre el marrón profundo y el bistre, en algunas
ocasiones, es el dedo sin colorante el que finaliza el trazado. Esta técnica
del difuminado se encuentra aquí menos representada que sobre otras obras de la
cueva aunque permite sin ningún género de dudas una mayor conservación de los
trazados que se mezclan íntimamente con la arcilla y el carbón.” (INORA, 2000)
Lucha de rinocerontes y cuatro caballos. Cueva de Chauvet
Evolución, socialización y desarrollo cultural
Ernest H. Gombrich escribió: “No sabemos cómo empezó el arte,
del mismo modo que ignoramos cuál fue el comienzo del lenguaje” (2001, p. 39).
A lo que podríamos agregar: sin embargo, lo que sí sabemos es que ambos, arte y
lenguaje, son fundamentales en la historia de la humanidad, en tanto que
reflejan la condición humana y representan dos factores que históricamente
marcan su desarrollo como género. El arte tiene su origen en la necesidad del
hombre por comunicarse y transmitir a otros su forma de ver el mundo
circundante, de cómo lo percibe, siente y comprende; incluso, surge cuando
trata de copiar a la naturaleza tan rica y diversa, la cual, a cada momento, se
le manifiesta de mil formas.
Si consideramos que el arte es una forma de
comunicación social, se puede decir que el arte implica un lenguaje mediante el
cual se vinculan los hombres. El arte forma parte de la cultura de una
sociedad. Diversos testimonios artísticos permiten conocer las formas de vida
de los grupos sociales a través del tiempo. De esta manera, el arte puede ser
estudiado por periodos, revisándose las obras y expresiones que nos hablan de
las tendencias artísticas de cada época y en cada país, de los rasgos
personales de sus artistas y sus obras, así como el contenido y simbología
expresada en dicha obra, el cual da referencia de ese tiempo.
El arte ha estado presente en la vida del
hombre; como forma de expresión y comunicación facilitaba la explicación de su
relación con la naturaleza y dota de imágenes explicativas de aquellos
fenómenos fuera de su comprensión. Los mitos y creencias fueron personificados
en imágenes pictóricas, tótems, esculturas y otras formas de arte. Igualmente,
testimonios de otras actividades humanas han sido representadas por el arte,
constituyéndose así en una forma de conservar la memoria de épocas pasadas y
fuente para comprender las relaciones sociales pasadas y presentes.
Sala de las Policromías. Cueva de Altamira
La aparición del lenguaje humano, lenguaje
simbólico, implica considerar un tipo y desarrollo del cerebro y otros órganos
funcionales del habla. Tanto el proceso de cerebración como el de
corticalización distinguen la evolución humana, son procesos fundamentales para
el desarrollo de sus capacidades cognitivas, sus habilidades e intereses afectivos.
El cerebro humano, proporcionalmente a las dimensiones corporales, es mucho
mayor que el de cualquier otro mamífero. Su corteza cerebral, componente
fundamental del cerebro es determinante en el ejercicio de la gran cantidad de
diferentes funciones del cuerpo humano: operaciones mentales y cognitivas, el
razonamiento, emociones y personalidad, la visión, el equilibrio, la lógica, el
análisis matemático, las expresiones artísticas y el lenguaje.
Al respecto, Erik Klamroth ha expuesto lo
siguiente:
“En las explicaciones acerca
del proceso de hominización nunca se ha dejado de enfatizar la importante
asociación que existe entre el desarrollo del cerebro y la evolución de
capacidades técnicas, así como el hecho de que, al avanzar estas capacidades,
el resultado fue una conducta adaptativa más eficiente. La base de esto suele
ser entendida en función del desarrollo de partes selectas del cerebro, en
particular las comprometidas con el desarrollo motor y el habla, de tal manera
que la cultura y el crecimiento cerebral son puestas en resonancia la una con
el otro: en retroalimentación. La velocidad comparativa a la cual la línea Homo evolucionó de la de Australopithecus, puede ser debida,
según estos esquemas explicativos, sólo a la capacidad de hacer y usar
utensilios de piedra. No obstantes, aunque la evolución cultural fue a un ritmo
notablemente bajo desde su inicio hasta el Pleistoceno Medio, fue continua,
hasta empezar a conocer un tempo más
acelerado hasta que, al final del conjunto de manifestaciones culturales
conocido como Complejo Industrial Acheulense, hay evidencia de que el hombre
había logado cierta estabilidad social así como habilidades intelectuales que le
llevaron a una diversificación más rápida en diferentes direcciones.
Igualmente se ha insistido en
la postura y caminata erguidas, en la caza, en la cooperación, en la violencia,
o en la agresividad. Hay quien ha visto exclusivamente la mano de la selección
natural en este proceso y hay quien ha interrelacionado dos o más elementos en
modelos de mayor o menor complejidad.” (Klamroth, 1987, p. 17)
La posibilidad del arte, entonces, como una
manifestación del trabajo humano, es resultado de una serie de asociaciones
concretas y objetivas. Por un lado, el desarrollo del cerebro, su estructura y
división orgánica funcional, lo cual requiere de una provisión energética
basada en proteínas animales, es decir del tránsito de una dieta vegetariana a
una basada en la proteína animal. Por otro, sucede la relación entre el trabajo
y el dominio de la naturaleza, mediante la cual el hombre conoce y aprehende a
la naturaleza, la aprovecha como sustento y el de la comunidad, al mismo tiempo
toma conciencia de esa relación y con ello se transforma a sí mismo. Es decir,
en este entramado sucede la relación entre el trabajo creativo y el desarrollo
personal, un proceso de interacción donde se alienta la producción de los
satisfactores para hacer viable la reproducción del hombre y la vida social, en
el cual, de manera simultánea propicia el enriquecimiento de la vida espiritual
del ser humano y de la conciencia colectiva (Durkheim, 2007), en general.
Tercer caballo chino. Cueva de Lascaux
De la naturaleza a los ritos y
creencias
De manera reiterada el arte parietal tiene
como temática a la naturaleza que circunda al hombre. Se trata, en la mayoría
de los casos, de temas faunísticos. Sin embargo, no es el único tema que se ha
plasmado en los muros. Con el tiempo y el avance en la comprensión de su
entorno, los tópicos del arte prehistórico se fueron diversificando y cobrando
significados también diversos, por cierto cada vez más complejos y elaborados.
En un primer momento, el tema dominante del
arte parietal fue el mundo animal. Pareciera que en este tiempo el interés del
artista prehistórico es la identificación y reproducción de su entorno. Como si
cada uno de los animales que forman parte de su dieta, al ser plasmados en los
paneles de las cavernas, quedaran como testimonio de ese vínculo inmediato y
necesario para su sobrevivencia. Como si los otros animales, los que
representan un peligro, quedasen permanentemente identificados para advertir lo
riesgoso que es el enfrentarlos. Por qué no, como si aquel ejercicio pictórico
representara un momento de tranquilidad y hedonismo en su azarosa vida
cotidiana, un momento en el que se permite pensar en que, como parte de la
naturaleza, el hombre es, a la vez, diferente a los otros seres que lo rodean.
Es ir tomando conciencia de su individualidad y distinción.
La figura humana no es tan reiterada en el
arte parietal, pero sí es posible observarla en varias cuevas europeas y del
norte africano. Una imagen repetida en varias cuevas es la de manos impresas,
ejemplos se tienen en Maltravieso, España, también en la cueva de Gargas,
Francia, llamadas las “falanges amputadas”, o bien las manos de la cámara de
entrada de la cueva de Chauvet. La sexualidad es otro tema, como el grabado en
forma de vulva que se conserva en el Musée de Saint-Germain-en-Laye de París, o el coito ritual de la cueva
de los Casares de Guadalajara. Las escenas de hombres con animales en varios
casos representan el momento de la caza, como el famoso “hombre-pájaro”
embestido por un bisonte herido en la cueva de Lascaux en Francia, o el hombre
perseguido por un bisonte de Roc de Sers en Charente, Francia. Otras pinturas y
grabados muestran la figura humana en posición frontal, como se observa en las
paredes de la Cueva de Levanzo en Sicilia, o la escena con figuras humanas en
la Cueva de Addaura, también en esa isla.
La escena del hombre muerto. Cueva de Lascaux
Un momento importante en
cuanto a la construcción de escenas pictóricas es la presencia de personajes
vinculados con ritos mágicos. Más allá de las representaciones anecdóticas y
descriptivas de la naturaleza animal y humana, se tiene aquí una pintura con
significados claros, procesados sobre la relación del hombre con una fuerza,
tal vez, invisible con la que entra en comunión al protagonizar el papel de
hechiceros o chamanes. Entre los testimonios se tiene al citado “hombre-pájaro”
de Lascaux, conocido también como el “hechicero”, o el ritual de los Casares de
Guadalajara en España. En este proceso, al parecer, surgen los mitos, plasmados
en ritos donde los personajes son hechiceros zoomorfos; esto ocurre en Le
Gabillou, en Francia, y también en España, en la cueva de La Pasiega, en ambos
lugares el hechicero presenta una cabeza de animal con cornamenta.
El descubrimiento de la
Cueva de Chauvet sacó a la luz una de las escenas más espléndidas del arte
parietal; en medio de las más de 400 imágenes de animales que comprende la
cueva, y trazado con singular destreza pictórica, destaca la imagen del
“Hechicero” o “Chamán” con cabeza de bisonte. La imagen fue trazada en una
estalactita de la cueva. La composición ha sido pintada magistralmente, integrando
al también llamado “Minotauro” con el mundo animal representado por un león y
con la energía erótica plasmada en el centro de la composición en el triángulo
del pubis femenino. Naturaleza, el origen de la vida, la sexualidad como
actividad primaria del ser humano y, más allá, el mito, la magia, el vínculo
con lo divino (Reichmann, 2003). Se trata de una obra de arte de hace 35,000
años.
Venus y el Hechicero (Minotauro). Cueva de Chauvet
En uno de sus tratados,
Kandisky (1995, p. 31) señaló que “El contenido de una obra encuentra su
expresión en la composición, es decir, en la suma interior organizada de las
tensiones necesarias para el caso.” Es decir, como lo comprendía este artista
plástico, la concepción del arte reconoce en esa composición tanto lo material
como lo inmaterial o espiritual. Podemos pensar que tras la imagen del
“Minotauro” se encuentran siglos de evolución, el perfeccionamiento del cerebro
humano, el desarrollo de habilidades y destrezas, un conocimiento, aunque muy
limitado, pero cada vez mayor del contexto del hombre del paleolítico. El
“Minotauro” refleja el trabajo de un artista de su tiempo, se ve en la línea
del dibujo, en la composición y en el color; no es algo espontáneo, del
momento, sino resultado de un trabajo y práctica constante. La composición
denota la consecuencia de un acto reflexivo, no se puede saber cuan profundo,
pero los elementos de la misma dan idea de que el pintor, además de reflejar
cabalmente la naturaleza, concentra sus “tensiones”, como advierte Kandinsky,
en esa escena.
La conciencia social
también resulta de la evolución humana. El pensamiento, al interpretar
conceptualmente, o ideológicamente, el mundo concreto va produciendo el mundo
de lo abstracto. Siguiendo a Hauser (1978), se puede decir que con este proceso
la
cultura se empieza a constituir en un conjunto de ritos, creencias y
percepciones de la realidad natural y social. El culto basado en ritos y
creencias paulatinamente sustituirá a la magia y hechicería del paleolítico,
que sin duda contaba también con ritos y creencias menos elaborados. El
acercamiento a la naturaleza circundante, el temor al hambre, la muerte y lo
desconocido que se vivía en el paleolítico, en los sucesivo, ya durante el
Neolítico será paliado al tiempo en que se conoce más y se domina la
naturaleza: el conocimiento de las estaciones, el sol, las lluvias, de los
tipos de cultivos, los animales domésticos, etc., permitirán tener mayor
certeza en la vida y sobre el modo de extenderla en el tiempo.
Cuando se reflexiona
sobre la función del arte del paleolítico, se acude a la interpretación de lo
mágico en algunas composiciones parietales. Incluso, el vínculo del hombre con
la naturaleza y la representación de animales pueden suponer una suerte de
totemismo, el cual trasciende hasta la fusión zoomórfica del “Minotauro”. Parte
de ello también se puede explicar con la presencia de las imágenes de brujos o
chamanes en los rituales pintados o grabados en las paredes de las cuevas. Las
imágenes alusivas a la fecundidad, plantean, probablemente, las interrogantes
de nuestros antepasados acerca del origen de la vida y del destino futuro. El
dualismo de la naturaleza se identifica en las fuerzas de lo femenino y lo
masculino, en la misma unión sexual de la mujer y el hombre como principio de
la vida.
Con la
sedentarización del hombre, se dará paso al neolítico. Los esquemas mentales
habrán de mutar la atención en las percepciones sobre la realidad natural por
interpretaciones abstractas de la misma, incluso de una base espiritual más
allá del mundo concreto. La concepción y expresión del arte también cambiará.
Los ritos y creencias, incipientes en el paleolítico, cobrarán fuerza con su
formalización y rutinización en el neolítico. El animismo ingresará a la
cultura social, Emile Durkheim (2007) ha propuesto que es el momento en que el
mundo se escinde entre lo sagrado y lo profano.
Cámara del Hechicero, Cueva de Chauvet
Conclusiones
El
arte parietal europeo desapareció hace aproximadamente 10,000 años. Leakley
plantea que esto ocurrió al final de la última glaciación, cuando el clima
comenzó a calentarse. Y agrega:
“Su desaparición parece estar asociada con un cambio importante en el
modo de vida de la gente. Después de estas fechas, empezamos a encontrar
pruebas de que en vez de vagar de sitio en sitio buscando comida mediante la
caza y la recolección, hombres de distintas partes del mundo poco a poco se
volvían sedentarios y se iniciaban en la agricultura. Aprendían a cultivar
plantas y a domesticar animales, y por primera vez vivieron en un mismo lugar
durante varias generaciones.” (Leakley, 1982, p. 69)
Con el sedentarismo se conforma la vida en comunidad, se
fortalecen los lazos familiares y surgen actividades socioeconómicas no vistas
en el periodo anterior. El modelo productivo se diversifica, la división del
trabajo se especializa cada vez más, la recolección es sustituida por la
producción y la construcción; luego el intercambio y un rudimentario comercio
con otras comunidades darán pie a la estratificación social. Aunque se vive en
una comunidad laboral colectiva, ya se dan visos de desigualdad económica y con
ella vendrá la fragmentación de la sociedad entre quienes poseen los medios de
producción y el excedente productivo, por un lado, y aquellos que han de
ofertar su trabajo para lograr el sustento familiar.
El arte parietal corresponde a un momento de la historia
de la humanidad. Las condiciones del entorno, más en ese tiempo, fueron
determinantes para que surgiera ese tipo de expresión y el contenido de sus
composiciones. Las posibilidades de llevarlo a cabo sólo fue posible dadas las
peculiaridades evolutivas, físicas y espirituales del ser humano. Este arte
sirvió para comunicar su realidad y pensamiento; pero también le ayudó en su
desarrollo como ser humano y a conocerse tal como empezó a conocer su realidad
histórica.
Cueva de Altamira
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