Hermosillo Sonora, 4 de Abril de 2012.
La sociedad contemporánea vive una realidad caracterizada por la globalización, el desarrollo acelerado de la ciencia y la tecnología, la diversidad política y expresiones de arreglos de convivencia, también diversos, para preservar las condiciones de reproducción tanto de la sociedad civil como de la sociedad política. La consistente aplicación por más de tres décadas de políticas de corte neoliberal han impulsado tales condiciones, pero con ellas han emergido contrastes sociales de profunda desigualdad.
El Estado, institución sometida a reforma y reorientación funcional por esas mismas medidas promotoras de la filosofía del mercado, plantea en la actualidad diversos retos en cuanto a la definición de su perfil como institución política que se sustenta en su finalidad de privilegiar el interés común, lo cual, a su vez, también implica que en el campo de la vida económica sea reclamada su participación en la urgente atención de las desigualdades sociales y en la búsqueda de estrategias que posibiliten un desarrollo orientado al hombre.
El Estado, institución sometida a reforma y reorientación funcional por esas mismas medidas promotoras de la filosofía del mercado, plantea en la actualidad diversos retos en cuanto a la definición de su perfil como institución política que se sustenta en su finalidad de privilegiar el interés común, lo cual, a su vez, también implica que en el campo de la vida económica sea reclamada su participación en la urgente atención de las desigualdades sociales y en la búsqueda de estrategias que posibiliten un desarrollo orientado al hombre.
Se concibe el desarrollo como un proceso multidimensional cuyo destino es el hombre en comunidad, en colectivo. Cuando al desarrollo se le colocan adjetivos es para resaltar alguna de las dimensiones en que es posible desagregarlo para su estudio; así es posible entender que alguien proponga analizar el desarrollo económico, el social, el político, el cultural, etc. Sin embargo, la realidad del desarrollo no aísla esas dimensiones, por ello se entiende que aun cuando se privilegia al crecimiento económico sobre otros aspectos, éstos también ven alterada su situación: se provocan avances en las variables sociales o hay retroceso, se crece económicamente coincidiendo con avances en la vida política, o esta dimensión se rezaga y se producen trastornos en las instituciones y la gobernabilidad política. El desarrollo, por lo tanto, es un fenómeno que debe ser comprendido de manera integral.
Se plantea que el interés del desarrollo reside en el hombre que vive en sociedad. El desarrollo se preocupa por sus condiciones materiales y espirituales para lograr una convivencia efectiva. De allí los propósitos por generar proyectos productivos que, a la vez, constituyen fuentes de empleo, la construcción de espacios urbanos que posibiliten el acceso a servicios de vivienda, vías de comunicación y servicios públicos en general, la integración de comunidades con gobiernos que proporcionen seguridad y orden, comunidades que, además, se constituyen en fuente y destino del trabajo intelectual y material. El desarrollo es un fenómeno integral que coloca en el centro de atención al hombre social.
El desarrollo se aprecia a partir del espacio y tiempo en que se produce. El entorno condiciona el rumbo y grado de avance del desarrollo. Su definición espacio-temporal hace posible su cuantificación y cualificación. De esta manera se pueden reconocer estancamientos, retrocesos y avances: es posible medir el bienestar social y el crecimiento en variables económicas, de apertura política, en términos de enriquecimiento cultural, de conservación del entorno. Tal delimitación sirve también para comprender distintos ritmos e intereses en lo que respecta al desarrollo de regiones, ciudades y países.
La comprensión del desarrollo parte del reconocimiento de su naturaleza territorial y social, de allí la complejidad y multidimensionalidad de este proceso. Su atención, entonces, exige acudir a diversos campos de conocimiento para que, a través de la interdisciplinariedad y transdisciplinariedad, se puedan elaborar diagnósticos integrales de la realidad social y definir las estrategias y programas de acción necesarios para la solución de la problemática identificada. En el plano de la acción, por su parte, esto lleva a la estructuración de una gestión adecuada para la generación de desarrollo: en un sistema territorial dado, se requiere una gestión local o regional concreta que acuda a la comprensión sistémica del desarrollo, buscando equilibrios entre subsistemas endógenos y exógenos, la autorreproducción y la sinergia que conjugue los esfuerzos de los actores sociales y del gobierno para el logro de las metas del desarrollo.
Después de la experiencia vivida en las últimas décadas, ha sido probada la incapacidad del mercado para conseguir beneficios generalizados a todos los grupos sociales; se reconoce que el mercado tiene un gran potencial productivo, pero que carente de regulaciones puede generar desequilibrios de enorme envergadura.
El contexto actual está caracterizado de profundos cambios derivados de la globalización económica y crecimiento tecnológico, pero sin equidad y desarrollo humano para todos. Los problemas que se resaltan en este contexto son:
- El aumento de la pobreza.
- La presencia de disparidades en el acceso a un bien decisivo como es la salud.
- La escalada de la desigualdad.
- La inequidad en las oportunidades tecnológicas (acceso a Internet, redes telefónicas y en el futuro de las oportunidades tecnológicas).
- La vulnerabilidad ante las crisis económicas y los desastres naturales.
Bernardo Kliksberg, reconocido investigador sudamericano, ha expuesto en diferentes foros la necesidad de dar a la economía un rostro humano, tanto en el plano particular de su país, Argentina, como en todo el continente. Su interés en este desarrollo orientado al hombre surge de su preocupación por las condiciones en que se vive en nuestro continente.
Esto lleva a reflexionar en el sentido de que el desarrollo tiene que asumir su sentido esencialmente social, en política implica ver al desarrollo como un proceso de interés público. Y, por otra parte, considerar que el mercado como asignador de recursos y distribuidor de beneficios no responde con equidad en términos de los beneficios que tanto productores como consumidores esperan, o bien, en términos de cómo la sociedad accede a los mínimos de bienestar y a los recursos que le permiten una vida digna y sana; función ésta en la que otra institución como el Estado puede incidir, para que a través de políticas públicas de carácter social, se complementen las políticas económicas que desde la exclusiva óptica del mercado olvidan el bienestar social.
Desde esta óptica el desarrollo humano implica opciones adicionales, altamente valoradas por mucha gente, las cuales corresponden a una amplia gama de expectativas y búsqueda de oportunidades en términos de libertad política, de opciones de participación y productividad económica y de acceso a beneficios en el plano social, a las oportunidades para ser creativo y productivo, y en donde los derechos humanos sean plenamente garantizados.
En este orden de ideas, aspectos como la educación básica, los servicios de salud mínimos, la atención de los niños, el impulso de la cultura, la regulación de la vida cívica y política de la sociedad, la administración de la justicia, la seguridad de las ciudades, el ordenamiento territorial, etc., son tareas que desde la perspectiva del mercado difícilmente podrán realizarse teniendo un impacto social. Ese es el papel del Estado.
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