Bernardo Kliksberg. AOA. 2016.
Hermosillo, Sonora a 7 de enero de
2019.
Proemio
Por
más de cuatro décadas gobiernos, empresas y organismos internacionales han
respaldado políticas neoliberales de desarrollo. En 1989 estas políticas fueron
integradas en un paquete de reformas impulsadas por los organismos financieros
internacionales. Bajo la égida del Consenso de Washington se pretendió resolver
las crisis del sistema capitalista mediante fórmulas de mercado enfocadas a
dotar de estabilidad macroeconómica, sanear las finanzas públicas, reducir los
compromisos de la deuda y sus servicios, impulsar la liberalización comercial a
nivel global, desregular y mejorar el marco institucional para favorecer los
intercambios y la inversión, y particularmente redefinir el tamaño y
funcionamiento del aparato estatal.
Los
argumentos empleados para fundamentar este modelo de desarrollo fueron de viejo
cuño, alegando las libertades económicas, los principios de la competencia y la
retracción del papel económico del Estado. En un contexto de globalización,
regionalización económica, prevalencia de los avances científicos y
tecnológicos de la información y la comunicación, y en la reivindicación de la
democracia como forma de gobierno, este modelo ha tenido un relativo éxito en
el ámbito económico. Sin embargo, los productos generados han evidenciado su énfasis
en la búsqueda de satisfactores de corto plazo y muestran una despreocupación
por los magros resultados económicos y sociales manifestados en la desigualdad
social, la reducción temporal del ciclo económico y por los problemas del medio
ambiente.
Al
respecto Bernardo Kliksberg ha aportado contundentes argumentos para debatir la
retórica en que se sustenta el modelo neoliberal, y, a la vez, trazar
estrategias de una visión alternativa en la que se privilegia la
interdisciplinariedad en su análisis de los fenómenos sensibles a toda la
sociedad, y en la que se promueve el establecimiento de alianzas entre los
diversos actores sociales y sus gobiernos para impulsar programas y proyectos
que permitan avanzar en colectividad hacia un desarrollo con rostro humano. En
este sentido es su empeño para refutar las falacias
en relación con los problemas sociales y el desarrollo impulsado por una
activa y comprometida gestión social.
Francisco Zúñiga. Figuras sentadas. 1981. Litografía. 76.2 x 58.4 cm.
La pobreza de los
países subdesarrollados
El subdesarrollo y la pobreza son rasgos
presentes en la vida cotidiana de los países de América Latina. Son fenómenos
estructurales cuyas manifestaciones lacerantes se hacen presentes
cotidianamente en los hogares y centros de trabajo de la población. La pobreza
mata, a ella se asocian graves problemas de desnutrición, condiciones de vida
insalubres, faltantes de servicios públicos, déficits en educación y salud,
afectaciones al medio ambiente, que, en general, acusan la presencia de amplios
sectores de la población que viven en condiciones de pobreza y pobreza extrema.
Para Bernardo Kliksberg, la
persistencia de la pobreza en nuestros países evidencia su asentamiento en
aspectos estructurales cuya atención es impostergable. Con base en el Informe de la Comisión Latinoamericana y del
Caribe sobre el Desarrollo Social 1995 del BID, Naciones Unidas y PNUD,
asume el autor (Kliksberg, 1997: XXIX) que resulta un escándalo moral las
condiciones de amplios segmentos de la población en América Latina y el Caribe
que viven en pobreza, con falta de empleo y en marginación social, que de no
ser atendidos resultan una amenaza a la paz social, la estabilidad política y
un freno al desarrollo.
Desde la década de los setenta se
introdujeron las políticas neoliberales en la estrategia de desarrollo de los
países del continente. Esta perspectiva del desarrollo fue asumida por los
organismos internacionales, de tal manera que las medidas impulsadas se
convirtieron en parte esencial de los paquetes reformistas propuestas por
dichas instancias a los países receptores de sus servicios de asistencia y
financiamiento. A fines de los ochenta, el Consenso de Washington incorporó
estos planteamientos en un decálogo de políticas orientadas a promover la
estabilidad macroeconómica, la atención de la deuda externa, la liberalización
comercial, la privatización de las empresas estatales, la desregulación, la
reorientación de las inversiones y la redefinición del papel Estatal y de su
participación en las actividades económicas. Sin embargo, estas medidas han
tenido magros resultados.
Kliksberg en su momento cuestionó la teoría del derrame que supone que «…de por sí el
crecimiento se “derramaría” hacia el conjunto de la población, y que se trata
en definitiva de un problema de “tiempo y paciencia histórica”» (Kliksberg, 1997:
XXXVII), lo que en los hechos ha resultado un argumento infundado. Para el
autor, esta conectividad entre el desarrollo económico y el social es mucho más
complejo, como se ha demostrado en la realidad.
Como factor crucial del fracaso de las
medidas neoliberales se ha señalado la equivocada política de retraimiento del
aparato estatal y la preminencia de la acción del mercado sobre la distribución
de la riqueza y los satisfactores sociales: desde las fallas en los mecanismos
de privatización de los monopolios estatales para conformar monopolios
privados, pasando por el mal manejo del gasto público y de las decisiones de
política macroeconómica, hasta pretender marginar el papel político y ético que
se desprende de una pertinente acción estatal en cuanto a la producción de
bienes y servicios públicos que los particulares difícilmente pueden cumplir.
Por ello, Kliksberg ha destacado la
idea de conciliar el manejo equilibrado de la macroeconomía con el progreso
social. De su evaluación del fracaso social ocurrido en décadas pasadas,
considera que obedeció a «...factores como la pésima distribución del ingreso, el papel deficiente
del Estado, así como la falta de articulación de las políticas económicas y
sociales.» (Kliksberg, 1994: 25) Así, resulta un error
asumir una visión reduccionista del desarrollo, limitándolo a la perspectiva
economicista sin contemplar aspectos como la equidad, la calidad de vida de
todos los grupos sociales, la justicia, los sentimientos sociales, entre otros
aspectos fundamentales.
Francisco Zúñiga. Campesinas. 1974. Print filmado en plancha. Reproducción Offset. 63.5 x 48.0 cm.
Retórica
y argumentos. Debate con mitos y falacias
Se considera que, en el debate de las
ideas, y particularmente en el debate público, es fundamental el manejo
adecuado de los argumentos y evidencias que se arguyen con el fin de convencer
o persuadir a los interlocutores. Giandomenico Majone ha definido que la «retórica es el
arte de la persuasión, el estudio de todas las formas de hacer cosas con
palabras.»
(Majone, 2005: 42) Esta práctica requiere del manejo y generación de
conocimientos, experiencias y esquemas valorativos que sirvan a los
participantes en el intercambio discursivo y en el debate persuasivo.
En dicho proceso los argumentos son
acompañados con datos, información y evidencias con base en los cuales se
presentan y defienden las opiniones e intereses de los deliberantes. Son los
soportes lógicos y materiales de la visión que se tiene de una realidad
determinada.
La obra de Kliksberg resulta excelente
ejemplo de este ejercicio argumentativo. Tanto en la tarea de soportar sus
planteamientos teóricos como en el armado de sus alegatos sobre las ideas y
modelos ideológicos de otros intelectuales a los que han cuestionado en el
proceso de discusión del desarrollo latinoamericano.
A lo largo de su trayectoria
intelectual, Bernardo Kliksberg ha sometido al debate sus ideas y argumentos
acerca de la realidad latinoamericana. Su producción de evidencias y argumentos
se caracteriza por su rigurosidad, objetividad y consistencia. En su discurso,
Kliksberg suma a la producción de conceptos, categorías y principios el manejo
retórico de los mitos y falacias. Con estos últimos, debate los argumentos de
los que se han valido quienes defienden e impulsan los modelos y estrategias
instrumentados para enfrentar los problemas de la sociedad y promover el
desarrollo en un determinado sentido.
Kliksberg advierte cómo se han
construido historias imaginarias que alteran la comprensión de la realidad,
tales como el demérito dado al significado y papel que tiene el gasto social como instrumento de los
gobiernos para encarar la deteriorada situación social de nuestros países; la
creencia de que los logros que se tengan en el campo de la economía, tarde o
temprano, “derramarán” beneficios a toda la sociedad, de igual manera cuestiona
que estos procesos no ocurren mecánicamente y que, en cambio, resulta necesario
el compromiso para el diseño e instrumentación de «políticas sociales activas y
eficientes, y mejorar la equidad.» (Kliksberg, 2002: 87) A partir de ello,
discurre en argumentos relacionados a los siguientes mitos sobre el gasto social:
Mito
1. Gastar en lo social es distraer recursos que se pueden emplear
productivamente.
Mito
2. El gasto social no genera resultados inmediatos.
Mito
3. Los programas sociales son ineficientes por naturaleza.
Mito
4. El gasto en programas sociales suele ser superficial.
Frente a estos planteamientos,
Kliksberg (2002: 88-89) argumenta que el gasto que pueda orientarse a programas
educativos o en el campo de la salud constituyen inversiones ampliamente
rentables, teniendo en cuenta que con ellos se desarrollan capacidades en la
formación de la población que hacen posible una mejor convivencia social y
permite contar con alternativas profesionales en el campo laboral; en el mismo
sentido se tendrían consecuencias enormes con lo que denomina inversión en
mejoras sanitarias.
Si bien los resultados del gasto
social, señala, se llegan a observar en el mediano y largo plazo, esto no
significa que se menosprecie este tipo de inversión, pues los países
desarrollados que en el pasado han comprometido sumas importantes en el campo de
la educación y la salud, son hoy las potencias que pautan el rumbo de la
economía mundial.
Las prácticas administrativas
relacionadas con el manejo del presupuesto público, en particular el destinado
a los programas sociales, como todo proceso, deben cuidarse y someterse a la
innovación. Las prácticas que incurren en ineficiencia administrativa y desvíos
presupuestales, deben ser revisadas y sometidas a ajustes inmediatos para que
se cumpla el cometido para el que sirven. Es comprensible que el sector público
no es el único en donde suceden fallas y problemas en la gestión de recursos.
Francisco Zúñiga. Maternidad. 1974. Print filmado en plancha. Reproducción Offset. 63.5 x 48.0 cm.
Por otra parte, argumenta el autor,
prescindir de los programas sociales es atentar contra el bienestar de muchas
familias que dependen de ellos; la pobreza y los problemas asociados a ella
tienen una correlación alta con la ausencia del gasto público en programas y
proyectos sociales. El compromiso, reflexiona, debe ser con el uso eficiente y
honesto de los recursos canalizados, promoviendo la sinergia de los diferentes
grupos sociales para su mejor gestión y control.
Otro de los intereses del científico
argentino lo han llevado a identificar y promover una reflexión colectiva sobre
un conjunto de falacias sobre los
problemas sociales, que han servido como argumentos que justifican las
decisiones de diversos organismos al impulsar políticas que han tenido
resultados limitados para el bienestar de la gente. Tales argumentos han
llevado a una razonabilidad engañosa, generando conclusiones equivocadas y
decisiones con efectos negativos para la población.
Kliksberg ha identificado las
siguientes falacias sobre los problemas económicos y sociales en América
Latina:
Falacia 1: Desconocer o
relativizar la pobreza.
Falacia 2: Considerar que
la pobreza puede esperar, su situación mejorará, hay que tener paciencia.
Falacia 3: Ponderar que con
el crecimiento económico basta, éste generará un “efecto derrame”.
Falacia 4: Considerar como
natural la desigualdad social en el proceso del desarrollo.
Falacia 5: Asumir que la
política social es de una categoría inferior que la política económica.
Falacia 6: Deslegitimar maniqueamente
el papel del Estado.
Falacia 7: Privilegiar las
virtudes del mercado y menospreciar las aportaciones de la sociedad civil.
Falacia 8: Reconocer la
importancia de la participación social, pero no incorporarla.
Falacia 9: Eludir a la
ética como componente en el análisis de los problemas de la población.
Falacia 10: Argumentar con el “pensamiento único” centrado en el
razonamiento económico ortodoxo.
Los trabajos de Kliksberg están
sustentados en una profusa información de los problemas que aquejan a la
sociedad, con ello presenta las evidencias que le permiten fundamentar sus
argumentos. Esto le ha servido en la confrontación de ideas, identificando
mitos y falacias que intelectuales y organizaciones han propuesto como retórica
contra la denuncia de la situación crítica en la que viven segmentos gruesos de
la población de nuestros países, contra lo fallido de las medidas que ellos
mismos han propuesto como estrategias del desarrollo y contra los avances de la
colectividad participativa.
Las diez falacias detectadas por
Kliksberg (2002: 128-154) relativizan la pobreza y la situación en general de
los graves problemas que van aparejados a ella: “hay pobres en todas partes”,
“sólo son focos de pobreza”, son frases en ese sentido, enmascarando la
problemática estructural subyacente. En el mismo sentido, otras voces plantean
que “tarde o temprano se resolverá esta condición”, “es cuestión de paciencia”,
sin embargo, generacionalmente los pobres siguen sufriendo los achaques por la
pobreza en la que viven; la crisis para ellos es latente y el tiempo lo que
hace es agudizarla.
Las teorías convencionales del
desarrollo centralizan sus esfuerzos en el crecimiento económico, con la idea
de que sus frutos se “derramarán” hacia la sociedad, dando solución a los
“rezagos” que pueda haber entre sectores, de una región a otra y en la población.
Sin embargo, los informes sobre el desarrollo emitidos por diversos organismos
internacionales hacen notar que, si bien ha ocurrido crecimiento económico,
éste no se ha traducido en desarrollo social, todo lo contrario, ha aumentado
la inequidad y la desigualdad.
Estas consecuencias, se han vuelto
problemas sistémicos, lejos de aquella idea que presentan algunos teóricos
señalando que a la desigualdad sería algo temporal, propio de la etapa inicial
del proceso de desarrollo, y que con el tiempo esta condición cambiaría.
El tratamiento de la pobreza es
fuertemente desvalorizado por estas falacias, considerando que son medidas
secundarias en las que los recursos que se destinan no se usan eficientemente;
se ha probado, sin embargo, que estos gastos gubernamentales operan como
inversiones que generan amplios réditos en los diferentes plazos en los que
actúan y con beneficios patentes en el colectivo social.
Lo mismo ocurre con la imagen negativa
del Estado que se ha tratado de presentar; sin excusar las fallas y
disfunciones que esta institución ha presentado a lo largo de su historia,
tampoco es posible demeritar los resultados positivos que se desprenden de su
papel como tutor del interés público y de la generación de bienes y servicios
sociales, actividades que no son propias del mercado ni de los particulares.
Francisco Zúñiga. Dos mujeres. 1966. Litografía. 52.0 x 65.0 cm.
Los argumentos de las políticas
implementadas en nuestro continente se han centrado en el mercado y sus
fundamentos; en esta perspectiva se concibe a la sociedad civil y su
participación como un elemento secundario, que llega a resultar irrelevante en
la medida que los mecanismos del mercado constituyen el camino más adecuado en
la asignación de bienes y servicios. Pero en la realidad esto no es cierto,
puesto que la participación social tiene un alto potencial y los resultados de
su activismo tiene efectos en la consolidación del capital social, en el
reforzamiento de la confianza, en el estímulo de la responsabilidad social y en
el fortalecimiento de la vida democrática.
Estos elementos tendrían que valorarse
cuando se convoca a la participación social, considerando que ésta debe
desarrollarse plenamente, trascendiendo los procesos simulados característicos
de los regímenes demagógicos y autoritarios.
La visión unidimensional del modelo económico
implementado ha dejado de lado cuestiones prioritarias para la población. Esta
falla de perspectiva exige una repensar los valores en los que el modelo
neoliberal se ha venido respaldando. El desarrollo debe tener como finalidad la
felicidad de todos, debe asumir un rostro humano, cuidando del entorno en el
que vive el ser humano, preservando las condiciones de vida para las futuras
generaciones. Sí es posible otra alternativa, pero ésta tiene que pasar por el
compromiso ético para alcanzar un mundo mejor, en el que la solidaridad se
canalice hacia una participación social comprometida con el bienestar de todos.
Kliksberg (2001: 199-201) reconoce la
importancia de la participación y la considera como un mecanismo de cooperación
para el éxito de los programas sociales y producir efectos significativos en el
desarrollo de la población. Su legitimidad se da en los ámbitos ético,
político, social, económico y gerencial.
Con el propósito de ayudar en la
confección de una agenda para su discusión y análisis, el autor ha enunciado
las siguientes tesis no convencionales
sobre la participación:
Primera
tesis: La participación da resultados.
Segunda
tesis: La participación presenta ventajas comparativas.
Tercera
tesis: La participación es fundamental en la manera de gerenciar a las
organizaciones.
Cuarta
tesis: La participación implica cambios, lo que implica enfrentar resistencias
e intereses.
Quinta
tesis: La participación requiere de políticas y estrategias orgánicas y
activas.
Sexta
tesis: La participación es propia de la naturaleza del ser humano.
En este sentido, Kliksberg argumenta
(2001: 202-228) que la participación social produce muchos beneficios
inmediatos y mediatos; en principio, señala que sus resultados son superiores a
los que se producen cuando el gerenciamiento de los programas sociales ocurre
“de arriba hacia abajo”. Insiste en que su éxito deriva de que sean esfuerzos
reales y no simulados, donde se facilite la participación activa y continua, y
que se respete la historia, cultura y creencias de todos los involucrados.
La participación da un sentido
distinto a los programas sociales, presenta ventajas comparativas superiores
con respecto aquellos proyectos de tipo paternalista. Con la participación, se
genera un sentido de pertenencia y compromiso para quienes se involucran en sus
acciones, al tiempo que se generan y desarrollan capacidades que enriquecen a
sus participantes.
Desde el punto de vista gerencial se
revalúa a la participación social; se le considera como fundamental para el
desarrollo de organizaciones inteligentes, innovadoras y adaptivas. En este
sentido, se ponderan los efectos positivos de la participación tanto en la
productividad y reducción de costos, como en la cooperación y moral de los
participantes, así como en la creación de confianza al interior de la
organización y la construcción de capital social.
La participación social activa las
relaciones sociales. Ello implica cambios de pensamiento y en la forma de hacer
las cosas. Los temores que despierta su activismo han fortalecido el
declaracionismo respecto a su importancia, pero con pocos resultados efectivos.
A ello se agregan diferentes trabas que tiene que enfrentar, como: el
eficientismo cortoplacista que se le exige; el reduccionismo economicista que
privilegia la maximización de la ganancia sobre los beneficios sociales que se
puedan generan; la vigencia de modelos organizacionales tradicionales que
excluyen la participación y descentralización de las decisiones; el subestimar
la participación, y en particular la de los pobres, como capaces de intervenir
en el diseño, implementación, dirección y control de los programas sociales;
las prácticas clientelares dirigidas al control social y a la creación de
liderazgos falsos e impuestos; así como la resistencia de dar el poder a la
gente para tomar decisiones a su favor, concentrándose en las élites políticas
y económicas predominantes.
Francisco Zúñiga. Mujeres al mar. 1977. Litogafía. 77.47 x 59.05 cm.
El avance de la participación requiere
de políticas y estrategias orgánicas. Estos esfuerzos necesitan el desarrollo
de estudios e investigación en la materia; impulsar acciones continuas de
formación y aprendizaje; recuperar y replicar experiencias innovadoras;
impulsar alianzas estratégicas para la participación, articulando regiones,
sectores e, incluso al nivel nacional; y fomentar una conciencia pública respecto
a sus ventajas y beneficios.
En general, se considera que la
participación social es un rasgo del ser humano. La participación lo dignifica,
le da sentido de pertenencia colectiva y lo involucra productivamente para su
bienestar y el bienestar de toda la sociedad.
Como fundador de la teoría de la
Gerencia Social, Kliksberg pondera las ventajas de contar con los medios y
procesos gerenciales eficientes capaces de concretar exitosamente los
propósitos de programas y proyectos sociales. Considerando la importancia de la
gerencia social en la lucha contra la pobreza, en su momento, lo condujo a la
revisión de tres mitos que obstaculizan la efectividad de las acciones
planteadas como parte de sus estrategias, estos son:
· Mito
de la ilegitimidad del gasto social.
· Mito
de la ineficiencia congénita de la gerencia social.
· Mito
de la visión burocrática de la gestión social.
Kliksberg (1997: 91-97) ha propuesto
generar una gerencia social diferente, que aproveche los mejores procesos,
métodos y sistemas de la iniciativa privada como del sector gubernamental. Una
gerencia orientada a los problemas sociales que tome en cuenta de manera
integral las condiciones específicas en las que se desarrollan los programas
que atiende. Una gerencia respaldada por los principios teóricos
administrativos como por las prácticas exitosas y las innovaciones que
favorezcan el mejor resultado de su acción.
De igual manera se opone a la idea de
que los programas sociales operen bajo pautas burocráticas, pues considera que
su implementación difícilmente se llevará a cabo automáticamente, además de que
su gerenciamiento ocurre en ámbitos altamente complejos, donde diferentes
transacciones y lucha de intereses reclaman una gestión alerta, inteligente y
eficiente.
Francisco Zúñiga. Juchitecas. 1981. Litografía. 74.0 x 56.0 cm.
Conclusión
Bernardo
Kliksberg ha denunciado que con el fracaso de la alternativa neoliberal se
incrementó la concentración del ingreso, al igual que la exclusión y la
vulnerabilidad de la población: desigualdad y pobreza siguen siendo fenómenos
estructurales de una realidad latinoamericana que reclama una ética distinta a
la que se argumentó con las políticas globalizadoras, privatistas y de
liberalización de los mercados. Para Kliksberg, «La exigencia por volver a discutir
de ética en América Latina forma parte de un clamor más amplio que se está
extendiendo mundialmente» (Kliksberg, 2004: p.
11). Más allá del esquema economicista como el que se ha planteado desde hace
décadas, se requiere un modelo que considere el desarrollo social y humano de
manera responsable y comprometida.
Bustelo y Minujin (1998: 15-16) consideran que las
experiencias que se han vivido con la aplicación de los dictados de la
ortodoxia neoliberal dieron como resultado una “democracia protectiva”,
centrada en garantizar la vigencia de los mercados y la aplicación del
principio de la ganancia como fundamento del comportamiento humano y las
organizaciones. Esto, agregan, impulsó una filosofía del “dinero fácil”, lo que
a su vez propició prácticas corruptas y el debilitamiento de la vida democrática.
En este proceso el Estado mismo se debilitó, pasando a ser un Estado “ausente”,
alejado de los ciudadanos y de su papel como generador de bienestar público y
conductor del desarrollo.
Ante esta situación, con la revitalización de la
ciudadanía, es importante recuperar la figura del Estado, que, como lo plantean
Bustelo y Minujin, resulta fundamental en un enfoque de búsqueda del desarrollo
para todos, «…con funciones y responsabilidades democráticamente definidas y
como interlocutor básico de todos los agentes económicos. Se trata de un Estado
necesario, no un Estado mínimo ni mucho menos, un Estado ausente.» (Bustelo y
Minujin, 1998: 17)
Estas ideas son congruentes con la óptica con la que
Kliksberg analiza al Estado de nuestro tiempo. Para Kliksberg es necesario
constituir una institucionalidad social
necesaria, inteligente, fuerte y eficiente. Advierte que la idea de este
Estado no es la misma que la del pasado, omnipresente y burocratizado, pero
tampoco responde a la de un Estado débil e ineficiente; considera la proyección
de «…un Estado con un servicio civil profesional, bien gerenciado,
transparente, descentralizado, monitoreado por la comunidad y articulado
estrechamente con la sociedad civil en su tarea.» (Kliksberg, 2001: 186)
La relativización del papel del Estado en la promoción
del desarrollo se sustentó en buena medida al relacionarlo con los actos de
corrupción. Con ello se le opuso a la misma sociedad y al mercado como su
virtual “contrincante”. Las fallas estatales provocadas por el burocratismo y
la corrupción deben ser erradicadas. Sin embargo, su papel como generador de
bienestar público, promotor del desarrollo económico y social, y como
responsable de la seguridad colectiva no se debe desdeñar.
Kliksberg ha reconocido la importancia de conciliar
propósitos comunes del Estado, el mercado y las organizaciones del tercer
sector. Teniendo como premisa que la «pobreza no es una maldición inevitable»
(Kliksberg, 2002b, 18), se tienen que encontrar soluciones pertinentes para el
desarrollo social, donde la participación de la gente de certidumbre al
correcto ejercicio de los programas de bienestar social y al manejo honesto de
los recursos públicos.
Francisco Zúñiga. Hombres con barca. Litografía. 1984. 34.5 x 24.5 cm.
Referencias
Bustelo,
Eduardo y Alberto Minujin (editores). 1998. Todos
entran. Propuesta para sociedades incluyentes. Colección Cuadernos de
Debate. Santa Fe de Bogotá: UNICEF y Editorial Santillana.
Kliksberg,
Bernardo. 2001. El nuevo debate sobre el desarrollo y rol del Estado. Mitos y realidades
en la América Latina de hoy. México: Instituto Nacional de
Administración Pública, A. C.
Kliksberg,
Bernardo (Compilador). 1994. El Rediseño
del Estado. Una Perspectiva Internacional. México: Instituto Nacional de
Administración Pública, A. C. y Fondo de Cultura Económica.
Kliksberg,
Bernardo. 2002. Hacia una economía con
rostro humano. Fondo de Cultura Económica de Argentina, S.A.
Kliksberg,
Bernardo. 2004. Más ética, más
desarrollo. Buenos Aires: Temas Grupo Editorial.
Kliksberg,
Bernardo (Compilador). 1997. Pobreza un
Tema Impostergable. México: Centro Latinoamericano de Administración para
el Desarrollo, Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Fondo de
Cultura Económica.
Majone,
Giandomenico. 2005. Evidencia,
argumentación y persuasión en la formulación de políticas. Cd. de México:
Fondo de Cultura Económica y Colegio Nacional de Ciencias Políticas y
Administración Pública, A. C.
NOTA: Este trabajo es un resumen de la
primera parte del libro del autor, Diálogos sobre el desarrollo, el
Estado y la participación social. Colección: Ensayos de Administración
Pública No. 5, Editorial Garabatos y Universidad de Sonora, México,
2018. ISBN: 978-607-518-288-9.
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